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domingo, 24 de mayo de 2020

Solución final en Egipto para 15 millones de perros: uno por cada siete habitantes

Ferrán Barber, "Los egipcios buscan una "solución final" para sacar de las calles a 15 millones de perros", en Público, 23/05/2020
  
Cortados en rodajas; destrozados a machetazos o a golpes de garrote; envenenados con estricnina o asesinados con cartuchos. Así es la vida de muchos canes en la tierra de los faraones. Una parlamentaria propuso vendérselos como carne a los filipinos. Ni es final, ni es solución.

Una turba de jóvenes destrozó un perro a cuchilladas la víspera de la pasada Nochebuena en el distrito cairota de Al-Matariya. Antes de que el vídeo se retirara de Youtube se convirtió en viral, y su historia se paseó por los tabloides europeos como ejemplo de brutalidad oriental junto a algunas fotos aterradoras del animal literalmente sajado en transversal como un lomo de merluza dentro de un tuk-tuk egipcio, la versión motorizada de un ricksaw. Solo un día después, la policía detuvo y arrestó a los salvajes por torturar y asesinar al perro. Lo mataron de ese modo -argumentaron- porque había acabado con la vida de una cabra. Ojo por ojo, perro por cabra.

No era la primera vez que sucedía un incidente semejante. En 2015, tres hombres de la gobernación de Qaliubeya -Shubra Al-Jaima- fueron condenados a tres años de prisión por atar un perro llamado Alex a una farola y degollarlo. Un tribunal de El Cairo redujo algo después la pena. También la atrocidad fue grabada y difundida por las redes. Semanas antes, una perra a la que alguien arrojó ácido salvó la vida por los pelos y en mayo de ese mismo año, se supo de una hembra y sus cachorros asesinados a golpes de garrote remachado con clavos. Lo que indignó a la gente en un país donde se asesinan millares de perros cada año no fue la muerte de los animales, sino el modo completamente sádico en el que se ensañaron con las criaturas. El hecho de que exhibieran sus actos de barbarie aún los hizo más obscenos.

Con certeza, la policía y los jueces no hubieran intervenido si las muertes de Alex y el perro de la calle Al Jaima no hubieran sido registradas y posteriormente divulgadas, levantando una densa polvareda de ira internacional que apuntaba, en efecto, hacia los bárbaros que habían martirizado a los animales, pero también hacia el Gobierno y la sociedad que toleraban actos semejantes y hacia las instituciones islámicas que les venían dando amparo con indulgentes fatwas que sirven de coartadas para esos actos de crueldad. Con el Islam no se bromea en los países de la Sharia. Una poeta llamada Fatima Naoot fue condenada a tres años de cárcel en 2016 por ofensas a la religión tras criticar en Facebook el asesinato de animales durante el Eid o Festival del sacrificio.

La manera en que cada día se asesinan estos perros sin hogar egipcios es tan atroz que las protectoras de animales se niegan a menudo a divulgar algunas de las fotos con las que los turistas llenan sus buzones de correo. "No todos los egipcios somos unos brutos ignorantes ni actuamos de ese modo", nos dice un funcionario en un salón de té situado junto al Ramses Hilton. Es cierto. A menos de cien metros de nosotros, un par de muchachos dan de comer a unos cachorros acurrucados bajo la carcasa de un viejo automóvil mientras dos bandas rivales de canes se enfrentan por el territorio ante la mirada indolente del resto de los clientes del salón. A los fumadores de narguile les intriga más nuestro interés que la trifulca de los perros y sus intentos por intimidar a sus adversarios. Lo que se halla en disputa es la basura de un mercadillo popular que alguien desparramó entre los escombros.

Su aniquilación masiva ha provocado el retorno de los lobos, las hienas o plagas de víboras
Hay quince millones de perros callejeros en Egipto y resulta de algún modo fascinante ver el modo en que han hallado su nicho en la metrópolis como basureros carroñeros. Están por todas partes, a millares. Hay jaurías pajareando en los aledaños de la esfinge de Gizeh y en los barrios residenciales de las clases más acomodadas, exactamente igual que en esos asentamientos informales de chabolas a los que los egipcios llaman "ashwiyats" y donde viven dos tercios de los parias.

Se podría decir que están por debajo de los humanos en la cabeza trófica, pero por encima de las ratas, cuyas poblaciones mantienen a menudo bajo control. En algunas zonas del desierto, su aniquilación masiva ha provocado el retorno de los lobos, las hienas o verdaderas plagas de víboras cornudas (Cerastes cerastes).

Siempre han estado allí hasta donde alcanza la memoria histórica. Es muy probable que fueran ya domesticados en las eras predinásticas del Antiguo Egipto. Lo que es seguro es que, al igual que los gatos, se hallaban bien considerados en los tiempos de los faraones, mucho antes de que el Ejército de Alá extendiera sus prejuicios por el norte de África. Algunos egipcios de la Antigüedad hacían mención a sus canes en los textos mortuorios, lo que demuestra la intensidad del vínculo con los humanos que se había creado.

Tampoco es la primera vez en que la disparatada densidad de población canina de Egipto les hace colisionar con los primates. En uno de sus libros, Juan Cole explica que las tropas francesas de Napoleón llegaron a sentirse tan exasperadas por los ladridos nocturnos de las jaurías que un comandante en jefe ordenó su ejecución en masa, lo que le tomó a la soldadesca dos noches enteras. La decisión no solo fue cruel, sino absolutamente estúpida, porque la masacre privó a El Cairo de sus más diligentes basureros y llenó de cadáveres en putrefacción las calles de la gran ciudad, lo que las tornó aún más insalubres.

Los asesinatos en masa no han cesado desde entonces y aunque son muchas las ciudades y las gobernaciones que han ensayado diferentes variantes de la solución final canina, la población de perros continúa aumentando. Ni es final, ni es solución. El problema, colosal, no ha dejado de crecer. En Egipto hay un perro callejero por cada siete humanos, lo que a su vez ha provocado -nadie duda acerca de ello- una verdadera crisis que amenaza la salud pública y, eventualmente, la seguridad de las personas.

Que el grueso de los perros no muestren habitualmente conductas agresivas no significa en ningún caso que no puedan actuar de un modo violento, especialmente cuando se les hostiga o sufren alguna clase de trastorno de conducta provocado por la rabia. Al igual que en América Latina, esa variante canina de la encefalitis viral es endémica en Egipto, aunque la verdadera extensión de la enfermedad es exagerada de forma deliberada para reforzar los prejuicios religiosos que estigmatizan a los cánidos. Ni en el Islam ni en el judaísmo rabínico se les tiene en gran estima.

En Egipto hay un perro callejero por cada siete humanos

Estos animales son, de forma simultánea, las víctimas de brutales campañas de exterminio y el origen de un problema singular de superpoblación. En Egipto viven la mitad de perros callejeros que en la India, pero su población humana es de una treceava parte. Uno de cada catorce perros sin hogar del mundo habitan junto al río Nilo. No es, como acostumbra a convenirse, una bomba de relojería, porque el artefacto ya ha estallado.

Un funcionario del Ministerio de Sanidad citado por el Egypt Independent aseguraba hace dos meses que su departamento registró 482.200 casos de mordeduras de animales tan solo en 2018, y 303.000 de ellos se atribuían a los canes. Durante ese mismo año, se produjeron 32 casos de contagio de rabia, frente a los 65 del año precedente. Entre 2014 y 2017, un millón trescientas mil personas fueron mordidas en Egipto, y 231 de ellas fallecieron, como consecuencia de ello.

