lunes, 14 de agosto de 2017

Los curas republicanos fusilados, reprimidos, encarcelados o desterrados por la derecha

I

Rafael Guerrero , "Los archivos de la Iglesia impiden investigar la represión contra los curas republicanos", en Público, 24/06/2014:

Los curas republicanos fueron doblemente represaliados por cometer el pecado mortal de demostrar que era compatible ser católico y republicano y que, tratándose de sacerdotes, era incluso más cristiano comprometerse con los más pobres y con la democracia que con los golpistas. Y es que estos no tuvieron piedad con ellos, que sufrieron los mismos castigos que el resto de quienes resistieron a la rebelión: muerte, cárcel y exilio. Pero tampoco tuvo misericordia con ellos la jerarquía católica española, que aliada con Franco, no les perdonó la osadía de desmarcarse de la cruzada que bendijo decenas de miles de fusilamientos.

Cierto es que fueron minoría en el redil eclesial y que fueron muchísimos menos que los aproximadamente siete mil religiosos que fueron víctimas mortales de la violencia anticlerical en la retaguardia republicana que se desató como reacción al golpe militar de julio de 1936. Pero existieron, pese a que también sobre ellos se haya levantado una doble losa de silencio y de olvido.

Los historiadores indagan ahora para rescatar del olvido a estos religiosos, dejando que aflore una verdad bastante incómoda para la Iglesia española. Dos libros de reciente aparición profundizan en este asunto: Por lealtad a la República, una biografía del canónico de Córdoba Gallegos Rocafull y Otra Iglesia, un compendio de biografías de una decena de 'curas rojos'.

Del mismo modo que se conocen con detalle los datos cuantitativos y cualitativos de los religiosos asesinados en la retaguardia republicana, será muy difícil saber con precisión quiénes y cuántos curas fueron represaliados por su actitud crítica ante el golpe militar y a la cruzada declarada por el episcopado español.

De hecho la historiadora y profesora de la Universidad de Málaga Encarnación Barranquero lamenta no haber podido consultar el expediente personal en el Seminario del cura malagueño Francisco Fernández González, que fue fusilado con 41 años en las tapias del viejo cementerio de San Rafael, donde este año se ha erigido un monumento en memoria de los miles de fusilados tras la toma de la ciudad y enterrados en la segunda área de fosas comunes más grande de Europa después de Sebrenica, en la antigua Yugoslavia.

Este cura pagó cara la osadía de su compromiso social en las parroquias de Almogía y Mijas, su posterior decisión de dar clases como maestro, su pertenencia al comité que depuró a docentes de derechas y, especialmente, su decisión de 'casarse por lo libertario' ya durante la guerra. Francisco Fernández fue detenido días después de la caída de Málaga, sometido a un consejo de guerra y condenado a muerte. 'De nada le sirvió reivindicar con insistencia en la cárcel su condición de cura, ni encargar que le trajeran una sotana, ni firmar sus cartas siempre con su nombre y el añadido de presbítero', dice Barranquero, que reconstruyó su biografía recurriendo a otras fuentes no eclesiásticas como 'los expedientes de represión, de preso y de responsabilidades políticas'.

Los archivos de la Iglesia siguen cerrados a cal y canto a los investigadores como norma general, salvo que se trate de buscar argumentos para beatificaciones masivas de 'mártires religiosos', que han sido muy criticadas por solventes investigadores como el monje benedictino Hilari Raguer. El historiador sevillano José María García Márquez ha intentado en un par de ocasiones, incluso a través de dos sacerdotes, acceder al expediente de un cura que fue fusilado durante el verano del 36 por Queipo de Llano sin que se sepa la fecha exacta de su muerte, 'porque no está inscrito en el Registro Civil, ni se puede entrar en el archivo de la Curia para consultar su expediente'. Se trata de Antonio Sáez Morón, que fue capellán del hospital de San Lázaro y miembro de la Hermandad de la Macarena, después de haber sido ayudante en la parroquia del pueblo de Herrera. 'Dispongo de testimonios sobre el asesinato de este cura, que protestó ante Queipo por cómo enterraban vivos a muchos fusilados en la tapia del cementerio, pero no puedo cotejar la versión de los testigos con la documentación de su expediente. Se da la paradoja de que puedes consultar el expediente de un ferroviario, de un funcionario, de un maestro, pero no el de un cura', se lamenta García Márquez, que junto al también investigador Francisco Espinosa, acaba de publicar Por la religión y la patria, sobre el papel que jugó la Iglesia católica como apoyo del bando franquista en la Guerra Civil española.

