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viernes, 19 de abril de 2024

Reseña de las cartas del Petrarca

Reseña de Ignacio Peyró, "Petrarca en el eje de los mundos", Babelia, 11 de noviembre de 2023:

La traducción del Epistolario completo del poeta es una proeza filológica que revela su magnitud como fundador del Humanismo e “intelectual de los tiempos modernos”

“Su gloria había sobrevivido las edades oscuras”, escribe Georgina Masson, e incluso en el siglo XII, cuando el Capitolio no era sino “un lugar pobre, de pastoría para las cabras”, “todavía el alma de las gentes lo asociaba a ideales de libertad cívica”. En las llanuras centrales del Medievo, las Mirabilia urbis Romae —primerísima guía para peregrinos— aún se exaltaban, en efecto, al describir la colina que ejerció en tiempos antiguos como “cabeza del mundo, donde cónsules y senadores gobernaban la tierra”. Montaigne no nos sorprende al afirmar que estaba más familiarizado con los palacios capitolinos que con los de sus propios reyes. Y en octubre de 1764, un viajero inglés, sentado entre sus ruinas, “mientras los frailes descalzos cantaban vísperas en el templo de Júpiter”, sintió el arrebato de la inspiración: su nombre era Edward Gibbon y en ese mismo momento resolvió dedicarse a escribir la Historia de la decadencia y caída del Imperio Romano. No es de extrañar, en fin, que —de acuerdo con las evocaciones del nombre—, las revoluciones nacidas del viejo ideal republicano bautizaran como Capitolio los lugares más reverentes de su institucionalidad. A modo de gozne intelectual entre la Antigua Roma, el humanismo de un Montaigne y las luces ilustradas de Gibbon, el día de Pascua de 1341, Francesco Petrarca (Arezzo, 1304-Arquà, 1374), bajo el manto real de Roberto de Anjou, asciende al Capitolio para recibir la corona de poeta laureado.

Tales solemnidades parecen cohonestarse de modo difícil con el hombre que se definió como “amante del silencio y la soledad, enemigo del foro, desdeñoso del dinero”, y que no ignoraba que la fama “es viento, es humo, es sombra, es nada”. Haríamos mal, con todo, en atenuar en mera vanidad la preocupación por un concepto, la gloria, que, con intermitencias, lleva siéndonos incómodo desde tiempos barrocos, pero que para Petrarca tendrá una dimensión que abraza la teología, la literatura y la propia posteridad mundana. Primer renacentista, como nos recuerda Antonio Prieto, frente a la síntesis medieval de Dante, Petrarca encarna una conciencia aguda de su arte y de la responsabilidad y proyección de su labor. Pero la coronación rebosa con mucho su figura para servir a un designio intelectual más ambicioso. Celebrar una ceremonia “interrumpida”, según escribe el propio Petrarca, “a lo largo de numerosos siglos” implicaba poner en acto la voluntad visionaria, tantas veces explicitada en su obra, de volver “al puro resplandor del siglo antiguo”. Él mismo conocía como nadie la centralidad espiritual y política del lugar: había rechazado recibir el laurel, de manos del propio Roberto, en Nápoles. La coronación se alzaba así como un manifiesto visible en pro de la restauración de la cultura antigua frente a las insufiencias intelectuales y políticas —del papado en Aviñón al desgaste del paradigma escolástico— de su presente. Y rodearse de las manifestaciones del poder era no solo un modo de dignificar tal programa y hacerlo apetecible a los grandes de la tierra, encargados en última instancia de prestigiarlo: también era una ostensión de la legitimación moral y del optimismo de futuro que encarnaba su causa. Es decir, el ideal que Francisco Rico ha llamado hermosamente “el sueño del humanismo”, ese mercado común de simbolos e ideas, según definición de Gombrich, que conciliaba ley natural, lección clásica y revelación divina y que podía redirigirse, con provecho moral y gozo intelectual, “ad vitam”, hacia la vida. Un saber que, en efecto, era capaz —según Cicerón, manantial primero de Petrarca—, puertas adentro, de “embellecer los momentos felices y ofrecer refugio y consuelo en los momentos difíciles”, pero que también tenía una dimensión ulterior: “poner guía, orden y gobierno (…) en nuestra sociedad”, como escribe Guarino de Verona. Al final de sus días, en una carta a su íntimo Bocaccio, Petrarca se adjudicará con justicia el mérito de haber desempolvado “estudios olvidados durante muchos siglos”.

Cercano a los cuarenta años, sus trabajos eruditos sobre, entre otros, Tito Livio, ya le hubiesen convertido en padre del Humanismo: de hecho, al coronarse como poeta, Petrarca no olvida añadir la coletilla “e historiador”. La propia coronación puede leerse a modo de cifra de su papel como “intelectual de los tiempos modernos”, según lo define Ugo Dotti: las liturgias de ese día nos dan in nuce a un Petrarca que se hace una voz necesaria en los conflictos —y entre los poderosos— de su tiempo, con el suficiente cuajo como maître à penser como para merecer tal tributo público. Aun antes de escribir la mayor parte de su obra, en efecto, Petrarca ya postula un propósito de regeneración cultural que, escenificado en el Capitolio, iba a manifestarse en su propia obra en dos direcciones complementarias y llamadas a una gran influencia. Por una parte, el arte del poeta del Canzionere, que carga de intimidad y artificio conceptual la herencia de la lírica provenzal, y cuya retórica surtirá de un fondo de armario poético —el petrarquismo— a escritores de toda Europa durante siglos, en todo lo que va de Ronsard a Lope o la melancolía isabelina, y que incluso, en lo que tiene de dietario sentimental, va a pervivir como modelo en Umberto Saba o nuestro Unamuno. Por otra parte, las cartas, surgidas como proyecto tras inspirarse en el hallazgo de unas epístolas de Cicerón hacia 1345, y que constituirán “una suerte de autobiografía intelectual”, con rasgos efectivamente diarísticos en las Familiares, mayor énfasis memorialístico en las Cartas de Senectud —escritas a partir de 1361— y afán polémico, como clamor de justicia ante los poderes de la tierra, en las Cartas sin nombre. En su Epistolario, Petrarca aporta la nueva sensibilidad de un presente que se ilumina en el diálogo con el pasado.

Bien prologadas en cada uno de sus libros —lo cual no solo enriquece sino que orienta la lectura—, Petrarca escribe las cartas sobre la plantilla moral de Séneca y el propio Cicerón, en adición a sus propias querencias agustinianas. Es muestra de afán autoral que no haya “operación quirúrgica”, a decir del editor, “que no haya empleado” en sus textos: muchas cartas —por ejemplo, hasta el libro VI de las Familiares— son recreaciones posteriores a la datación, artificio que, por lo demás, solo habla de la firmeza de una voluntad literaria que busca ofrecer al propio Petrarca en calidad de “exemplum”, con la proyección de una intimidad intelectual como “un monumento de miles de páginas erigido a sí mismo”. Hay que añadir, no obstante, que el epistolario petrarquiano dista de ser un tratado de egocentrismos: está la enciclopedia de su época y la polémica de su tiempo, entregadas ambas en textos ágiles, que “salen al encuentro de la vida diaria”, y que lo mismo “polemizan con los aristotélicos que discurren sobre las más modestas realidades cotidianas”. Algunos pasajes han ganado una fama fundamental: la Carta nueve del segundo libro de las Familiares es una tan extraordinaria como ambigua confesión con claves interpretativas del Cancionero, en tanto que la subida al monte Ventoso o Ventoux (primera carta del libro cuarto) es por sí misma un hito en la historia de la cultura occidental. Subiera o no subiera al monte, es congruente que la excursión viniera impulsada por un noble precedente: leer sobre el ascenso de Filipo V al monte Hemo en Tesalia. Las Cartas sin nombre tendrán un punto más especiado en sus tensas invectivas contra la curia de Aviñón, los lamentos por una Roma “viuda” sin papado y los denuestos contra un gremio teológico que ha fosilizado cuanto de bueno y vivo pudiera haber en la escolástica.