Son muchos los egipcios que dicen sentirse intimidados o simplemente repelidos por los perros así que las autoridades del país han respondido organizando campañas masivas de exterminio. Los abaten a disparos o, más frecuentemente, mediante el uso de venenos como la citrinina -una micotoxina- o, lo que es peor, mediante estricnina, importada de manera ilegal y sembrada a menudo sin control en el interior de cebos que se arrojan en los parques y otros espacios públicos. Niños, basureros, jardineros han terminado envenenados. Son la víctimas colaterales del canicidio egipcio.

En 2017, la Prensa local informó de que al menos 17.000 perros callejeros fueron fulminados de ese modo en el sur de El Cairo, en respuesta a las denuncias de molestias del vecindario de Beni Sueif. Los vídeos de los funcionarios del gobierno descerrajando cartuchazos de postas a sangre fría a confiados animales o de los canes agonizantes sufriendo convulsiones sobre las aceras y destrozados por el dolor en sus postreros estertores incendiaron las redes europeas. Ese mismo año, la Gobernación del Mar Rojo ofrecía cerca de seis euros por capturar cinco perros callejeros y llevarlos a la autoridad veterinaria para ser exterminados. Los propios funcionarios dieron alas de esta forma a la barbarie.

Un año después, en octubre de 2018, el Ministerio de Agricultura puso en marcha un plan sistemático de exterminio para desembarazarse de los perros con veneno. Las autoridades veterinarias argumentaban que el Estado no podía permitirse los 32 dólares por perro en los que estimaba el coste de implementar un plan basado en un protocolo "más civilizado" de actuación. Esto es, capturar, esterilizar, vacunar y volver a liberar. Envenenar a un animal apenas cuesta algunos céntimos.

Es un problema que se percibe como casi irresoluble en un país paupérrimo y ultracorrupto, regido por una dictadura que, al igual que el Gobierno precedente, es incapaz siquiera de disimular las formas más obscenas de miseria humana. El PIB per capita de un egipcio es de apenas 2.200 euros y se necesitarían al menos 435 millones para aplicar el protocolo de esterilización por el que abogan las protectoras europeas y locales. ¿De dónde va a salir ese dinero? De la manga de políticos corruptos que dirigen el país no parece muy probable y los occidentales son más proclives a indignarse en las redes y a insertar emoticonos que a donar dinero a las organizaciones que trabajan sobre el terreno.

Tras los perros, las serpientes

Así las cosas, tal solo en Albehera, cerca de Alejandría, se asesinaron 18.000 perros, lo que allanó el camino al retorno de las serpientes. Otros 14.000 murieron en los aledaños de la ciudad de Janka. La lista de caídos para "limpiar las calles" es casi tan escabrosamente extensa como indecentes son las fotos que documentaron sus asesinatos. Aquí y allá, la prensa local glosaba las cifras de los animales chapucera y brutalmente aniquilados mediante todos los procedimientos y todos los venenos –legales o no– a su alcance. Sulfatos, estricnina, disparos de cartuchos... Pero la población de canes no ha dejado de crecer.

Una perra acostumbra a traer al mundo dos veces al año una camada de entre seis y diez cachorros. Una y otra vez las protectoras egipcias de animales han tratado sin éxito de persuadir a las autoridades de que asesinar los animales no reduciría la población de perros. El resultado de décadas de planes de exterminio es ninguno. Su número no ha dejado nunca de crecer. El dinero. Ese siempre es el problema. ¿Quién pagaría la factura?

Así que mientras se debatía acerca del procedimiento más viable y apropiado para acabar con la superpoblación de perros, a una diputada egipcia se le ocurrió una idea genial: capturarlos y venderlos como carne a los surcoreanos o los chinos. A la parlamentaria Margaret Azed le cuadraban las cuentas. Le parecía mucho más piadoso concentrarlos en granjas y engordarlos, para después sacrificarlos y vendérselos a los asiáticos a razón de 25 céntimos de euro por perro que dejarlos malvivir entre las basuras de los "ashwiyats" de El Cairo o Alejandría o en las márgenes de las aldeas del desierto.

Además -argumentaba-, el erario público egipcio podría obtener de esta manera una nada desdeñable nueva fuente de divisas. La propuesta hubiera parecido una simple extravagancia. Pero es obvio que la alternativa fue, cuando menos, seriamente considerada y contestada. El Middle East Eye llegó a acusar al Gobierno del país de aprobar una licencia para exportar a Asia 2.400 gatos y 1.700 perros. Un portavoz del Ministerio de Agricultura lo desmintió de manera inmediata el 28 de noviembre de 2018, claro que es complicado, por no decir que imposible, averiguar qué hay de cierto en un país sujeto a una férrea censura donde sus gobernantes acaban siempre encenagados en desmentidos y contradicciones. Azed no fue la única parlamentaria que propuso vender la carne de los perros. Un alto funcionario de la Autoridad Veterinaria, Jaled Fouda, propuso venderlos a los filipinos. Como a las tropas de Napoleón, le irritaban los ladridos nocturnos de las jaurías.

Frente a ese estado de opinión, y frente a la miseria moral de las alternativas que son capaces de parir algunos funcionarios egipcios, se han fortalecido durante los últimos años algunas asociaciones protectoras de animales que abogan por los perros, claro que su importancia y su capacidad para influir en la sociedad es insignificante cuando se las compara, por ejemplo, con la Casa de las Fatuas, un organismo presidido por el gran muftí de Egipto que, siguiendo las órdenes de Dios, se pronuncia acerca de qué es no correcto, con arreglo a la ley islámica.

En 2007, ésta llegó a emitir un pronunciamiento en el que afirmaba que era legítimo matar a los perros cuando dañan a la gente. En su definición de 'daños' se incluía la intimidación mediante ladridos, así que, definitivamente, era un cheque en blanco de Mahoma para empujar el canicidio. Acabar con ellos era, a su juicio, la opción más adecuada, en oposición a quienes alentaban las adopciones o cualquier otra manifestación de la piedad humana. La avalancha de críticas internacionales adquirió tal relevancia que, con el paso de los años, han rebajado el tono, y ahora ponen el acento en la misericordia de Alá. En septiembre del pasado año, una fatua aseguraba que la caridad hacia las criaturas es el principio básico y enviar a los perros a los refugios o adoptarlos, la solución que tendría que ser prioritariamente considerada. Su saliva sigue siendo sucia y contaminante.

Y en Egipto, entre tanto, se continúa matando perros a cañonazos. Se discute, por ejemplo, acerca de un modo de diezmarlos, cuando nadie ha sido capaz hasta la fecha ni siquiera de resolver el problema de la basura que se acumula por las calles, su principal fuente de sustento, y el caldo primordial de los vectores que provocan las enfermedades. El código penal contempla penas de prisión para los maltratadores de animales, pero no define ese maltrato, ni considera las campañas de exterminio dignas de inclusión en el listado de barbaries. Claro que, ¿por qué habría de respetar a los perros callejeros un Gobierno que no respeta ni a los niños?

sábado, 23 de mayo de 2020

Discurso del gran jefe indio Seattle, 1855

El Gran Jefe Blanco de Washington ha ordenado hacernos saber que nos quiere comprar las tierras. El Gran Jefe Blanco nos ha enviado también palabras de amistad y de buena voluntad. Mucho apreciamos esta gentileza, porque sabemos que poca falta le hace nuestra amistad. Vamos a considerar su oferta pues sabemos que, de no hacerlo, el hombre blanco podrá venir con sus armas de fuego a tomar nuestras tierras. El Gran Jefe Blanco de Washington podrá confiar en la palabra del jefe Seattle con la misma certeza que espera el retorno de las estaciones. Como las estrellas inmutables son mis palabras.
¿Cómo se puede comprar o vender el cielo o el calor de la tierra? Esa es para nosotros una idea extraña.