El cura republicano Juan García Morales.

Los 16 curas vascos fusilados no fueron los únicos que ordenó matar Franco por oponerse a sus planes totalitarios, sino que hubo otros por España, como Matías Usero en Galicia y los dos antes referidos en Andalucía, sin que se descarte que aparezcan más según avancen las investigaciones. Entretanto, todo parece indicar que fueron más los que lograron huir de la represión e instalarse en el exilio, como sucedió con el gaditano José Manuel Gallegos Rocafull, un hombre de una cultura vastísima que alcanzó el doctorado en Filosofía y Teología y que llegó a ser canónigo de la catedral de Córdoba. Su biógrafo, el investigador egabrense José Luís Casas sí que pudo consultar su expediente en el obispado cordobés, así como las actas del Cabildo de la Catedral del que formó parte y su ficha en el seminario de Sevilla. 'He tenido suerte y me considero afortunado', reconoce Casas, quien destaca que el referido cabildo llegó a hacerle recientemente un homenaje en sesión interna, 'pero aunque no haya sido público, ha tenido un reconocimiento interno de los canónigos'.

Gallegos Rocafull era un intelectual de gran proyección incluso fuera de España que durante la República daba clase de Filosofía en la Universidad de Madrid y fue candidato a las elecciones de 1931, sin que obtuviera escaño. Durante la Guerra Civil, fue enviado a Bruselas para hacer campaña junto a otro cura, Leocadio Lobo, a favor de la República entre los católicos europeos y allí en la Casa de España dejó clara su posición política frente a la jerarquía episcopal entregada a la causa golpista: 'Os lo diré de una vez por todas, abierta y sinceramente: he elegido al pueblo', dijo públicamente. 'Gallegos basó su decisión en un argumento religioso, convencido de que Cristo habría estado al lado del pueblo, si se le hubiera planteado una situación similar', asevera José Luis Casas.

Gallegos mantuvo su enfrentamiento, incluso públicamente y por escrito, con la jerarquía católica franquista a la que acusó de complicidad con la represión, por lo que el entonces cardenal primado Gomá le aplicó la suspensión a divinis, por lo que no pudo volver a oficiar misa en su exilio mexicano hasta que renunció a la canongía de Córdoba en los años 50. Quid pro quo, que dirían los clásicos. Hasta su muerte, en México se dedicó a la docencia universitaria y 'sus sermones de alto contenido social se hicieron tan famosos que hasta el poeta Altolaguirre comentó tras asistir a una misa: he estado a punto de convertirme otra vez cuando lo he escuchado', comenta José Luís Casas.

Otros dos curas andaluces que murieron exiliados aparecen en el libro Otra Iglesia sobre los sacerdotes que se mantuvieron fieles a la democracia republicana. Uno fue el almeriense Hugo Moreno, que al trasladarse a Madrid cambió su nombre por el de Juan García Morales y se puso al servicio de la República, escribiendo infinidad de artículos en los principales periódicos y convirtiéndose en incansable azote del clero antirrepublicano. Podría decirse que fue un cura periodista y propagandista, más populista y con menos profundidad ideológica que otros, que murió en Francia en 1946, olvidado como tantísimos exiliados.

El otro sacerdote andaluz -en este caso granadino de adopción- tuvo una gran proyección política, ya que pese a ostentar el cargo de deán de la Catedral de Granada, llegó a ser diputado a Cortes por el Partido Radical Socialista en la primera legislatura republicana de 1931, lo que le granjeó la suspensión a divinis y la excomunión por parte de la jerarquía católica. Trató a García Lorca y fue amigo del dirigente socialista y ministro Fernando de los Ríos. Se llamaba Luis López-Dóriga y murió en México en 1962. Sus restos han reposado durante muchos años olvidados, junto a los de Gallegos Rocafull, en el panteón español.