Tanto en el Epistolario como en los poemas queda constancia de su magna empresa intelectual de conciliación de la herencia clásica y la evangélica

Por tradición lectora y filológica, el Petrarca en verso ha sido mucho más cercano al mundo hispánico que el Petrarca en prosa. De hecho, las cuatro mil páginas de este epistolario son más que un matiz contundente a esa imagen arraigada de Petrarca “dedicado (…) a cantar sobre Laura y suspirar de amor”. Como fuere, tanto en el Cancionero como en su Epistolario, Petrarca revela —corregirá ambos hasta el mismo final de su vida— una exigencia de autor que a su vez nos habla de un mundo interior en necesidad de expresión literaria y de un escritor sabedor de que la gloria no le espera en el lugar de la ardua filología. Asimismo, tanto en el Epistolario como en los poemas queda constancia de su magna empresa intelectual de conciliación de la herencia clásica y la evangélica. A este respecto, no es ocioso recordar, como hace el hispanista Matteo Lefèvre, cómo, frente al amor pagano de un Garcilaso, “las razones profundas” que animan su Cancionero, no en vano cerrado con un largo poema a la Virgen, “se centran en la palinodia del sentimiento amoroso”, en lo que también se ha llamado “un recorrido espiritual del pecado a la santificación”.

En su Epistolario esta voluntad de concierto es, más que evidente, fundacional: si los poemas —no muy cariñosamente titulados Rerum vulgarium fragmenta— están escritos en vernáculo, Petrarca escribe sus cartas en latín, en la consideración de que esta lengua era “vehículo apropiado de una cultura integral”. Así, desde “la ciudadela de la razón” ciceroniana, postula que “no hay que desdeñar ningún guía que nos muestre el camino de la salvación”: al mismo Cicerón lo asimila a un apóstol, y se pregunta en qué pueden dañar Platón o el propio Arpinate al estudio de la verdad. “El legado antiguo”, escribe Rico, es para Petrarca “la cultura humana que mejor acompaña las enseñanzas de la religión”. En nuestras miradas a Roma, en definitiva, hemos buscado, a lo largo del tiempo, en todo lo que va de Maquiavelo a Winckelmann o el cardenal Wiseman, extraer verdades políticas a través del estudio de las instituciones, entroncar con una idea de belleza a través del arte o —a través de la arqueología— probar verdades de una religión o, más modestamente, decorar nuestros interiores. Para Petrarca, pionero absoluto de esa mirada, la verdad de la lección antigua está en la dignidad y las posibilidades del lenguaje tanto para la intimidad como para la cosa pública.

Si las cartas de Petrarca siguen vivas no es solo por su vocación de tener por interlocutora a la posteridad, sino por transparentar un estilo intelectual gestado por los humanistas y que aún nos resulta seductor. Dotti dice que “no nos cuesta ver en ellas a Montaigne”. Como “nuevo sabio de los tiempos modernos”, lo vemos abominar de la babilónica Aviñón, disfrutar del campo en Vaucluse (“transalpina solitudo mea iocundissima”), reñir por la política que cree justa y extraer todo el consuelo de la complicidad intelectual de la amistad con los Colonna o los Bocaccio. Quedamos a deberle lo que sus cartas nos enseñan como filtrado de los clásicos, pero si las admiramos es —ante todo— por constituir uno de estos libros que, por así decirlo, son un hombre: un hombre “solo e pensoso”, vuelto a sí mismo, cuya vida se transforma en testimonio por el arte. En cualquier caso, conviene subrayar cómo el genio de Petrarca —ya visto en su faceta propagandística con ocasión de la coronación de 1341— trasciende intimidades y repercute en el ennoblecimiento de los studia humanitatis, que serán ya “elemento propio del vivir aristocrático” y, por tanto, ideal apetecible.

La traducción del Epistolario petrarquiano completo a cargo de Francisco Socas es una de esas gestas que se merece nuestra lengua: no son tan frecuentes —pienso en las obras completas de Ramón, Ortega o Chaves Nogales—, aunque Acantilado reincide ahora tras la edición de otra de las “tres coronas florentinas”, el Dante de la Comedia, en traducción de José María Micó. Por supuesto, el paginado infinito de estas cartas también representa otra de esas gestas lectoras en las que uno —de Proust a la Anatomía de la melancolía, del Port-Royal al duque de Saint-Simon— puede emplear la vida. No cabe duda de que disponer de este Epistolario ajustará a una realidad mayor nuestra mirada sobre Petrarca y su huella, como es propósito del proemio del finado Ugo Dotti. Pero es una belleza particular que aquello que nació como invitación al aprecio de la alta literatura pueda ahora entrar, sin dejar las facultades de Filología, en la biblioteca de cualquier lector que tal vez también espera “una edad más dichosa”.

Epistolario. Cartas familiares. Cartas de Senectud. Cartas sin nombre. Cartas dispersas. Francesco Petrarca. Traducción de Francisco Socas. Madrid: Acantilado, 2023, 4.336 páginas. 148 euros.

sábado, 16 de marzo de 2024

Se ha descubierto en el Tibet una biblioteca secreta, emparedada, sobre budismo tibetano, con obras de hace mil años.

"Monasterio Sakya, la biblioteca de oro del budismo tibetano", Rodrigo Lastreto, 2 de marzo de 2021

Allí encontraron 84.000 sutras y pergaminos escritos a mano en tibetano, sánscrito, chino y mongol; y que cuentan la historia del Tíbet a través del prisma de la filosofía, la ópera, la poesía, la medicina y la geología, entre otras disciplinas.  

Cuando en el año 2003 se encontraron más de 84.000 rollos tras una pared de 60 metros de largo y 10 de alto en el templo budista del monasterio de Sakya nadie podía creerlo. Era una enorme biblioteca de más de 84.000 rollos de escrituras budistas, obras de literatura, filosofía, astronomía y otras ciencias que habían permanecido ocultas e intactas durante cientos de años en el principal santuario sagrado de la secta Sakyapa, una de las últimas sectas de viejas escuelas no reformada de origen indio. Estábamos en presencia de la biblioteca de oro del budismo tibetano.

Estas maravillas se hallaron escondidas detrás de una pared de 600 metros cuadrados en el gran salón de rezos, en una habitación fría, oscura y, sin embargo, extremadamente notable. Allí se encontró una única estantería que albergaba alrededor de 84.000 sutras y pergaminos escritos a mano en tibetano, sánscrito, chino y mongol; y que cuentan la historia del Tíbet a través del prisma de la filosofía, la ópera, la poesía, la medicina y la geología, entre otras disciplinas. Los ejemplares más antiguos tienen más de 1.000 años y cuenta la leyenda que esta estantería podría sostener todo el monasterio por sí sola incluso si los otros muros se derrumbaran.

El Monasterio Sakya (también conocido como Pel Sakya; “Tierra Blanca”) es un monasterio budista situado a 25 km al sureste de un puente que está a unos 127 km al oeste de Shigatse en la carretera a Tingri en el Tíbet; así que llegar allí no es fácil (pero sin duda que valdría la pena el esfuerzo). Es la sede de la escuela Sakya (o Sakyapa) de budismo tibetano y fue fundado en 1073 por Konchok Gyelpo. Después del levantamiento de Lhasa del 10 de marzo de 1959 para proteger al 14º Dalai Lama del Ejército de Liberación del Pueblo Chino Comunista, la mayoría de los monjes del Monasterio Sakya se vieron obligados a irse. Dice Dawa Norbu (politólogo y Profesor de Estudios Asiáticos): “Anteriormente había unos quinientos monjes en el Gran Monasterio Sakya, pero a finales de 1959 sólo quedaban 36 monjes ancianos”. La mayoría de los edificios del monasterio están en ruinas , porque fueron destruidos durante la Revolución Cultural.

Todos los libros de la biblioteca sobrevivieron ilesos a la Revolución Cultural comunista en la última década del gobierno de Mao Zedong de 1966 a 1976 (aunque la mayoría de los monjes del monasterio se vieron obligados a irse) ya que la entrada estuvo sellada y sin tocar durante varios cientos de años. En la actualidad, los textos todavía están siendo descifrados por científicos de la Academia Tibetana de Ciencias Sociales.