Si nadie puede poseer la frescura del viento ni el fulgor del agua, ¿cómo es posible que usted se proponga comprarlos?

Cada pedazo de esta tierra es sagrado para mi pueblo. Cada rama brillante de un pino, cada puñado de arena de las playas, la penumbra de la densa selva, cada rayo de luz y el zumbar de los insectos son sagrados en la memoria y vida de mi pueblo. La savia que recorre el cuerpo de los árboles lleva consigo la historia del piel roja.

Los muertos del hombre blanco olvidan su tierra de origen cuando van a caminar entre las estrellas. Nuestros muertos jamás se olvidan de esta bella tierra, pues ella es la madre del hombre piel roja. Somos parte de la tierra y ella es parte de nosotros. Las flores perfumadas son nuestras hermanas; el ciervo, el caballo, la gran águila, son nuestros hermanos. Los picos rocosos, los surcos húmedos de las campiñas, el calor del cuerpo del potro y el hombre, todos pertenecen a la misma familia.

Por esto, cuando el Gran Jefe Blanco en Washington manda decir que desea comprar nuestra tierra, pide mucho de nosotros. El Gran Jefe Blanco dice que nos reservará un lugar donde podamos vivir satisfechos. Él será nuestro padre y nosotros seremos sus hijos. Por lo tanto, nosotros vamos a considerar su oferta de comprar nuestra tierra. Pero eso no será fácil. Esta tierra es sagrada para nosotros. Esta agua brillante que se escurre por los riachuelos y corre por los ríos no es apenas agua, sino la sangre de nuestros antepasados. Si les vendemos la tierra, ustedes deberán recordar que ella es sagrada, y deberán enseñar a sus niños que ella es sagrada y que cada reflejo sobre las aguas limpias de los lagos hablan de acontecimientos y recuerdos de la vida de mi pueblo. El murmullo de los ríos es la voz de mis antepasados.

Los ríos son nuestros hermanos, sacian nuestra sed. Los ríos cargan nuestras canoas y alimentan a nuestros niños. Si les vendemos nuestras tierras, ustedes deben recordar y enseñar a sus hijos que los ríos son nuestros hermanos, y los suyos también. Por lo tanto, ustedes deberán dar a los ríos la bondad que le dedicarían a cualquier hermano.

Sabemos que el hombre blanco no comprende nuestras costumbres. Para él una porción de tierra tiene el mismo significado que cualquier otra, pues es un forastero que llega en la noche y extrae de la tierra aquello que necesita. La tierra no es su hermana sino su enemiga, y cuando ya la conquistó, prosigue su camino. Deja atrás las tumbas de sus antepasados y no se preocupa. Roba de la tierra aquello que sería de sus hijos y no le importa.

La sepultura de su padre y los derechos de sus hijos son olvidados. Trata a su madre, a la tierra, a su hermano y al cielo como cosas que puedan ser compradas, saqueadas, vendidas como carneros o adornos coloridos. Su apetito devorará la tierra, dejando atrás solamente un desierto.

Yo no entiendo, nuestras costumbres son diferentes de las suyas. Tal vez sea porque soy un salvaje y no comprendo.

No hay un lugar quieto en las ciudades del hombre blanco. Ningún lugar donde se pueda oír el florecer de las hojas en la primavera o el batir las alas de un insecto. Mas tal vez sea porque soy un hombre salvaje y no comprendo. El ruido parece solamente insultar los oídos.

¿Qué resta de la vida si un hombre no puede oír el llorar solitario de un ave o el croar nocturno de las ranas alrededor de un lago?. Yo soy un hombre piel roja y no comprendo. El indio prefiere el suave murmullo del viento encrespando la superficie del lago, y el propio viento, limpio por una lluvia diurna o perfumado por los pinos.

El aire es de mucho valor para el hombre piel roja, pues todas las cosas comparten el mismo aire -el animal, el árbol, el hombre- todos comparten el mismo soplo. Parece que el hombre blanco no siente el aire que respira. Como una persona agonizante, es insensible al mal olor. Pero si vendemos nuestra tierra al hombre blanco, él debe recordar que el aire es valioso para nosotros, que el aire comparte su espíritu con la vida que mantiene. El viento que dio a nuestros abuelos su primer respiro, también recibió su último suspiro. Si les vendemos nuestra tierra, ustedes deben mantenerla intacta y sagrada, como un lugar donde hasta el mismo hombre blanco pueda saborear el viento azucarado por las flores de los prados.

Por lo tanto, vamos a meditar sobre la oferta de comprar nuestra tierra. Si decidimos aceptar, impondré una condición: el hombre blanco debe tratar a los animales de esta tierra como a sus hermanos.

Soy un hombre salvaje y no comprendo ninguna otra forma de actuar. Vi un millar de búfalos pudriéndose en la planicie, abandonados por el hombre blanco que los abatió desde un tren al pasar. Yo soy un hombre salvaje y no comprendo cómo es que el caballo humeante de hierro puede ser más importante que el búfalo, que nosotros sacrificamos solamente para sobrevivir.

¿Qué es el hombre sin los animales? Si todos los animales se fuesen, el hombre moriría de una gran soledad de espíritu, pues lo que ocurra con los animales en breve ocurrirá a los hombres. Hay una unión en todo.

Ustedes deben enseñar a sus niños que el suelo bajo sus pies es la ceniza de sus abuelos. Para que respeten la tierra, digan a sus hijos que ella fue enriquecida con las vidas de nuestro pueblo. Enseñen a sus niños lo que enseñamos a los nuestros, que la tierra es nuestra madre. Todo lo que le ocurra a la tierra, le ocurrirá a los hijos de la tierra. Si los hombres escupen en el suelo, están escupiendo en sí mismos.

Esto es lo que sabemos: la tierra no pertenece al hombre; es el hombre el que pertenece a la tierra. Esto es lo que sabemos: todas la cosas están relacionadas como la sangre que une una familia. Hay una unión en todo.

Lo que ocurra con la tierra recaerá sobre los hijos de la tierra. El hombre no tejió el tejido de la vida; él es simplemente uno de sus hilos. Todo lo que hiciere al tejido, lo hará a sí mismo.

Incluso el hombre blanco, cuyo Dios camina y habla como él, de amigo a amigo, no puede estar exento del destino común. Es posible que seamos hermanos, a pesar de todo. Veremos. De una cosa estamos seguros que el hombre blanco llegará a descubrir algún día: nuestro Dios es el mismo Dios.

Ustedes podrán pensar que lo poseen, como desean poseer nuestra tierra; pero no es posible, Él es el Dios del hombre, y su compasión es igual para el hombre piel roja como para el hombre piel blanca.

La tierra es preciosa, y despreciarla es despreciar a su creador. Los blancos también pasarán; tal vez más rápido que todas las otras tribus. Contaminen sus camas y una noche serán sofocados por sus propios desechos.

Cuando nos despojen de esta tierra, ustedes brillarán intensamente iluminados por la fuerza del Dios que los trajo a estas tierras y por alguna razón especial les dio el dominio sobre la tierra y sobre el hombre piel roja.

Este destino es un misterio para nosotros, pues no comprendemos el que los búfalos sean exterminados, los caballos bravíos sean todos domados, los rincones secretos del bosque denso sean impregnados del olor de muchos hombres y la visión de las montañas obstruida por hilos de hablar.

¿Qué ha sucedido con el bosque espeso? Desapareció.

¿Qué ha sucedido con el águila? Desapareció.