No fue fácil la vida de los curas republicanos, cuyo compromiso político y social fue reprimido por la Iglesia española incluso antes del golpe militar de julio de 1936. Después, conforme avanzaba la contienda, la Iglesia acentuó su repudio contra ellos y el franquismo volcó sobre ellos todas sus iras represivas.

Como hemos visto, estos curas republicanos no eran analfabetos con sotana ciegos por la fe y sin criterio. Eran intelectuales muy conscientes del papel teórico de la Iglesia ante las desigualdades y el conflicto social de la España de los años treinta, que sustentaban su base doctrinal en la encíclica Rerum Novarum de León XIII, a finales del siglo XIX, uno de los principales pilares de la doctrina social de la Iglesia.

La eliminación de estos elementos díscolos facilitaría el desarrollo del nacionalcatolicismo, dando cobertura a la dictadura, y no sería hasta el tardofranquismo y la Transición cuando la doctrina social de la Iglesia volvería a tomar cuerpo en los curas obreros con la comprensión tolerante de la cúpula episcopal presidida por el cardenal Tarancón. Pero esa es otra historia

II

"Hugo Moreno López, el sacerdote republicano", en Nueva Tribuna, 27 de noviembre de 2015:

El historiador Antonio César Moreno nos acerca a la figura de este clérigo que se significó por su marcado anticlericalismo y su lucha contra las desigualdades sociales.

“Anticlericalismo y crítica social: el sacerdote republicano Hugo Moreno López (1883-1946)", escrito por Antonio César Moreno Cantano, analiza la vida, obra y actividad pública del sacerdote almeriense Hugo Moreno López.

Desde muy joven, y al amparo de la encíclica de León XIII Rerum Novarum, estuvo muy vinculado con el catolicismo social, mediante la participación en diarios locales de este signo como La Independencia o Bonifacio. Hombre de sentido común, con el que ganó el premio al mejor semanario católico social.

Igualmente, participó en las misiones del padre Francisco de Paula Tarín en Almería, lo que le llevó a conocer de primera mano la cruda realidad social y económica de esta provincia, despertando en su interior la defensa de los más desfavorecidos frente a los abusos de clases acomodadas.

En 1917 se trasladó a Madrid –con el apoyo y visto bueno de su obispado-, dando comienzo a una brillante carrera literaria y cultural en destacados medios impresos de la capital como Cervantes (dirigida por el almeriense Francisco Villaespesa), La Voluntad o La Esfera, donde profundizó en el estudio de los grandes ascetas y místicos de la España del Siglo de Oro.

Gracias a estos textos entró en contacto con un gran número de escritores modernistas, como Azorín, Baroja…, que le hicieron convivir –desde la faceta literaria- con el anticlericalismo (en un primer momento mediante la crítica de la falta de formación de la clase sacerdotal y la apelación a la caridad y humildad de los predicadores españoles de la Edad Moderna).

Este bagaje cultural junto su experiencia previa en Almería eclosionaron cuando en 1927 la diócesis de Madrid le retiró las licencias ministeriales y le obligó a regresar a su provincia de nacimiento. Lejos de acatar esta medida, Hugo Moreno permaneció en la capital y con la llegada de la Segunda República en 1931 se presentó públicamente bajo el pseudónimo de Juan García Morales, un personaje marcadamente anticlerical y promotor de una profunda reforma que acabase con las desigualdades sociales. Sus numerosos artículos en el diario Heraldo de Madrid así como sus variadas obras (El Cristo Rojo, por ejemplo), son identificativos de esta actitud. Su estrecha colaboración con las autoridades republicanas le llevó a enfrentarse decididamente, durante el tiempo de la Guerra Civil, al concepto de Cruzada que promovía la jerarquía eclesiástica española y el bando franquista.

En 1939 se exilió en Francia, donde conoció la pobreza, la enfermedad y la prisión (en 1941 fue internado en el campo de Gurs). En 1946, murió en el más completo de los anonimatos. Este texto pretende rescatar su memoria del olvido y dar a conocer su figura a las nuevas generaciones nacidas ya en libertad.