Los libros están envueltos parcialmente en pañuelos de seda. Solo el clima frío, a una altitud de 4.280 metros, protege las obras de la descomposición. Pero un libro muy especial se guarda en una vitrina: contiene las enseñanzas de Buda, así como los registros de su vida. El libro tiene 700 años y unas dimensiones impresionantes: dos metros de largo, un metro de ancho y ochenta centímetros de grosor. Por lo tanto, sus páginas deben pasarse con ocho personas. También se necesitan ocho personas para llevarlo ya que es considerado el libro budista más grande del mundo con un peso asombroso de 500 kg. Y todas sus páginas están escritas a mano con letra dorada.

viernes, 1 de diciembre de 2023

Análisis de libros, portales en Internet

¿Dónde puedo encontrar crítica literaria y análisis crítico detallado de libros premiados, orientados a adultos instruidos?

Estos son algunos entre los mejores:

Crítica de libros (contiene reseñas y recensiones de libros clásicos de todas las culturas y épocas)

Revista de Libros (Contiene reseñas y recensiones de libros más actuales)

El Cultural (suplemento cultural del diario madrileño El Mundo. Contiene reseñas y recensiones de libros actuales agrupados por géneros, y además tiene secciones dedicadas a otras ramas de la cultura)

TodoLiteratura (Contiene reseñas y recensiones por géneros y temas, y además permite suscribirse a su boletín de novedades en línea)

lunes, 7 de agosto de 2023

¿Qué libros ya no existen en el mundo?

 ¿Qué libros ya no existen en el mundo?

1.Los que se inventan escritores de ficción como Lovecraft y seguidores.

2.Los que desaparecieron por las escasas copias que existían de ellos

3.Los que se destruyeron en diversos bibliocaustos desde que el primer emperador de China empezó la costumbre.

4.Los que perecieron en expurgos de bibliotecas o resquebrajó y quemó la lignina ácida de su papel.

5.Aquellos que exponían materias tan vergonzosas, secretas, peligrosas o esotéricas que quien los leía luego los quemaba.

,6. Los que eran tan malos, aburridos o breves o eran de material tan deleznable y degradable que se leían y se tiraban a la basuras.

7.Los que se comieron los xilófagos.

8. Los que se escondieron tanto que ya nadie sabe donde están.

9. Los que están tan mal catalogados que nunca han sido identificados correctamente y por tanto no han sido retirados de una biblioteca y leídos.

10. Los que aguardan en algún sótano de una casa abandonada mientras los devoran las ratas y el olvido o los que cuyo papel sirve para ser reciclado en otro libro.

11.Algunos que escribieron los hebreos y cita la Biblia, u hombres y mujeres que nunca salieron de casa y nunca importaron a nadie, de modo que sus herederos tiraron sus obras a la basura o las dieron al trapero.

12. Aquellos que reseñaban Stanislaw Lem o Borges.

13. Los libros que consultamos en las estanterías de los sueños

14. Los del cementerio de los libros olvidados de Ruiz Zafón.

15. Los que fueron censurados tan a fondo por el Index librorum prohibitorum que ya no queda ni un renglón.

16. Los que por carecer de título, autor o partes y muchas páginas esenciales ni siquiera sabemos nombrar y están reducidos a los harapos de unos cortos fragmentos, citas o escuetos epítomes.

17. Los que están escritos en una lengua desaparecida, desconocida o con una clave indescifrable, o se encuentran en la Biblioteca de Babel de Borges.

18. Los que hay en los llamados '"infiernos" de las bibliotecas y en los archivos secretos del Vaticano.

19. Los que quemó Pepe Carvalho.

20. Los que no salvó del olvido el gran libro de Fernando Báez.

21. Los manuscritos únicos que quemaban los escritores y artistas bohemios de Henri Murger a la fuerza para calentarse del frío en su ático-buhardilla parisino expuesto a los cuatro vientos.

22. Los que fueron tan refundidos, adaptados, resumidos, ampliados, corregidos, interpolados, deturpados, traducidos, censurados, reelaborados y reescritos en la India, China y Egipto que ya nadie sabe quién o quiénes los escribieron, donde empiezan o acaban, qué les sobra o falta y de qué trataban al menos en algunas de sus versiones.

23. Las caras ediciones únicas y manuscritos robados que no pueden enseñarse por razones obvias o que poseen coleccionistas chalados como algunos que yo me sé.

24. Los que perecieron en Bagdad, Alejandría y Córdoba.

25. Los borradores que se quemaron en la torre china de Changshá.

26. Los que rechazan todas las editoriales.

27. Los que no llegaron a publicar los heterónimos de Fernando Pessoa.

28. Todo aquel que alguien escribió para sí mismo.

29. Aquellos a los que se cambió el título y ya nadie sabe identificar.

30. Los que Cervantes dijo que quería escribir en la dedicatoria del Persiles, poco antes de morir: Las semanas del jardín, el Bernardo, la Segunda parte de la Galatea.

31. Las copias únicas de piezas teatrales que se quemaron en el teatro del Globo, en Londres.

jueves, 4 de mayo de 2023

Glosario de términos librarios

De Iberlibro:

A

Ajustado

Unión estrecha de un libro, lo que dificulta su apertura. A medida que el libro se utiliza, la unión se va aflojando.


Anverso

Página de la derecha de un libro.


Apéndice

Material complementario o adicional situado generalmente al final de un libro.


Apócrifo

Obra cuya autenticidad o autoría está en duda. También son apócrifos los libros de la Biblia que no están en el canon admitido por la Iglesia.


Audiolibro

Cassette, LP, CD, archivos de audio u otro modo de registro en el que una voz lee el texto de un libro.


B

Barbas

Término para denominar los bordes del libro no cortados o sin cortar.


Biblio

Del griego, correspondiente al libro.


Bibliófilo

Un enamorado de los libros. Persona aficionada a las ediciones originales, más correctas o más raras de los libros.


Bibliofobia

Tener miedo a los libros.


Bibliografía

Lista sistemática de libros y otras obras que pertenecen a un determinado tema.


Bibliópata

Un bibliófilo para el que el amor por los libros se ha convertido en una obsesión (incluye libreros y coleccionistas).


Braille/Grandes caracteres

Libro impreso con letras grandes para personas con discapacidad visual.


Bucarán

Paño de lino pesado utilizado en la encuadernación. A menudo es almidonado o recubierto con un material protector.


C

Cabeza

El borde más alto del lomo de un libro. El margen superior de una hoja, cubierta o guardas. También se conoce como la parte superior.


Cajo

El margen interior de las hojas de un libro encuadernado.


Camisa

Sobrecubierta de papel.


Canto

Las superficies exteriores de las hojas de un libro.


Canto delantero

El borde frontal del bloque de texto, que se opone al lomo.


Carta autógrafa

Carta escrita a mano.


Carta autógrafa firmada

Carta escrita a mano y firmada por el escritor.


Cartoné

Cartón rígido cubierto de papel.


Chapbook

Libro impreso a bajo precio en puestos ambulantes en los siglos XVIII y XIX.


Cinta de registro

Una banda de tela decorativa, a veces de color o varios colores integrada en el lomo de un libro. Se utiliza para marcar las páginas.


Clasificación estado de las encuadernaciones

Sistema americano de clasificación mediante letras referido al estado de la encuadernación de una obra. El "grado A" corresponde a los libros sin leer, no existiendo sellos de librería en los bordes o en la portada. Por lo general, resultan muy difíciles de encontrar. El "grado B" se refiere a libros ligeramente arrugados en el lomo. El "grado C" corresponde a libros con pliegues en el lomo y/o en las puntas de la cubierta. Básicamente, es una copia única del lector.


Cobertura

Cubiertas de tela originales. Por lo general, incluye el lomo que se une al libro al encuadernar éste. Normalmente se construyen como páginas. También se refiere a las portadas de los libros, realizados originalmente en tablas, pero en estos casos las tapas suelen situarse en sus posiciones correctas.


Códex

Libro anterior a la invención de la imprenta. Se denomina códice (del latín codex, -icis, 'tablilla de madera encerada para escribir' y posteriormente 'libro') a un documento con el formato de los libros modernos, de páginas separadas, unidas juntas por una encuadernada. Aunque técnicamente cualquier libro moderno es un códice, este secundario término latino se utiliza comúnmente para libros escritos a mano, manufacturados en el periodo que abarca desde finales de la Antigüedad preclásica hasta el fin de la Edad Media.