La vida ha terminado. Ahora empieza la supervivencia.

lunes, 18 de mayo de 2020

Discurso, o más bien monólogo, de Greta Thurnberg

Mi mensaje es que os estaremos vigilando. Todo esto está mal. No debería estar aquí. Debería estar de vuelta a la escuela al otro lado del océano. ¿Por qué sin embargo todos ustedes vienen a nosotros, los jóvenes, en busca de esperanza? ¿Cómo se atreven? ¡Han robado mis sueños y mi infancia con sus palabras vacías! Y sin embargo, soy una de las afortunadas. La gente está sufriendo. La gente está muriendo. Ecosistemas enteros se están derrumbando. Estamos en el comienzo de una extinción masiva... y de lo único que podéis hablar es de dinero y de cuentos de hadas, de crecimiento económico eterno.

Durante más de 30 años, la ciencia ha sido clara como el cristal. ¿Cómo os atrevéis a seguir desviando la mirada y a venir aquí diciendo que estáis haciendo lo suficiente, cuando la política y las soluciones necesarias aún no están a la vista?

Decís que nos escucháis y que entendéis la urgencia. Pero no importa cuán triste y enojada esté: no quiero creer eso. Porque, si realmente entendisteis la situación y aún no actuasteis, entonces serías perversos, y me niego a creerlo.

La idea popular de reducir nuestras emisiones a la mitad en 10 años solo nos ofrece un 50% de posibilidades de permanecer por debajo de 1.5 grados Celsius y de reducir el riesgo de desencadenar reacciones en cadena irreversibles más allá del control humano.

El cincuenta por ciento puede ser aceptable para ustedes. Pero esos números no incluyen puntos de inflexión, ni la mayoría de los circuitos de retroalimentación y calentamiento adicional ocultos por la tóxica contaminación atmosférica o los aspectos referentes a la equidad y justicia climáticas. También dependen de que mi generación absorba cientos de miles de millones de toneladas de su CO2 fuera de la atmósfera con tecnologías que apenas existen.

Por tanto, un riesgo del 50% simplemente no nos es aceptable: nosotros somos quienes tenemos que vivir con las consecuencias.

Para albergar un 67% de posibilidades de permanecer por debajo de un aumento de temperatura global de 1.5 grados, las mejores probabilidades concedidas por el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático, el mundo tenía 420 gigatoneladas de CO2 para emitir el 1 de enero de 2018: hoy esa cifra ya se ha reducido a menos de 350 gigatoneladas.

¿Cómo os atrevéis a fingir que esto se puede resolver con "negocios como siempre" y algunas soluciones técnicas? Con los niveles de emisiones actuales, ese presupuesto restante de CO2 desaparecerá por completo en menos de 8 años y medio.

Hoy no se presentarán soluciones o planes que asuman estas cifras, porque estos números son demasiado incómodos. Y todavía no sois lo suficientemente maduros como para decirlo como es. ¿Cómo os atrevéis?  Nos estáis fallando. Pero los jóvenes están comenzando a comprender vuestra traición. Los ojos de todas las generaciones futuras están sobre vosotros. Y si elegís fallarnos, yo digo: nunca os perdonaremos.

No dejaremos que os salgáis con la vuestra. Justo aquí es ahora donde trazamos la línea. El mundo se está despertando. Y el cambio está llegando, os guste o no.

Gracias.

domingo, 17 de julio de 2016

Falacia de la ventana rota y obsolescencia programada

La falacia de la ventana rota fue propuesta por el economista liberal Frédéric Bastiat en su ensayo de 1850 Ce qu'on voit et ce qu'on ne voit pas ("Lo que vemos y lo que no vemos") para ilustrar la idea de los costes escondidos o costes de oportunidad: si un niño rompe el cristal de un comercio, al principio, todo el mundo simpatiza con el comerciante, pero algunos pronto empiezan a sugerir que el cristal roto beneficia al cristalero, que comprará pan con ese beneficio; a su vez beneficia al panadero, quien con ese dinero comprará zapatos, beneficiando al zapatero y así sucesivamente. En fin, el pensamiento capitalista vulgar, imbuido de un patológico optimismo emprendedor y cortoplacista llega a la conclusión de que el niño no es culpable de vandalismo: ha hecho un favor a la sociedad creando beneficio a toda ella.

Bastiat indica que la falacia consiste en que se consideran los beneficios del cristal roto pero se ignoran los costes escondidos: el comerciante está obligado a comprar un cristal nuevo cuando con ese dinero habría ido a comprar pan beneficiando al panadero de un modo más legítimo a largo plazo. Al final, mirando al conjunto de la industria, el resultado es negativo: se ha perdido el valor de un cristal, llegando Bastiat a la conclusión de que «la sociedad pierde el valor de los objetos inútilmente destruidos» y que «la destrucción no es beneficio».

Pues bien, esto se asocia estrechamente al defecto principal de la sociedad capitalista: produce demasiada basura (incluso basura humana, gente que en sí misma es basura porque no se les castigan este tipo de conductas: el niño al que se le permite romper ventanas, banqueros con contratos blindados que provocan la ruina de varias familias impunemente, políticos que se acogen a la prebenda de no ser juzgados y pasan o se desentienden de toda responsabilidad moral o no, técnicos que escogen tuberías de fibrocemento porque son más baratas aunque al cabo resulten más caras etc.), y esa basura, a la larga, perjudicará seriamente a la humanidad (o a nosotros, que duele más) porque, malthusianamente, los bienes son más escasos que nuestra capacidad para procesarlos. La obsolescencia programada es el resultado más perverso de esa manera capitalista de concebir el beneficio atendiendo solo a bienes particulares y no a bienes generales, como pretende el imperativo categórico kantiano. El mejor resumen de lo que expreso lo hizo un basurero al indicar que "quienes no recogen la basura que tiran con el pretexto de que así le dan trabajo al basurero deberían dejar que les rompiera la dentadura de un puñetazo para que los dentistas tuvieran trabajo".

La falacia de la ventana rota sirve para determinar si una medida es buena o mala mirando sus consecuencias a largo plazo para toda la población, y no sólo las que tienen lugar a corto plazo para una parte de la misma (por ejemplo, para ese porcentaje mínimo de ricos que se ha beneficiado de las políticas de Rajoy o, a mayor escala, de la patrona a la que sirve, la Merkel -y en el pasado a los políticos del pan para hoy y hambre para mañana: Thatcher y Reagan- a costa del adelgazamiento de un mucho mayor sector de la clase media, como ha señalado Thomas Piketty, y una mayor oscilación y falta de estabilidad en la economía a causa de la desregularización promovida por el neoliberalismo y sus no declarados discípulos socialistas: Blair, González etc.: la existencia de contrapesos reguladores garantiza la estabilidad a largo plazo. Y también a largo plazo es el cuidado de la buena calidad educativa de la población: ya se ve que ni Thatcher ni Reagan cumplían con un mínimo de humanidades, ni mucho menos de humanidad. En ellos eso era cuando menos rudimentario.

Y al final, resulta que la mayoría de nuestros políticos son unos niños irresponsables a los que hay que culpar de haber roto el cristal del futuro de la mayor parte de la sociedad, la clase media.

miércoles, 8 de junio de 2016

Avances en Lingüística animal


Hace más de un siglo, en 1915, cuando estaba en las trincheras de la Primera Guerra Mundial, un joven ingeniero llamado Hugh Lofting se sintió conmovido por los sufrimientos de los caballos y las mulas inocentes arrastrados al horripilante torbellino de la destrucción humana. Como tenía que contar algo en las cartas a sus hijos pequeños, se inventó un doctor que asistía a los animales. Ese hombre extraordinario –explicaba Lofting a su prole– podía hablar con ellos. Herido gravemente por una granada de mano, Lofting volvió a Inglaterra, y más tarde se trasladó a Estados Unidos con su familia. En el barco, durante la travesía del Atlántico, releyó las cartas de la guerra. Llamó a su doctor “Dolittle” y lo situó en la Inglaterra victoriana, entre los numerosos descubrimientos del mundo vivo que se hicieron en ese periodo. El caballeresco científico de Lofting demostró que los humanos no eran los únicos seres verdaderamente pensantes. El pasado siglo ha sido el peor de la historia en cuanto a relaciones entre humanos y entre animales humanos y no humanos. Quizá tendríamos que mirarnos al espejo y preguntarnos si deberíamos seguir aspirando a hablar con los animales –¿quién no comparte el sueño de Lofting?–, o si, por el contrario, deberíamos esforzarnos en bajar el volumen de nuestro parloteo y escuchar mejor lo que los animales necesitan que oigamos.