Cazarabet conversa con Antonio César García Cantero:

Antonio, ¿cómo es que te fijas en este personaje para realizar esta monografía?

Antonio César Moreno Cantano | Me “encontré” con él por casualidad, la verdad. Estaba leyendo hace unos años un largo informe, publicado en la revista Analecta Sacra Tarraconensia, sobre la visión que el Vaticano tenía de la Segunda República en España. Me llamó la atención un apartado sobre propaganda en el que se señalaba como “comunistas” las obras del sacerdote “rojo” Juan García Morales. A partir de ahí, y gracias a la ayuda inicial de la investigadora Marisa Tezanos, empecé a profundizar en su apasionante y azarosa trayectoria pública.

Un personaje, éste, siempre vinculado a los más desvalidos, a los necesitados y desde la crítica social…

Su base ideológica fue la encíclica Rerum Novarum, del pontífice León XIII. Allí se pusieron los fundamentos del catolicismo social, que promovía una mejora de las condiciones económicas y laborales de las clases más desfavorecidas, para poner así freno a los peligros derivados del liberalismo.

Todo esto le ocasionó no pocos problemas, ya desde su tierra natal. ¿Cómo lo ves?

Desde muy joven tuvo una fuerte conciencia social. Su infancia estuvo marcada por la pobreza. Al entrar en el seminario se destacó en el estudio de los grandes predicadores y ascetas de la Edad Moderna, que reivindicaban una vida de austeridad y acercamiento a los más necesitados. Desde diarios como La Independencia o Bonifacio plasmó estos ideales con un lenguaje ácido y crítico hacia la burguesía, los grandes terratenientes… Pese a todo, el obispado de Almería lo veía con buenos ojos y tenía muy buenas referencias de su actividad pastoral y periodística.

ESPAÑA. II REPÚBLICA ESPAÑOLA. JUAN GARCIA MORALES. MADRID, HACIA 1932.- El sacerdote español Hugo Moreno López, columnista de ¿Por qué la Diócesis de Almería lo envía a Madrid?

Pidió marcharse voluntariamente a la capital en 1917, argumentando que dicho desplazamiento era indispensable para cuidar de su hermano Néstor, que supuestamente se encontraba gravemente enfermo. Sin embargo, estamos convencidos que este traslado también obedecía a su deseo de intentar prosperar económica y socialmente en un ambiento como el madrileño.

Allí entra en contacto, otra vez, con los más desvalidos, los más desfavorecidos, pero, a la vez, con círculos de intelectuales, entre ellos Azorín y Pío Baroja…

En Madrid pronto adquirió fama como escritor en importante medios intelectuales como Cervantes, La Voluntad, La Esfera, etc., donde pudo conocer a una gran cantidad de personajes relacionados con el modernismo literario. Se dedicó a profundizar en la vida de determinados religiosos caracterizados por su defensa de los más pobres y por ser críticos con los excesos de la jerarquía eclesiástica.

¿Qué destacarías de sus años en Madrid antes de la proclamación de la II República?

Sin duda, las decenas de artículos que publicó en La Esfera, donde puso el énfasis en la vida religiosa, cultura y artística de España durante la Edad Moderna. Fue en esa época donde forjó su red de contactos públicos que en años venideros le convertirían en una figura de primera relevancia en el panorama público de la República.

¿Qué pasa con este clérigo, en Madrid, cómo afectan sus acciones en la Iglesia y su sino, para que con diez años pase a que le retiren las licencias ministeriales y le obliguen a regresar a su provincia de nacimiento? Pero no regresa, ¿qué hace, de qué vive y cómo se las arregla en la capital del Estado?

En el año 1927 el obispado de Madrid le retira las licencias ministeriales, es decir, el permiso temporal que le permitía residir fuera de su diócesis natal, Almería. Es normal que después de 10 años las autoridades religiosas de la capital considerasen como inválido el argumento que esgrimía sobre la supuesta enfermedad de su hermano. Para Hugo Moreno regresar a su tierra de origen significaba volver al ostracismo y penalidades de una vida en provincia, adscrito a una pequeña parroquia y alejado de cualquier posibilidad de ascenso social. Por esa razón –es una hipótesis- se negó a regresar y quedó en una especie de vacío jurídico dentro del derecho canónico, ya que seguía siendo sacerdote pero no podía oficiar misa en Madrid. Fue a partir de ese momento cuando se debió gestar en su mente el deseo de aparecer en los medios públicos como un religioso anticlerical, defensor de los trabajadores. La Segunda República le brindaría la oportunidad para hacerlo.