Colación

Técnicamente, consiste en el examen y la anotación de la constitución física de un libro. Al comprobar la presencia de cada hoja o página, un libro puede ser cotejado de forma más completa.


Colofón

Inscripción o emblema que identifica la imprenta o el editor al final de un libro. También incluye el número de tirada y el escudo del impresor.


Comentarios

Comentario sobre una revisión, realizado a menudo por otro autor y elogiando el libro en particular. En general, va impreso en la envoltura de polvo o las cubiertas de una copia de prueba, o en una banda envolvente.


Como nuevo

Término que indica que un determinado libro está en la misma condición que cuando se publicó originalmente.


Copia asociada

Libro perteneciente o con anotaciones del autor o persona cercana al autor (persona famosa o notable) o alguien ligado al contenido de la obra. Debe contener pruebas documentales de su asociación, como el ex-libris del autor.


Copia de enlace

Un libro que tiene que ser encuadernado y su valor reside en la encuadernación. En este tipo de copias las hojas deben estar intactas.


Copia de lectura avanzada

Copia destinada a revisores y/o vendedores de libros, ya sea con la portada final o de juicio. Por lo general, esta copia es tal y como aparecerá en las librerías y se diferencia de la prueba no corregida.


Copia dedicada

Copia del libro firmada por el autor a la persona a quien está dedicado el libro.


Correcciones

Cambios y correcciones entre las diferentes copias de un mismo título. En general, los coleccionistas prefieren la primera copia.


Corte

Muchos libros modernos son tapizados después de su unión. Esta acción se refiere al "corte" del libro.


Cortes de un libro

Un libro tiene tres cortes: superior, pie y delantero (arriba, abajo y derecha. A la izquierda está el lomo o lomera). El término “canto” no se refiere al corte del libro, sino a los cantos de la encuadernación, que pueden ir decorados con un hilo o rueda dorado. El contracanto está dentro de las cubiertas (tapas) de la encuadernación (pegado al canto pero por dentro de las tapas) y puede ir también decorado con oro igual que los cantos. En el caso de que no vaya dorado pero lleva la huella del dibujo que decora los cantos o los contracantos (con los hilos o ruedas) se llama gofrado. La diferencia está en que utilicemos o no película de dorar o de colores a la hora de decorar el libro con los hierros (hilos, ruedas, florones). Las cubiertas individualmente se llaman planos también.


Cortes dorados

La aplicación de dorado a diversos bordes en un libro. Se pueden dorar o tintar los tres cortes. Frecuentemente se dora o tinta solo el corte superior para proteger al libro del polvo y los parásitos.


Corto de márgenes

Un adjetivo que indica que las páginas se han reducido a un tamaño menor que cuando se emitió originalmente.


Costado

Hoja de papel simple impresa por lo general por un solo lado.


Cuadernillos

Un grupo de hojas dobladas juntas que se coserán o pegarán a la encuadernación


Cubiertas deslucidas/desvaídas

El color de algunas cubiertas de los libros desaparece o se vuelve menos intenso cuando se expone a la luz.


Cubiertas/Tapas

Cada una de las partes, anterior y posterior, que cubre los pliegos de un libro.


Cubiertas originales

Cubiertas originales con las que un libro fue publicado.


Curvatura

Condición que resulta de almacenar un libro en un estante de modo que se inclina y se apoya contra su vecino o un lado de una estantería. La gravedad deforma la encuadernación de los libros. "Curvatura" también se refiere a un libro en el que el lomo no queda en ángulo recto con las cubiertas.


D

Dedicatoria

Nota personalizada escrita y firmada por el autor en forma de dedicatoria.


Descatalogado

Libro que ha dejado de imprimirse.


Desencuadernado

Término referido a un libro o folleto, una vez encuadernado, al que se le ha quitado el lomo.


Desgastado

Adjetivo para describir el desgaste sufrido por un libro en los bordes de las tapas de éste.


Dorado

Una aplicación delgada de decoración de oro. Estos dorados se puede aplicar a las tablas, el lomo e incluso los bordes.


Dorado en el corte superior

Los bordes superiores de las páginas se han cubierto con pan de oro o material dorado.


Doceavo

Tamaño de papel o libros que resulta de hacer doce partes de un pliego


E

Edición

Todos los ejemplares de un libro impreso a partir de las mismas placas o de la misma composición tipográfica. Añadidos, cambios y revisiones se realizan en una nueva edición.


Edición Club del Libro (BC, AC)

Edición especial de un libro por lo general impresa para un club de libros. Estas copias suelen contener las palabras "Edición Club del Libro" impreso en la parte inferior derecha de la tapa frontal. Los clubes de lectura no son exclusivamente un fenómeno estadounidense, ya que también existen numerosos clubes de lectura en España.


Edición comercial

La edición de un libro destinado al público, a diferencia de una edición limitada.


Edición definitiva

La versión más autorizada de una obra.


Edición ilegal/"pirata"

Cualquier edición de una obra publicada sin el permiso o consentimiento del autor y sin el pago correspondiente de derechos de autor.


Edición internacional

Un libro de texto que se ha publicado fuera del país de producción original.


Edición limitada

Libro cuya publicación está limitada a un determinado número de copias, a menudo numeradas y firmadas por el autor y/o ilustrador.


Edición original

La primera edición correcta para cualquier título que se da, generalmente indicado por el país de origen inicial de la primera fecha de publicación.


Editado (ed.)

Preparado para su publicación, un libro que ha sido corregido por un editor.


Editor

Una persona que reúne material para un libro, supervisa el texto escrito por otros, y/o hace que el texto sea más legible.


Ejemplar

Una copia de una edición en particular.


En dieciseisavo (16mo)

Libro de pequeñas dimensiones. Cada hoja de papel es doblada en cuatro ocasiones creando así 16 hojas (32 páginas). Tamaño de 12 cm.


Encuadernación

Cobertura que recubre el bloque del libro. Puede ir ilustrada.


Encuadernación con cola

Encuadernación utilizada en libros con demasiadas páginas para grapar. Los bordes de la página son pegados entre sí y posteriormente se coloca la encuadernación.


Encuadernación con espiral

Alambre de metal o plástico en espiral que se enrosca a las hojas perforadas que componen un libro.


Encuadernación con estampado decorativo

Impresión muy detallada estampada en la cubierta y/o lomo de un libro.


Encuadernación de lujo

Un libro que ha sido restaurado o encuadernado con el fin de aumentar su valor.


Encuadernación en rústica/Rústica

Encuadernación de papel, generalmente fuerte que se utilizó especialmente en los libros publicados a partir de 1930.


Encuadernado

Libro con una cubierta de cualquier tipo o publicación periódica que tiene una cubierta que no sea su cubierta de publicación.


Entrega/Fascículos

Consiste en la publicación una obra por partes y de forma periódica, habitualmente mensual y en formato de revista.


Errata

Equivocaciones o errores. Por lo general se encuentran en la parte "fe de erratas", una pequeña hoja de papel colocado en un libro por un editor que descubrió los errores antes de su publicación.


Esquinas

Ángulos rectos en los bordes de la portada y la contraportada de un libro de tapa dura.


Etiqueta del libro

Etiqueta que indica la propiedad del libro.


Ex-libris

Un ex libris es una marca de propiedad que normalmente consiste en una estampa, etiqueta o sello que suele colocarse en el reverso de la cubierta o tapa de un libro, y que contiene el nombre del dueño del ejemplar o de la biblioteca propietaria. El nombre del poseedor va precedido usualmente de la expresión latina ex libris (o también frecuentemente ex bibliotheca, o e-libris), aunque es posible encontrar variantes.


Expurgado de biblioteca

Un término usado para indicar un libro que una vez fue de una biblioteca pública. Por lo general se identifica con una o más marcas de la biblioteca, como estampados, los bolsillos de tarjetas, números de catalogación, etc.


F

Faja

Elemento rígido de la cobertura de la mayoría de los libros modernos. Tira estrecha de papel que rodea un libro o las portadas y que contiene información sobre el libro.


Fatiga

La pérdida de papel o tela causada por un desgaste lento y constante, en oposición a un astillado o desgarro.