El filósofo del siglo XX Ludwig Wittgenstein pronunció la famosa frase según la cual “si un león pudiese hablar, no podríamos entenderle”. Con ello quería decir que los leones habitan un mundo incomprensiblemente diferente. En todo caso, si un león pudiese hablar, probablemente nos aburriría con cosas prosaicas: la charca, los jabalíes, ñus hasta la saciedad; el sexo y los cachorros; la inquietud por esos dos nuevos hermanos con sus pobladas melenas. Sus preocupaciones –el alimento, la pareja, los hijos y la seguridad– son las nuestras. Al fin y al cabo, los seres humanos somos animales. Conviviendo con los leones en las mismas llanuras bajo el arco del mismo sol, persiguiendo las mismas presas y robándonos mutuamente las piezas, nos hicimos humanos. Tenemos mucho en común. No es culpa de los leones que después algunos humanos se convirtiesen en filósofos.

Acabo de salir del estudio donde escribo. Los perros Chula y Jude están tendidos en una agradable mancha de sol sobre un montón de hojas secas, haciendo lo mismo que haría yo: mantenerse calentitos y sentirse a gusto. Mientras camino hacia ellos, hago crujir algunas hojas. Chula me mira a los ojos preguntándose si vengo a pedir o a ofrecer algo. Me quedo quieto y su mirada se dirige hacia la calle. El sonido del autobús escolar nos es familiar a ambos. No necesita ir a investigar. En territorio conocido, oyendo sonidos conocidos, absorbiendo el escaso calor de ese sol invernal, compartimos en gran medida el mismo momento.

El pasado siglo ha sido el peor de la historia en cuanto a relaciones entre humanos, y entre animales humanos y no humanos.

Pero ni siquiera Chula y Jude pueden hablar. Millones de especies se comunican utilizando el lenguaje corporal y las llamadas instintivas. Los seres humanos también tenemos llamadas instintivas: nuestros gritos de dolor, la risa, el llanto. Además, tenemos una plantilla cerebral para adquirir el lenguaje. Sobre esa plantilla aprendemos italiano, malgache, etc. Los chimpancés pueden aprender a indicar cosas como “dame manzana” (los simios no pueden articular sonidos humanos). “Dame manzana” puede ser explícito, pero el vocabulario extenso con gramática y sintaxis parece exclusivo de los humanos. El lenguaje complejo permite contar historias. No solo el “¡Peligro! ¡Serpiente!” en presente de un mono o un pájaro, sino la capacidad humana de transmitir “Ayer vi una serpiente allí. Ten cuidado”.

Cuando una criatura humana dice “andé” en vez de “anduve” está aplicando intuitivamente una regla gramatical. El psicólogo de Harvard Steven Pinker cree que los cerebros humanos están preprogramados con un instinto del lenguaje para crear estructuras verbales, adquirir la gramática y emplear la sintaxis. Así, a los seres humanos hablar les resulta tan natural como a los elefantes barritar y trompetear, a los lobos aullar y gruñir, y a los delfines chasquear y silbar. Lo cual, si lo pensamos, parece algo obvio.

Las implicaciones son inquietantes. A lo mejor nosotros somos tan verdadera, profunda y constitucionalmente incapaces de entender la riqueza que otras especies perciben en su propia comunicación como ellas lo son de entender la conversación humana. ¿Y si sus modalidades de comunicación son fronteras que podemos difuminar pero nunca cruzar del todo? Tal vez “hablar con los animales” sea imposible. Puede que seamos tan definitivamente incapaces de tener una conversación en elefante como un elefante lo es de comentar las previsiones de lluvia en vietnamita o en farsi. Es posible que uno de los grandes sueños de la humanidad, la habilidad de Dolittle para “hablar con los animales”, quede descartado.

Pese a ello, la cosa no queda aquí. A veces los orangutanes indican por gestos lo que les gustaría que hiciese un humano. Cuando parece que el humano entiende en parte lo que le quieren decir, los orangutanes repiten sus gesticulaciones. Pero cuando no se les entiende, prueban con señas nuevas. Si se les pide que busquen un objeto que no está en la piscina, los delfines y los leones marinos bien lo buscan con especial empeño, o bien ni se molestan en buscar. Conocen lo que están buscando, y saben si está allí o no. Los delfines pueden comprender la diferencia entre “coge la anilla de John y dásela a Susan” y “coge la anilla de Susan y dásela a John”. Entienden que el orden puede cambiar el significado; eso es sintaxis, el rasgo distintivo del lenguaje humano.

Cuando alguien insiste en que no podemos saber lo que piensan otras especies porque no podemos hablar con ellas, tiene buena parte de razón. Pero, en el mejor de los casos, las palabras son una imprecisa red de etiquetas que lanzamos sobre nuestras alocadas y confusas percepciones. La comunicación oral es un asidero resbaladizo para capturar los pensamientos. La gente miente. Decir “te quiero” es suficiente, pero es más fiable si se demuestra en silencio. Si estás pasando un bache con la persona amada, mejor “díselo con flores”. Las artes visuales, la música y la danza son la continuación de conversaciones ancestrales cuando las palabras cesan.

Los elefantes africanos tienen una alarma peculiar que, al parecer, es su palabra para “¡abejas!” Una amiga vio cómo unos impalas huían cuando oyeron a los elefantes gritar a una jauría de perros salvajes. Su guía le dijo que los impalas nunca echan a correr cuando los elefantes gritan a la gente o se chillan entre sí. Eso quiere decir que los elefantes dicen determinadas cosas que los impalas entienden. Las crías de elefante tienen dos “palabras” muy diferentes para expresar alegría o enfado. Cuando las consuelan, responden diciendo aauurrrr, y cuando las molestan –las empujan, les dan golpes con los colmillos o con las patas, o su madre les niega el pecho– dicen barúuu. Determinados murmullos de las madres tienen el efecto inmediato de devolver a su lado a una cría descarriada. Parece lógico interpretarlo como que le están diciendo “ven aquí”.

A lo mejor nosotros somos tan verdadera, profunda y constitucionalmente incapaces de entender la riqueza que otras especies perciben en su propia comunicación como ellas lo son de entender la conversación humana.

Los cercopitecos verdes utilizan llamadas con diferentes significados. Dicho de otro modo: utilizan palabras. Si detectan a un felino peligroso, la alerta hace que todos trepen a la copa de un árbol. Cuando un águila amenazadora se cierne sobre ellos, su toque de alarma hace que otros monos miren arriba y corran a ponerse a cubierto en el suelo (no en la copa de un árbol). No lanzan avisos cuando el águila es de una especie que no ataca a los monos. Cuando un mono ve una serpiente peligrosa emite un “gruñido” que hace que sus congéneres se levanten y registren el suelo en su busca. En resumidas cuentas, los cercopitecos verdes tienen palabras que significan “leopardo”, “águila”, “serpiente”, “babuino”, “otro mamífero depredador”, “humano desconocido”, “mono dominante”, “mono subordinado”, “cuidado, otro mono” y “grupo rival”.