Fue cuando llega la II República cuando se presenta públicamente bajo el pseudónimo de Juan García Morales, un personaje marcadamente ya anticlerical. ¿Es lo vivido, el ver tanta miseria y tanta injusticia lo que lo convierte en anticlerical?

Sin  duda, así como su formación intelectual y experiencias de adolescencia, donde llegó a participar en las misiones populares del Padre Tarín en las zonas más humildes y abandonadas de Almería. Con respecto a la segunda cuestión, con su pluma no se recató en atacar en los términos más vehementes a los grandes jerarcas eclesiásticos y políticos del país, en especial al líder de la CEDA, Gil Robles, con palabras como “el clero tiene puestas sus esperanzas en él. Los ricos lo banquetean de lo lindo; lo congestionan a fuerza de comilonas”. Y eran precisamente estos grupos los que apoyaban sus medidas:

¿En qué momento, tanto humano como de actividad social e intelectual, le pilla a nuestro protagonista el alzamiento rebelde de los militares? Y ¿cómo transcurren sus actividades, humanas, sociales y reivindicativas durante este período de tiempo?

A lo largo de 1936 participó en numerosos mítines vinculados a Izquierda Republicana, reclamando la unidad de las fuerzas de izquierda para desbancar del poder a la CEDA y sus socios. El triunfo del Frente Popular fue recogido por él con palabras como “Dios no ha oído… porque en nuestras cortas oraciones no pedíamos otra más que el triunfo de la causa del pueblo, la reconquista de  la República del 14 de abril” (Heraldo de Madrid, 18 de febrero de 1936). Tras el inicio de la Guerra Civil se mostró como uno de los más activos propagandistas contra el concepto de Cruzada enarbolado por la Iglesia que apoyó el golpe de Estado. Sus discursos radiofónicos (desde el Ministerio de la Guerra, la Radio del Partido Comunista o frente a los militares en Leganés); sus discursos para el Socorro Rojo Internacional; o sus escritos en títulos como España Heroica o Religión y Fascismo. Queman, Roban y Asesinan… en tu nombre, eran un claro testimonio de ello.

Se exilia a Francia, en 1939 donde vive todo lo malo: la pobreza, la enfermedad, el internamiento en el Campo de Gurs. ¿Qué has podido recoger de esos días en aquellas condiciones?

Antes de ser internado en el Campo de Gurs, por presiones franquistas y por la nueva legislación de Vichy, trabajó en diversas colonias infantiles francesas. Gracias al testimonio de un familiar lejano, Francisco García Hernández, así como el acceso a los archivos franceses he podido reconstruir este duro episodio de su vida. Durante dicho internamiento vivió el aislamiento, el desencanto con las autoridades republicanas, la ceguera… Cuando fue liberado no paró de sufrir la persecución policial, ya que se le consideraba un “elemento incómodo”. La muerte de su anciana madre, Pura, lo sumió en una profunda depresión que agravó su ya debilitada salud física y mental.

Vive también la Segunda Guerra Mundial aunque muere en 1946 en el más completo anonimato. ¿Qué nos puedes contar sobre esta última etapa de su vida?


En el último año de su vida vagó de un lugar a otro de Francia (Lourdes, Libourne…) buscando la paz entre sus amigos y conocidos. Como otros tantos exiliados, contemplaba el fin de la guerra como la fecha definitiva para la caída del régimen franquista, pero no fue así. Murió en 1946, en una pequeña ceremonia donde los símbolos republicanos fueron su última compañía. Su tumba, por desgracia, aún no ha podido ser localizada. Con esta investigación queremos brindarle el homenaje que, esperemos, algún día le trasladen las instituciones democráticas españolas. No en vano su causa fue la de la libertad.

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