Fatigado/cubierta deslucida

Libro desgastado en el lomo o los bordes como resultado de la fricción.


Fecha de publicación

Fecha en la que un título es oficialmente puesto a la venta.


Firma del anterior propietario

Nombre inscrito por el último dueño del libro.


Firmado

Un libro que el autor ha autografiado.


Folio

Tiene varios significados: (1) una hoja numerada en la parte delantera, (2) el mismo número, y (3) un libro de tamaño folio.


Frontis/Frontispicio

Una ilustración al comienzo de un libro, por lo general frente a la página del título. También cuando la contraportada va orlada e ilustrada.


G

Galerada/Prueba de galera

Prueba de la composición, sin ajustar, que se saca para corregirla. A veces denominada "pruebas de galera". Largas hojas de papel donde se realiza una primera prueba de la impresión.


Grabados

Llamamos "grabado" a la técnica de impresión que consiste en crear un dibujo sobre una superficie rígida (matriz). Gracias al uso de tinta, la imagen será transferida por presión a otra superficie como papel o tela, pudiendo obtener así varias reproducciones. Ver grabados.


Gran folio

Un libro de gran tamaño, de más de 40 cm.


Guardas

Las hojas de papel pegadas en las cubiertas interiores, que unen el bloque del libro a las cubiertas. Sirven para proteger el interior de la encuadernación.


H

Hoja conjugada

Página impresa con la segunda mitad no cortada.


Hojas de cortesía

Hojas en blanco que se coloca al principio y al final del libro. En ediciones de lujo o especiales se pueden colocar dos o más.


Holandesa

Un libro con el lomo y parte de la cubierta en piel.


Holandesa con puntas

Un libro en el que el lomo y las esquinas son de un material diferente (con frecuencia de piel) que el resto de las cubiertas.


Hológrafo

Que está escrito de puño y letra por el autor.


I

Iluminación

Decoración aplicada a mano en oro, plata o pintura de color.


Ilustración

Un diseño, imagen, placa, el plan, diagrama, un gráfico o mapa impreso en el texto.


Imprenta privada

Imprenta de pequeñas dimensiones propiedad de una persona, generalmente dedicada a la producción de pequeñas cantidades de ejemplares.


Impresión

Proceso y resultado de imprimir.


Impresión bajo demanda

Tecnología de impresión digital que permite la impresión y encuadernación de un libro completo, frente a la impresión tradicional que requiere la producción de un número mínimo de copias. La impresión bajo demanda permite adecuar la impresión al pedido.


Inclinado

Condición de las cubiertas de los libros de tapa dura. Las tapas de libros modernas son sensibles a la presión, a diferencia de las tapas de libros antiguos que eran realizadas con adhesivo sensible al gua.


Incunable

Se dice de toda edición hecha desde la invención de la imprenta hasta principios del siglo XVI.


Índice

Listado alfabético de nombres o temas mencionados en un libro, con sus números de página. Para las publicaciones seriadas y revistas, el índice se publica generalmente después de que el volumen haya sido completado por lo que suele ser incluido en la última edición.


Integral

Hoja o página que forma parte de un todo. Se trata de la hoja o página que es cosida y encuadernada al libro durante su fabricación..


Intonso

Libro sin abrir en sus pliegues o pliegos.


L

Libro "en rama"

Libro que ha sido impreso, doblado, compuesto y cosido, pero aún no encuadernado. (no confundir con "Libros en bloque")


Libro electrónico (E-book)

Archivo informático que contiene todo el texto de un libro. Hay muchos tipos diferentes de archivos de libros electrónicos y algunos pueden ser de sólo lectura con un lector electrónico específico (de Amazon Kindle, etc.), mientras que otros se puede leer en cualquier ordenador, asistente personal digital o lector digital.


Libro en octavo

El libro de bolsillo más común. Los tamaños varían de un país a otro: Alemania hasta 25 cm, Italia entre 20 y 28 cm, Reino Unido 23 cm y España 16 cm.


Libros antiguos

Por libro antiguo se entiende los libros impresos antes del 1800, 1820 o 1850. No hay unanimidad sobre la fecha, pero en general son los libros del S.XIX para atrás. En purismo, algo es antiguo cuando tiene 100 años.


Libros de bloque

Libros realizados a mediados del 1400 en Alemania y los Países Bajos en el que las imágenes y el texto explicativo fueron impresos a partir de bloques de madera. No confundir con un "bloque de libro".


Lomera

Cobertura del lomo del libro.


Lomo

Parte del libro opuesta al corte de las hojas. / Parte exterior flexible con función de unión.


Lomo plano

Un libro que ha mantenido su forma original y no muestra el redondeo del lomo.


M

Mancha

Polvo o suciedad causada por la manipulación.


Mancha de agua

Mancha de agua u otros líquidos en la portada de un libro o en sus hojas. Puede causar decoloración y disminución del tamaño de las hojas.


Manchas de humedad

Mancha en la cubierta o en las hojas de un libro causada por la humedad o la transpiración.


Manoseado

Páginas de los libros que han sido dobladas en las esquinas. Para algunos lectores es la forma de marcar el punto de lectura de un libro.


Manuscrito

Forma original de una obra, tal y como fue creada por el autor. Inicialmente a mano, pero también se acepta en la actualidad como original aquella primera versión en ordenador.


Manuscrito firmado

Manuscrito escrito a mano por su autor.


Marca de agua

Marca distintiva incorporada al papel verjurado. Se crea mediante la incorporación de un diseño en la bandeja de malla de alambre que se instala en la pulpa.


Margen

Espacio en blanco que rodea el texto en una página. Entre los libros antiguos, los márgenes pueden adoptar una amplia gama de tamaños.


Marroquín

Tipo de cuero hecho de piel de cabra. Resulta especialmente adecuado para la encuadernación gracias a su belleza y durabilidad.


Media piel

Un término que indica que el lomo y las esquinas de un libro están encuadernados en piel, mientras que el resto de la encuadernación puede ser de tela o papel.


Media tela

Cubiertas en papel o cartón con el lomo encuadernado en tela.


Modelo

Maqueta de un libro usado por los vendedores a finales del siglo XIX y XX para mostrar a los posibles compradores cómo se verá el libro. Por lo general, cuentan con una página con título, 10 o 20 páginas de texto y, a continuación, páginas en blanco para llenar el resto de la unión.


Mosaico

Encuadernación artística con incrustaciones.


Monografía

Obra, por lo general breve que trata un único tema. Generalmente se emite en forma de folleto.


N

Nervios del lomo

Protuberancias en el lomo que ocultan el alambre que une las cubiertas.


Notas al margen

Notas escritas en los márgenes de una página alrededor del texto. Frecuentemente utilizada por los estudiantes y otras personas en el estudio de un texto.


Nuevo

El libro está en la condición exacta como cuando salió de la imprenta.


Número

Ejemplar de una publicación periódica.


O

Offset

Procedimiento de impresión en el que la imagen entintada es traspasada a un rodillo de caucho que, a su vez, la imprime en el papel.


Oscurecimiento/Tostado

Resultado de la exposición a la luz de los libros. El color se oscurece o se hace más intenso.


P

Página

Lado de una hoja. La parte frontal de la una se denomina "anverso" y la parte del revés "reverso".


Papel artístico

Papel pintado a mano


Panfleto/Folleto

Una obra pequeña separada emitida en series.


Papel biblia

Papel extremadamente fino y relativamente opaco utilizado con el fin de reducir al máximo el tamaño de un libro y hacerlo más manejable.


Papel mármol/decorado al agua

Patrón de decoración que imita la textura del mármol. Se utiliza para las guardas en el encuadernado de un libro.


Papel vegetal

Un envoltorio de papel transparente de polvo.


Papel verjurado/vergueteado/listado

Elaboración especial del papel de buena calidad que se caracteriza en su acabado por la aparición de unas leves marcas transversales de grosor variable en su superficie, visibles incluso al trasluz.


Papel vitela

Una fina capa de la piel especialmente preparada de ternera, cordero o cabrito utiliza para escribir o imprimir, o para la portada.


Papel vitela/"Japón"

Papel liso, brillante, hecho a imitación de pergamino, por lo general un color marrón claro. El papel vitela es un papel que imita la vitela (piel animal) en la que se escribían los manuscritos, sobre todo en la edad Media. El papel "Japón" es otro tipo de papel.