Los titís, los cercopitecos de nariz blanca y los colobos añaden información por el orden de las llamadas. Si la amenaza está lejos, los monos de Campbell introducen su toque de alarma con una especie de adjetivo, un bum grave que significa, esencialmente, “veo un leopardo a lo lejos y lo estoy vigilando. Solo para que tengáis cuidado”. Sin el boom, el aviso significa, en tono de apremio, “¡Aquí! ¡Un leopardo!” Tienen tres secuencias de avisos para los leopardos y cuatro para las águilas coronadas. Cuando, en Trinidad, un mono capuchino se separó de su grupo, se subió a un árbol por encima de nuestras cabezas y se puso a arrancar ramas y a lanzárnoslas, claramente nos estaba comunicando “fuera de aquí”. Una mañana, nuestro guía nos contó que había oído a un pájaro llamado momoto decir “¡serpiente!” Y en efecto, al poco vimos al agitado momoto en una ramas elevadas revoloteando alrededor de una boa de Cook, alertando a otros pájaros y echando a perder el sigilo de la boa. Tiko, el loro del Amazonas de la profesora de la Universidad de Rutgers Joanna Burger emite diferentes sonidos para halcón, persona, gato o un perro en el patio. Ella me cuenta: “Antes de mirar, ya sé qué es lo que hay”.

Cuanto estoy en mi despacho, por los ladridos puedo saber si Jude y Chula están ladrando a alguien que pasa solo o con un perro, a un recadero, a una ardilla que han asustado y está trepando a un árbol, o si se ladran el uno al otro cuando juegan a pelearse. Las burdas palabras como “chillar” o “ladrar” que empleamos para sus expresiones y su vocabulario matizados ponen trabas a lo que nosotros entendemos que ellos entienden que significan. No es que no nos estén diciendo nada. Pero, la mayoría de las veces, no somos capaces de oírlo.

Cuando tu perro quiere entrar o salir, lo indica apoyando el hocico en la puerta y meneando la cola. Solo hay que saber a qué lado de la puerta está. La idea queda transmitida. Resulta que nosotros hablamos, pero la mayoría de nuestro parloteo es banal. Pensemos en todas las palabras malgastadas. Terapeutas profesionales intentan ayudarnos a cruzar los puentes levantados sobre los violentos rápidos de las palabras fallidas. Guerra significa balas, bombas y miedo a hablar. Millones de palabras se han demostrado ineficaces para cerrar las brechas de las injusticias étnicas, las ideologías y las religiones. Ahí está la ONU, las conversaciones sobre el clima, el “proceso de paz”.

Los elefantes africanos tienen una alarma peculiar que, al parecer, es su palabra para “¡abejas!”
Pensemos en cómo es posible expresar cosas realmente importantes con unos brazos abiertos, la yema de un dedo o una sonrisa, sin necesidad de frases ni sintaxis. Billones de criaturas sobreviven a existencias sumamente difíciles indicando claramente sus intenciones, sin adverbios ni gerundios. Es el poder silencioso del verdadero propósito.

Hay misterios aún más profundos. Cuando Phoenix y Akeakami, dos delfines de nariz de botella hawaianos que vivían en cautividad recibieron la indicación “haced algo nuevo”, se dirigieron nadando al centro de la piscina y estuvieron unos segundos describiendo círculos bajo el agua, como si planeasen algo. Luego salieron disparados en vertical atravesando la superficie en perfecta coordinación e hicieron girar sus cuerpos en el sentido de las agujas del reloj mientras lanzaban un chorro de agua por la boca. Nada de eso lo habían ensayado. El investigador Lou Herman no tenía la menor idea de cómo lo hicieron. Dijo que había sido “absolutamente misterioso”. Parece que los delfines son capaces de deliberar utilizando alguna clase de lenguaje para planear y ejecutar una acrobacia nueva y compleja. Desde entonces se ha entrenado a muchos otros delfines y responden de forma similar. Ningún ser humano sabe si es que existe otra manera de comunicarse –¿telepatía entre delfines?– que no alcanzamos a imaginar. Hasta la década de 1960 ni siquiera sabíamos que los delfines usan un sónar. Sea lo que sea, por lo visto para ellos es algo tan normal como cuando los niños dicen: “Vamos a hacer tal cosa”.

En una ocasión, el barco de la investigadora Denise Herzing se estaba aproximando a un grupo conocido de delfines que habían estado estudiando. Ellos “nos saludaron, pero se comportaron de una manera muy rara”. No se acercaron a menos de 15 metros de la embarcación y, cosa extraña, rechazaron las invitaciones a nadar en la estela de la nave. Uno de ellos se acercó un poco más durante un instante y huyó rápidamente. En ese momento alguien descubrió que una de las personas que iban a bordo acababa de morir mientras echaba una cabezada en su litera. Espeluznante. Pero entonces, cuando viraron para volver a puerto, “los delfines se pusieron al lado del barco, no nadando en nuestra estela, como solían hacer, sino flanqueándonos a 15 metros de distancia en una escolta acuática... Nadaron organizadamente en paralelo a nosotros”. Después de ocuparse del luctuoso asunto, cuando la embarcación volvió a la zona de los delfines, “estos nos saludaron normalmente, nadaron en nuestra estela y jugaron como solían hacer”. En los 25 años de trato con esos delfines, Herzing nunca los vio comportarse como cuando en el barco había una persona muerta. Al parecer, de un modo u otro se dieron cuenta y se comunicaron entre sí que, en la embarcación, el corazón de una persona había dejado de latir. ¿Qué significa para los delfines la solemnidad ante la muerte de un ser humano?

Las preocupaciones de un león –el alimento, la pareja, los hijos y la seguridad– son las nuestras. Tenemos mucho en común. No es culpa de los leones que después algunos humanos se convirtiesen en filósofos.

Los investigadores han dado a conocer recientemente un avance en la traducción. Resulta que todas las especies de grandes simios que viven en libertad emplean gestos para comunicarse que todos los miembros del grupo entienden. Van dirigidos a individuos determinados, que saben lo que quieren decir, y se utilizan de manera intencionada y flexible. En Uganda, los expertos han elaborado un primer “diccionario” de 66 gestos empleados por los chimpancés para transmitir 19 mensajes con sentido como “ven”, “vete”, “vamos a jugar”, “dame eso” o “me gustaría que me dieses un abrazo”. Los gorilas utilizan más de 100 gestos con significado. Y los bonobos hacen una seña con la mano parecida a la de los humanos para indicar a un congénere que se acerque y, a continuación, añaden un airoso giro de la palma para mostrarle la dirección en la que el saludador invita a dirigirse al saludado para un discreto encuentro sexual privado.

Una mujer llamada Dawn Prince-Hughes, que de pequeña padecía autismo y tenía dificultades para adquirir el lenguaje, descubrió una especie de identidad con un grupo de gorilas del zoo de Seattle y acabó contratada como su cuidadora. Ella los califica de “los primeros y mejores amigos que he tenido nunca... Son gente de una antigua nación”. Al mismo tiempo, en un laboratorio del lenguaje de Georgia, el bonobo Kanzi había visto vídeos del gorila Koko. Cuando Kanzi conoció a Prince-Hughes, observó un instante su manera de actuar y, acto seguido, indicó por señas: “¿Eres un gorila?”

Tal vez el dilema de Dolittle se haya enfocado erróneamente. A lo mejor en vez de querer aprender a hablar con los animales lo que necesitamos es bajar la voz y aprender a escuchar.

Carl Safina es catedrático de Naturaleza y Humanidad en la Universidad Stony Brook. Su libro 'Beyond Words; What Animals Think and Feel' será publicado a finales de 2017 o principios de 2018

Traducción de NewsClips.

jueves, 28 de mayo de 2015

Epigramas del filósofo ecologista Edward Paul Abbey (1927-1989)

Cuando el mejor amigo de un hombre es su perro, ese perro tiene un problema.