Pasta española o valenciana

Cuando las tapas y el lomo de un libro se cubren con piel de cordero o cerdo, teñida de color marrón claro. Para la pasta valenciana la piel se arruga antes de teñirla creándose un jaspeado más intenso.


Pie

Margen inferior de una hoja o cubierta


Pliegue

Curvatura permanente de una página o sobrecubierta.


Página del título

La página del título, cerca del principio del libro, enumera el título y el subtítulo del libro, los autores, editores, y/o contribuyentes, la editorial y a veces el lugar y fecha de publicación. La información de la página del título debe ser utilizado para la catalogación (no la página de medio título o cubiertas).


Portadilla/anteportada

Es la hoja anterior a la portada, puede ir en blanco, aunque se suele imprimir el título del libro en caracteres abreviados o más pequeños que el de la portada.


Prefacio

Declaración introductoria del autor u otra persona.


Primera edición

Por lo general utilizado por los distribuidores de libros y coleccionistas en el sentido de la primera aparición de una obra en forma de libro o folleto, en su primera edición.


Primera edición comercial

La edición producida para la venta comercial en general, a diferencia de una edición limitada.


Primera edición separada

La primera aparición como un libro o un folleto completo de una obra que ha aparecido anteriormente como parte de otro libro.


Primera y segunda impresión antes de la publicación

Esto indica que el editor ha tenido éxito en la promoción del libro y tenía más pedidos antes de la fecha de publicación que la cantidad de la primera impresión comprenderá. Por tanto, una segunda impresión fue ordenada. No es la primera edición.


Primeros libros modernos

Por lo general, se refiere a todos los libros publicados a partir de 1901. No obstante, se trata de un término controvertido puesto que cada país adopta una fecha diferente como fecha de referencia.


Propiedad

Derechos de propiedad de una determinada obra.


Prueba

Prueba de galera o prueba no corregida.


Puntos/manchas de óxido

Manchado del papel causado por una reacción química Generalmente se encuentran en libros del siglo XIX, particularmente en los grabados de acero del período.


Puntos de polilla

Los agujeros pequeños que resultan de las larvas de los escarabajos o gusanos.


R

Raro

Título con escasos ejemplares.


Rayado

Similar al fatigado, pero con mayor desgaste.


Recto

Página de la derecha de un libro abierto (anverso).


Reencuadernado

Cuando las tapas de un libro han sido reemplazadas. Esto puede ocurrir como resultado de daño o porque el dueño simplemente le gustaban más las nuevas tapas.


Reforzado

Libro cuyo lomo ha sido reparado y reforzado, a menudo a través de cosidos.


Reimpresión

Impresiones sucesivas a la primera impresión de un libro. Generalmente, el texto se mantiene sin cambios para cada re-impresión, pero puede ser actualizada para una nueva edición.


Restos de edición o saldos (depende de la cantidad)

Exceso de existencias de un título. Un editor puede deshacerse de su exceso de existencias mediante la venta "en saldo".


S

Separata

Impresión por separado de un artículo o capítulo publicado en una revista o libro.


Serie

Un grupo de volúmenes con un tema común emitidos en la sucesión por un solo editor.


Sin desbarbar

Las páginas del libro completo no han sido reducidas a una superficie uniforme.


Sin fecha de publicación

Libro en el que no se hace mención a la fecha de publicación.


Sin lugar de publicación

Libro en el que no se hace mención al lugar de publicación.


Sin paginar

Las páginas no están numeradas.


Sobrecubierta

Segunda cubierta con papel decorativo que se pone a un libro para proteger la encuadernación.


Sombra

Cambio de color de una hoja causado por el uso de adhesivos, cinta, etc. La decoloración puede ser causada por una reacción química del adhesivo o de una diferencia en la exposición al sol.


T

Talón

Tira estrecha de papel, indicio de que una hoja ha sido cortada.


Tejuelo

Etiqueta de piel adherida al lomo con titulo y autor.


Tela protectora

Fina capa protectora colocada sobre una ilustración.


Tela

Libro encuadernado en tela. La cubierta puede ser de lino, bucarán u otro textil.


Tela estampada

Encuadernación de tela decorada con motivos en relieve.


Tirada

Normalmente se usa para describir una edición limitada, numerada y fechada.


Troquelado

Proceso en el que se recortan formas del papel lo que permite a los editores poner "ventanas" o cambiar la forma de una página o libro.


V

Verso

La página de la izquierda de un libro abierto.

viernes, 17 de julio de 2020

Escritores hablando de escritores

Día del libro: Lo que los escritores piensan de otros escritores

MANUEL LLORENTE, El Mundo, 22 ABR. 2018 04:05

Cuenta Mario Vargas Llosa que la lectura de Madame Bovary, cuando tenía 23 años, le cambió la vida. En el verano de 1959 se encontraba en París con poco dinero y la promesa de una beca, pero tenía lo suficiente como para comprarse el libro de Flaubert que devoró en el hotel Wetter hasta terminarlo. Parece ser que de un tirón. Algo parecido le ocurrió a Antonio Muñoz Molina. En 2013, escribió, no tenía noticias de James Salter pero abrió Años luz y estuvo leyendo sin parar la novela hasta que al día siguiente acabó con ella. La pasión con que estos dos escritores contagian su entusiasmo por un autor o un libro es impagable. No sólo sugieren sino que te convencen de que debes leer a tal autor o tal libro con la fe de un converso. Vargas Llosa reunió en La verdad de las mentiras (Suma de letras) algunos de los títulos clave de la narrativa de los siglos XIX y XX. En 10/20 páginas persuade de la necesidad de leer Lolita (Nabokov), Sostiene Pereira (Tabucchi), El corazón de las tinieblas (Conrad), La señora Dalloway (Virginia Woolf), El extranjero (Camus), Dublineses (Joyce)... con un lenguaje claro, directo, imbatible. ¿Que alguien no tiene claro qué libro empezar? Aquí está no una sino hasta 35 posibilidades.Fernando Aramburu firmó con Las letras entornadas (Tusquets) un peculiar libro: cada jueves visitaba a un hombre anciano, casi ciego, en su ático y allí, con una botella de vino que compartían, iban hablando de Cernuda, Thomas Mann, Gabriel Celaya, Ramiro Pinilla o Mercè Rodoreda. A través de estas páginas nos enteramos también de que el primer libro que leyó Aramburu fue Lazarillo de Tormes en la "edición económica Austral" y cómo mediante el duro que le daba su abuela Juana Goicoechea fue comprándose tebeos en una librería del barrio de El Antiguo, de Roy Rogers o El Llanero Solitario y luego El gran torbellino del mundo, de Pío Baroja, Larra, Bécquer (siempre en Austral). Más tarde fue profesor en Alemania durante 24 años y con el tiempo surgiría Patria.También de San Sebastián es Fernando Savater, acérrimo defensor de los clásicos que han sido consuelo y cobijo en nuestra infancia. No ahorra adjetivos el catedrático de Filosofía y uno de los más grandes divulgadores (y no sólo) de la literatura de aventuras. En La infancia recuperada (Taurus) da buena cuenta de ello. Allí se agolpan Tolkien, Julio Verne y Emilio Salgari, pero también Richmal Crompton, Daniel Defoe y Zane Grey. Y Jack London y sir Arthur Conan Doyle. Y Karl May, del que escribe: "El lector de Karl May se encuentra en la estupenda disposición del perfecto aficionado literario a la aventura: saber que en cada página va a pasar algo y que ese algo puede ser cualquier cosa". De Savater también cabe mencionar Aquí viven leones. Viaje a las guaridas de los grandes escritores (Debate), firmado con su mujer, Sara Torres, su particular viaje por los lugares que habitaron Shakespeare, Leopardi, Agatha Christie, Valle-Inclán o Stefan Zweig. Y quien quiera lograr una brújula con la que adentrarse por los universos de todas las artes que interesan e inquietan al poeta y periodista de EL MUNDO Antonio Lucas, no hay como sumergirse en Vidas de santos (Círculo de Tiza). El "príncipe de los poetas", como le bautizó hace ya años Raúl del Pozo, ató algunos artículos publicados en este periódico por los que van y vienen su Arthur Rimbaud, Félix Francisco Casanova, Carson McCullers, Anaïs Nin, Sánchez Ferlosio y Carlos Oroza: "Era el beat de la bohemia de los cafés. El poeta que escribía prendiendo un barreno de dinamita (...), Carlos Oroza, vivía con una dieta de saimazas que nunca pagaba. Algunos días echaba el lazo a una estudiante con los dedos manchados de boli y entonces cambiaba el registro del cortado largo de leche por unas espinacas rehogadas en El Comunista".

Un sabio de las letras es/fue Vladimir Nabokov, que jamás tejió una frase que no hubiera escrito antes (ni siquiera para las entrevistas). Fruto de su trabajo como profesor en las universidades de Wellesley y Cornell (EEUU) se recogieron sus lecciones de clase en Curso de literatura rusa (Chejov, Tolstoi, Dostoyevski...) y Curso de literatura europea (Austen, Dickens, Proust, Kafka...), los dos títulos en Ediciones B. Puede que no se comulgue con todas sus ideas (sus recelos sobre el Quijote, por ejemplo), pero ahí están.La recuperación de series de artículos publicados anteriormente en prensa y luego editados en libros permite recuperar textos perdidos. Es el caso de la galería de personajes que Manuel Vicent reunió en Los últimos mohicanos (Alfaguara). Por allí desfilan, a su particular modo, Azorín, Umbral, Gómez de la Serna, González-Ruano, Vázquez Montalbán o Chaves Nogales. Javier Marías nos acerca en Vidas escritas (Debolsillo) a la obra de escritores conocidos o no tanto a través de algunas de sus peripecias vitales, otro modo de adentrarnos en los complicados y curiosos autores tan dispares como Lampedusa, Djuna Barnes, Adah Isaacs Menken, Mishima, Laurence Sterne o Faulkner ("Quiere la leyenda cursi de la literatura que William Faulkner escribiera su novela Mientras agonizo en el plazo de seis semanas y en la más precaria de las situaciones, a saber: mientras trabajaba de noche en una mina, con los folios apoyados en la carretilla volcada y alumbrándose con la mortecina linterna de su propio caso polvoriento").Hace una semanas hubo noticias (escasas) de Philip Roth, ya retirado voluntariamente de la literatura. Contaba sus numerosas lecturas, sobre todo de Historia, pero para nuestro consuelo pueden conseguirse las entrevistas que mantuvo en su momento con algunos de sus compañeros de armas más próximos (El oficio: un escritor, sus colegas y sus obras, Seix Barral), muchos ya fallecidos: Primo Levi, Aharon Appelfeld, Saul Bellow, Mary McCarthy, Bruno Schulz, Malamud o Edna O'Brien.Y quien logre hallar Los hechiceros de la palabra (edciones m.r.), de Montserrat Roig, tendrá un tesoro. La escritora recopiló unas atrevidas, respetuosas y sugerentes entrevistas a personajes como Llorenç Villalonga (un encuentro inquietante), Benet (la tensión entre ellos se palpa) o Josep Pla ("sus palabras resultan fehacientes, fecundas, vivas"). El periodista Xavi Ayén aunó en el volumen La vuelta al mundo en 80 autores (librosdevanguardia) a un buen puñado de autores que fue entrevistando y que suponen todo un referente: Günter Grass, Imre Kertész, Lawrence Ferlinghetti, Wislawa Szymborska, Naguib Mahfuz, E.L. Doctorow, Haruki Murakami, Toni Morrison...Hay que tener, también, muy en cuenta el libro Hablan los escritores (Kairós), pues además de un largo encuentro (a veces en varios momentos) con el autor se incluye una introducción que siempre viene bien. Una breve lista que habla por sí sola: Ezra Pound, T.S. Eliot, Hemingway, Saul Bellow, Norman Mailer, Henry Miller, Evelyn Waugh... Y en otro volumen de la misma editorial, Conversaciones con escritores, la nómina se amplía: Robert Graves, Steinbeck, Kerouac, Burgess, Updike...La poeta Ana Maria Moix vivió aquella Barcelona irrepetible de los 60 y 70 cuando coincidieron en esa ciudad un tropel de creadores que hoy son leyenda. A algunos les engatusó para que hablaran de lo suyo y así nos dejó en herencia 24 x 24 (Península), unos encuentros fascinantes fijados con fotos de Colita: Carlos Barral, Rosa Chacel, Ángel González, su hermano Terenci, Pere Gimferrer, García Márquez, Mario Vargas Llosa y Jaime Gil de Biedma. Gracias a Ana Maria Moix sabemos cómo y por qué escribía el autor de Moralidades en 1973: "Escribo poco, sólo lo hago cuando es absolutamente necesario. A veces se me ocurre un poema y luego se me queda en una sola frase. Un poema viene cuando estoy andando, afeitándome, o hablando... No lo escribo. Intento olvidarme de él, que se vaya. A veces insiste, y vuelve a insistir. Si tanto insiste lo escribo para sacudírmelo de encima".José Manuel Caballero Bonald mantiene un vigor y una claridad de ideas asombrosos. Celebró su 90 cumpleaños (en 2016) con Examen de ingenios (Seix Barral), un centón de daguerrotipos de buena parte de la literatura en español de todo el siglo XX: Borges, Cela, García Márquez, Rulfo, Gil de Biedma, José Ángel Valente... No le tembló el pulso en sus opiniones. De 2013 es su Oficio de escritor (también en Seix Barral), en el que el autor de Entreguerras se remonta a Cervantes, Góngora, Cadalso y Quevedo. Y a Dostoievski, Mallarmé, Eliot, Onetti y Lezama Lima, de quien escribió: "Siempre asocio la imagen de Lezama a la de un docto caballero renacentista bien acomodado entre los estudios nobles, la vida contemplativa y la buena mesa". El que fuera el enfant terrible de las letras británicas de los 70/80, Martin Amis, publicó La guerra contra el cliché. Escritos sobre literatura (Anagrama), donde recoge sus textos sobre Lowry, J. G. Ballard, Updike, Lolita, Ulises, Las aventuras de Augie March o Truman Capote (además de sobre el ajedrez, el fútbol y el póker).Otros libros que deben tener su hueco: Enemigos de lo real. Escritos sobre escritores (Galaxia Gutenberg), de Vicente Molina Foix; Horas en una biblioteca (Seix Barral), de Virginia Woolf;Nuevas maneras de matar a tu madre (Lumen), de Colm Tóibín;Desde la ciudad nerviosa (Alfaguara), de Enrique Vila-Matas, o Doctor Pasavento, sobre Robert Walser, aunque toda su obra es un continuo vaivén de escritores; El amor de mi vida (Alfaguara), de Rosa Montero; Efectos personales (Anagrama), de Juan Villoro; Los abogados de la literatura (Galaxia Gutenberg), de Marcel Reich-Ranicki...Y Lecturas compulsivas (Anagrama), de Félix de Azúa, por donde desfilan Kafka, Unamuno, García Hortelano y, por supuesto, Sánchez Ferlosio y Juan Benet. En un texto sobre el autor de Nunca llegarás a nada, escribe: "Reconozco que es muy difícil prestar atención a la lectura, a cualquier lectura, dada la enormidad de entretenimientos que nos torturan todos los días, pero cada cual ha de saber lo que espera recibir a cambio de la diversión o del esfuerzo". Pues eso.Vargas Llosa sobre 'El Gran Gatsby' en 'La verdad de las mentiras"El gran Gatsby resulta la personificación del tiempo que describe, mundo fastuoso en el que coexistían el arte y el mal gusto, el honesto empresario y el rufián, la pacatería y el desenfreno y la arrolladora abundancia de una sociedad que, sin embargo, se hallaba al borde del abismo".Vladimir Nabokov sobre Tolstoi en 'Curso de literatura rusa'"Lo raro es que, de hecho, Tolstoi era bastante descuidado a la hora de tratar la idea objetiva del tiempo. Los lectores atentos han observado que en Guerra y paz hay niños que crecen demasiado deprisa o más despacio de lo debido". Somerset Maugham sobre 'Madame Bovary' en 'Diez grandes novelas y sus autores'"En términos generales, Madame Bovary da una impresión de realidad intensa, y eso se debe, a mi juicio, no sólo a que los personajes de Flaubert son sin duda verosímiles sino a que describe el detalle con extremada fidelidad". Javier Marías sobre Rilke en 'Vidas escritas'"Como buen poeta, Rilke comulgaba mucho, no sólo con los animales sino con los astros, la tierra, los árboles, los dioses, los monumentos, los cuadros, los héroes, los minerales, los muertos (sobre todo con las muertas jóvenes y enamoradas), algo menos con sus vivos semejantes".J. M. Coetzee sobre 'Don Quijote' en 'Las manos de los maestros'"El lector del Quijote nunca sabe con seguridad si el héroe de Cervantes es un loco afectado por un delirio, si, por el contrario, interpreta conscientemente un papel -viviendo su vida como una ficción- o si su mente oscila de manera impredecible entre el delirio y la conciencia". Fernando Savater sobre 'La isla del tesoro' en 'La infancia recuperada' "La narración más pura que conozco, la que reúne con perfección más singular lo iniciático y lo épico, las sombras de la violencia y lo macabro con el fulgor incomparable de la audacia victoriosa, el perfume de la aventura marinera (...) con la sutil complejidad de la primera y decisiva elección moral, en una palabra, la historia más hermosa que jamás me han contado es La isla del tesoro".Caballero Bonald sobre Camus en 'Oficio de lector' "Denostado por la derecha, zaherido por la izquierda, instalado en los cómodos extrarradios de la política -o de las políticas al uso-, Camus pactó con Camus y se impuso sus privados estatutos para poder seguir siendo ese inflexible fustigador de todo cuanto llevara implícito el germen de la lectura".Manuel Vicent sobre Umbral en 'Los últimos mohicanos'"Francisco Umbral tenía un ángel lírico, libre y violento en cada yema de los dedos con que machacaba el teclado de la Olivetti según se levantaba de la cama ese día, unas veces marxista a la violeta, otras revolucionario, liberal, fascista, lambiscón, perdulario, machista, faltón, tierno o provocador, solo a condición de que el artículo fuera una pequeña obra de arte para subirse a su alero y tirarse al vacío para suicidarse". Martin Amis sobre Mailer en 'La guerra contra el cliché'"Norman Mailer es capaz de ser pícaro, de mostrarse petulante y de escribir con prisas, pero no de imaginar una amplia trama cómica. No obstante su ironía, su ingenio y su seguridad en sí mismo, carece, en esencia, de sentido del humor: en Mailer la risa es consecuencia de la certera observación de cosas que, por así decirlo, ya son risibles de por sí". Ignacio Echevarria sobre Onetti en 'Los libros esenciales de la literatura en español'"La publicación de La vida breve en 1950 jalona un cambio de rasante en la narrativa de toda Latinoamérica y, por extensión, en la de toda la lengua castellana (...). El estilo tortuoso, sensual e hipnótico de Onetti, su profunda y sombría visión del hombre y su ironía remota alcanzan su madurez en esta novela fundacional, a la que seguirán obras maestras como El astillero y Juntacadáveres".Félix de Azúa sobre Juan Benet en 'Lecturas convulsivas'"Una prosa a la que en ocasiones se acusa de difícil o tediosa. No lo puedo comprender. Es probable que quien eso diga también se aburra leyendo la Ilíada. La prosa de Benet es un instrumento de precisión, sólido y complejo, que exige una atención especial".