El crecimiento por el crecimiento mismo es la ideología de la célula cancerígena.

Cuanto más corrupta una sociedad, más numerosas las leyes.

La creencia en lo sobrenatural refleja un fracaso de la imaginación.

Las doctrinas fantásticas (como el cristianismo, el islam o el marxismo) requieren unanimidad de creencias. Un disidente proyecta dudas sobre el credo de millones. De ahí el miedo y el odio; de ahí la cámara de tortura, la estaca de hierro, las galeras, el campo de trabajo, la vigilancia psiquiátrica.

Como la guerra y el gobierno demuestran, la locura es la más contagiosa de las enfermedades.

La tragedia de la guerra moderna es que los hombres jóvenes mueren luchando entre sí, en lugar de luchar contra los verdaderos enemigos de vuelta a casa en sus capitales.

La naturaleza no necesita defensas, sino más defensores

La vida salvaje no es un lujo sino una necesidad del espíritu humano, y tan vital para nuestras vidas como el agua y el buen pan.

Prefiero intercambiar ideas con las aves en la Tierra, que aprender a desarrollar comunicaciones intergalácticas con una raza humanoide en un planeta o satélite de Betelgeuse.

El poder siempre resulta peligroso. El poder atrae a los peores y corrompe a los mejores.

El anarquismo se basa en la observación de que si pocos seres humanos son lo suficientemente inteligentes como para regirse a sí mismos, aun menos son lo suficientemente inteligentes como para regir a otros.

Nuestros "neoconservadores" no son ni nuevos ni conservadores, sino viejos como Babilonia y malos como el infierno.

Un patriota debe estar siempre dispuesto a defender su país contra su gobierno.

A todo lo que no comprendemos fácilmente lo llamamos Dios. Esto ahorra mucho desgaste al tejido cerebral.

No puedes estudiar la oscuridad inundándola con luz.

La sociedad es como un guiso. Si no se remueve de vez en cuando una capa de escoria flota en la superficie.

En una nación de ovejas, un hombre valiente forma una mayoría.

Mejor una cruel verdad que una cómoda ilusión.

El anarquismo no es una fábula romántica, sino el duro despertar, basado en cinco mil años de experiencia, de que no podemos confiar el manejo de nuestras vidas a reyes, sacerdotes, políticos, generales y comisionados de condado.

El cielo es el hogar. La utopía esta aquí. El Nirvana es ahora.

Las armas no matan gente, la gente mata gente. De acuerdo, la gente con armas mata más gente. Pero eso es natural. Es duro. Pero es justo.

Nosotros somos todos elementos indeseables bajo el punto de vista de alguien.

El tanque, el B-12, el bombardero, la policía y el ejército son las armas de la dictadura. El rifle es el arma de la democracia. No en vano el revólver fue llamado "empatador". Igualdad implica libertad. Esperemos que nuestras armas no sean nunca necesarias (pero no olvidemos que el pueblo sabía esto al incluir en la Declaración de Derechos: "Una ciudadanía armada es la primera defensa, la mejor defensa y la última defensa contra la tiranía").

La dominación de la naturaleza permite la dominación de la naturaleza humana.

Pueden los senderos torcidos, sinuosos, solitarios o peligrosos conducir a la vista más increíble. Y puede que vuestras montañas se levanten dentro y sobre las nubes.

Mi lealtad no será limitada por fronteras nacionales, o limitada por la historia de una nación, o limitada a la dimensión espiritual de una sola lengua o cultura. Yo comprometo mi lealtad a la maldita raza humana y mi amor eterno a las verdes columnas de la Tierra, y mis insinuaciones de gloria cantando a las estrellas hasta el fin del espacio y el tiempo.

Un párrafo final de aviso: no os queméis a vosotros mismos. Sed como yo soy, un entusiasta reacio, un cruzado a tiempo parcial, un fanático a medias. Guardar la otra mitad de vosotros mismos y a vuestras vidas para el placer y la aventura. No es suficiente luchar por la Tierra, es más importante disfrutar de ella. Mientras puedan. Mientras estéis todavía aquí. Así que salid y pescad y cazad y perded el tiempo con los amigos, pasead de aquí para allí, explorad los bosques, escalad montañas, acumulad cumbres, recorred los ríos, respirad profundamente el dulce aire, sentaos y contemplad la belleza del silencio, el hermoso, maravilloso y misterioso espacio. Disfrutad de vosotros mismos, mantened la cabeza firmemente unida al cuerpo, el cuerpo activo y vivo. Y yo te prometo mucho más. Yo te prometo una dulce victoria sobre nuestros enemigos, sobre los hombres atados a un escritorio, sobre las mujeres con el corazón en una caja de seguridad y los ojos hipnotizados por los número de una calculadora. Yo te prometo que sobreviviremos a esos hijos de puta.

Este es el lugar más bello en la Tierra. Y hay muchos de esos lugares. Cada hombre, cada mujer lleva en su mente la imagen del lugar ideal, el lugar correcto, el único y verdadero lugar, conocido o desconocido, actual o visionario. Una casa flotante en Cachemira, unas vistas a la Avenida Atlantic en Brooklyn, un caserío gótico gris de dos pisos al final del camino del perro rojo en las montañas de Allegheny, una cabaña a la orilla de un lago azul entre pinos y abetos, una casa en las cercanías del paseo marítimo de Hoboken, o incluso, posiblemente, para aquellos de sensibilidad menos exigente, el mundo para ser visto desde un confortable apartamento en oferta en la parte aterciopelada de ​​Manhattan, Chicago, París, Tokio, Río de Janeiro o Roma, no hay límite alguno a la capacidad humana para el sentimiento de hogar.

Yo prefiero intercambiar ideas con las aves en la Tierra, que aprender a llevar a cabo comunicaciones intergalácticas con una raza humanoide.

Soy un humanista: prefiero matar un humano que una serpiente.

Todos los seres del planeta son parientes.

No tengo ninguna preferencia entre las flores, en tanto que sean silvestres, libres y espontáneas.

Amo mejor a las flores en libertad.

Cada cosa a su manera, cuando responde a su carácter, es hermosa.

Una gran sed es una gran alegría cuando se apaga a tiempo.

¿Tiene la alegría alguna importancia evolutiva? Sospecho que sí, sospecho que el mal humor y el temor están condenados a una rápida extinción. Donde no hay alegría no hay valor, y sin valor las demás virtudes son inútiles (reformula una famosa sentencia de Wilde: "Todas las virtudes son inútiles sin una esencial: el encanto").

Ser salvaje no es un lujo, sino una necesidad del espíritu humano.


Un trago al día impide echarte atrás.

miércoles, 20 de mayo de 2015

Las multinacionales se agarran al TTIP para seguir usando productos cancerígenos y esterilizadores

Seguramente los hermanos Koch, los principales enemigos de la especie humana en estos momentos, están detrás del famoso tratado TTIP USA / UE que va a amargar la vida al planeta durante los siglos que dure:


Un estudio del Observatorio Corporativo Europeo al que 'Público' ha accedido en primicia alerta de cómo los lobbies y las instituciones europeas se aferran al tratado con EEUU para no regular los EDC, sustancias presentes en alimentación, cosmética o medicina causantes de obesidad, esterilidad o cáncer.

MADRID.- Están en los cosméticos y los geles de baño, en los pesticidas que van a las plantas que después servirán de alimento a otros animales, y por último a los seres humanos. Están en los recibos del supermercado, en los envases de plástico, en las sartenes de cocina: son los llamados Disruptores Endocrinos Químicos (EDC en inglés), sustancias capaces de alterar el equilibrio hormonal en humanos y animales, y que pueden causar problemas reproductivos, obesidad o algunos tipos de cáncer, entre otras muchas enfermedades.

Bruselas tiene certificadas su existencia y algunos de sus efectos desde los 90, pero en más de 20 años no ha desarrollado una normativa que regule su uso, a pesar de las críticas de varios expertos. Y, de paso, contentando así a los lobbies de las multinacionales que se verían afectadas por una reglamentación, y que durante años han empleado todo tipo de tretas para retrasar la llegada de estas normativas.

Hoy, mientras Bruselas y Washington negocian con sigilo el polémico tratado de libre comercio (TTIP) que tanto interesa a las empresas, los fabricantes de plásticos, pesticidas o cosméticos que trabajan con los también llamados interruptores endocrinos contemplan con interés el acuerdo transatlántico, que permitirá igualar normativas entre la UE y EEUU, y que esperan les sirva para ganar tiempo e imponer una regulación que les favorezca, aunque millones de europeos no puedan decir lo mismo.

"La industria se aferró a las negociaciones como una oportunidad perfecta para deshacerse del asunto de la regulación de los EDC", asegura un estudio al que Público ha tenido acceso en primicia junto a otro par de medios europeos, y que sale a la luz este mismo miércoles. Un asunto tóxico: cómo el lobby químico bloqueó la acción en los Disruptores Hormonales Químicos es el nuevo informe del Observatorio Corporativo Europeo (CEO), un think tank enfocado en vigilar la actividad de las multinacionales europeas y denunciar irregularidades o delitos.

Olea:"Cuando a las ratas no las puedes tener metidas en cajas hechas con Bisfenol porque se estrogenizan, no puedes meter dentro a recién nacidos"

A lo largo de sus 20 páginas, el documento que firma la periodista francesa Stephane Horel denuncia cómo la industria química ha intentado "retrasar a toda costa las regulaciones", tras el desembarco del TTIP, "otro proyecto amigo de la industria". Para ello las empresas no han tenido reparo en ordenar a sus lobistas que presionaran, en crear supuestos paneles de expertos —muchos de ellos vinculados a la industria— que desautorizaran los estudios que exigían una regulación, en pedir un estudio de impacto que dilatara los plazos al menos durante un año, o incluso en cargar desde las instituciones contra quienes alertaban de los peligros de los EDC.

De hecho, el Parlamento Europeo marcó como plazo el mes de diciembre de 2013 a la Comisión de José Manuel Durão Barroso para elaborar un marco normativo sobre estas sustancias, pero el expresidente permitió que llegaran las elecciones de 2014 sin haber cumplido esta exigencia, dejando la pelota en manos de su relevo. Desde su sillón de presidente de la Comisión, Jean-Claude Juncker tampoco se ha desvivido por acelerar la creación de estas normativas. Según el documento del CEO, el estudio de impacto sobre la clasificación de los EDC que exigieron los lobbies aún llevará tiempo, por lo que previsiblemente esta no estará lista hasta la segunda mitad de 2016. "Las presiones de las industrias químicas y de pesticidas continuarán sin pausa en los dos ejes paralelos: el proceso de la UE, obstruido, y las negociaciones sobre el TTIP", reza el estudio.

Sólo existe el enfoque económico
Los EDC afectan a personas, animales y al medio ambiente, pero el único estudio de impacto encargado a propósito de su regulación sólo alude a factores económicos. Son los mismos factores que la Comisión esgrime para vender un tratado cada vez más criticado por el enorme peso de las multinacionales en las negociaciones, y son los mismos elementos con los que las empresas intentan dar portazo a la regulación de estas sustancias.

Según la OMS y la ONU, los EDC suponen "una amenaza global que necesita ser respondida"
Son las mismas multinacionales que no facilitan datos sobre las cantidades que invierten en contratar lobistas, las mismas que no quieren que se publiquen sus agendas de reuniones. Para las corporaciones, la carga para el sistema de salud por el efecto de estas sustancias tampoco parece merecer consideración, a pesar de que según el estudio supera los 157.000 millones de euros anuales sólo en la Unión Europea.

20 años "evitando regular"
El estudio denuncia también el inmovilismo de la Comisión, algo que en enero de este año llevó a Suecia a emprender acciones legales contra este organismo por no haber establecido los criterios para clasificar los EDC. Tanto el Europarlamento como el Consejo Europeo han apoyado esta denuncia, que vuelve a afear la labor de la Comisión a la hora de legislar sobre una realidad que según algunos expertos deberían haber afrontado hace casi 20 años. 

"No quieren regular de forma valiente", asegura a este diario Nicolás Olea, director del Instituto de Investigación Biosanitaria de Granada y uno de los expertos consultados por Bruselas al respecto de los EDC. Olea participó en los primeros informes sobre los disruptores para la Comisión, en 1996, y desde entonces, y a pesar de la "ingente cantidad de trabajos" que alertan del peligro de los EDC, asegura que las autoridades "siguen atrancadas con objeto de paralizar el avance" de esta regulación.
Un estudio alerta de que cada persona entra en contacto con cerca de 130 disruptores hormonales sólo durante las tres comidas del día, según Olea

El también catedrático de Medicina en la Universidad de Granada cita un estudio francés que alerta de que cada persona entra en contacto con cerca de 130 disruptores hormonales sólo durante las tres comidas del día, y lamenta la "enorme sensación de indefensión" de los expertos que durante años han exigido el desarrollo de normativas europeas, que tampoco existen a nivel estatal.

A Toxic Affair, how the Chemical Lobby Blocked Action on Hormone Disrupting Chemicals, —nombre original— explica también que se han planteado varias formas de clasificar y regular estas sustancias, con los lobbies siempre interfiriendo para defender las más laxas, y en todos los casos tomando como base las tres normativas europeas existentes al respecto. 

En 2013 la Organización Mundial de la Salud y el Programa Medioambiental de las Naciones Unidas lanzaron un informe en el que reconocían que la inmensa mayoría de los químicos en el mercado nunca han sido sometidos a pruebas que avalen o descarten sus posibles efectos como disruptores hormonales. Según estos organismos los EDC representan "una amenaza global que necesita ser respondida", pero hasta la fecha la única respuesta de la Comisión Europea ha sido hacer promesas, no cambios.

Bisfenol A, prohibido en biberones
Olea cifra en más de 580 el número de EDC conocidos, mientras el estudio del CEO habla de 1.000 y no descarta incluso que puedan ser más del doble. Estas sustancias afectan a diferentes glándulas hormonales, tienen diferentes efectos, pero parece claro que son especialmente nocivas en los neonatos. 

Un ejemplo de esta realidad es el Bisfenol A, posiblemente el más conocido de los disruptores hormonales. Es una sustancia prohibida en la fabricación de biberones infantiles. pero aún se emplea en embalajes de alimentos, en los recibos de las cajas registradoras de la mayoría de establecimientos, en tuberías, juguetes o en las sartenes con las que se cocina en la mayoría de las casas. Y sin que ninguna etiqueta advierta de su presencia.

"El Bisfenol A se hace en Cartagena. Cada año se producen 250 millones de kilos", explica el experto, que recuerda que esta sustancia se utiliza incluso en la fabricación de incubadoras. En esta línea, Olea critica que las autoridades europeas sigan perdiendo el tiempo en lugar de marcar líneas rojas al empleo de este tipo de sustancias, cada vez más presentes en nuestro día a día, y a menudo con efectos totalmente impredecibles por la ausencia de estudios al respecto. "Cuando a las ratas no las puedes tener metidas en cajas hechas con Bisfenol porque se estrogenizan, no puedes meter dentro a recién nacidos", zanja.