domingo, 24 de junio de 2018

La fruta prohibida

Con motivo de que frente a Correos se haya abierto una exposición de Biblias históricas, convendría decir algo sobre el libro más leído del mundo. En el Génesis el Demonio hace una promesa a Adán si come la fruta del saber y deja las de la vida: "Seréis como dioses". Como dioses, no exactamente dioses: parecidos, pero no iguales. Adán piensa, con alocada presunción, que será igual o mejor, no solo una pobre imitación: ese fue su pecado, ya que el Demonio no miente: Adán se miente a sí mismo. Es esa definitiva tentación la que condena al hombre y su linaje: no llegará nunca a ser Dios, sino una pobre imitación, un diosecillo menor gracias a la ciencia y la técnica, con una vida bastante larga gracias a sus medicinas y saberes, pero no eterna y fundamentalmente insatisfactoria. Porque se cree mejor de lo que es. Ese fáustico resentimiento que busca la propia e imposible utopía a cambio de la miseria moral será su condena perpetua.

El mito es en realidad una refundición de la sumeria Epopeya de Gilgamesh, que los hebreos leyeron en el exilio babilónico. En ella el héroe principal, el civilizador Gilgamesh, dos tercios divino y uno humano, se propone ir a los Infiernos por la planta de la inmortalidad para resucitar ("rescatar", para ser exactos) a su amigo Enkidu, que representa la naturaleza y ha muerto víctima de la venganza de Ishtar, la diosa de la sensualidad, por no enfrentarse a Gilgamesh, de quien se ha hecho amigo después de pelear con él; Gilgamesh, por amistad, por amor, no por sensualidad, baja al Infierno y consigue la planta, pero se duerme un momento y una serpiente se la roba. No se conserva el final del poema; los filólogos piensan que Gilgamesh / Adán se suicidó.

El fracaso de la ilustración y la revolución industrial y científica de los siglos XVIII y XIX en las guerras mundiales de la primera mitad del XX, junto a la matanza tecnificada de masas, suscitó la penosa recapitulación de la escuela de Frankfurt sobre sus ambiciosos presupuestos: el hombre que Kant creía tan maduro como para asumir su liberación gracias al saber era más ignorante y más inmaduro de lo que él creía; necesita progresar en lo humano antes que en lo científico y en lo técnico. Necesita escuchar a los demás, sentirse parte insuficiente de un todo. Necesita la verdadera humildad, que está hecha de renuncia y abnegación. En el fondo es una declaración de ese fáustico mito inicial. El olvido de la condición humana por todo tipo de ideales insatisfactorios que acaban en campos de concentración.

En la famosa opereta de Offenbach Los cuentos de Hoffmann el famoso protagonista se enamora de una especie de muñeca cantante, Olimpia, que es una de las manifestaciones de su Musa y en el fondo es un engaño. Porque en el arte late también ese mismo engaño, entre lo jocoso y lo trascendente. No es de extrañar que la mayoría de los dictadores sean artistas frustrados.

jueves, 1 de marzo de 2018

Bibliotecas didácticas y para profesores y alumnos



https://www.educaciontrespuntocero.com/recursos/bibliotecas-on-line-docentes/17634.html

lunes, 20 de noviembre de 2017

Los niños ya no saben leer, se ha jodido todo

Luis Alemany, "Los niños ya no saben leer. Se ha jodido todo", El País, 20 NOV. 2017

El profesor Miguel Díez Rodríguez, autor de Cómo enseñar a leer en clase. Memorias de un viejo profesor clama contra el abandono de la Lengua y la Literatura en los planes de estudios
El profesor Miguel Díez Rodríguez fue casi famoso en 1985, cuando editó Antología del cuento literario, una selección de 25 relatos entre los que leía a sus alumnos. «En las clases leía cuentos de Poe, de Rulfo... Y los chicos encantados». De aquella antología se vendieron medio millón de ejemplares. 32 años después, Díez publica Cómo enseñar a leer en clase (Reino de Cordelia) que es lo mismo pero con matices: el propósito ya no es la excelencia lectora sino la supervivencia de la literatura como una forma de conocimiento relevante en la educación.

Ya no me acuerdo de cuánta Lengua y Literatura dábamos en BUP y COU.

En primero, cinco horas semanales de Lengua. En segundo, cinco de Literatura Española. En tercero estaba la opción de Literatura Universal que eran cuatro horas. Era el mejor curso que había. Y en COU, tres horas de lengua obligatorias y la opción de Literatura Española y Latinoamericana.

¿Y después?

Después vino la LOGSE que decía que lo importante era que los niños vinieran contentos a clases. Un buenismo que inventaron psicopedagogos en un laboratorio, gente que en la vida había pisado un aula con 30 chavales. Todo lo que vino después fue horrible, todo, lo de los socialistas y lo de los del PP. Ángel Gabilondo propuso reformas que estaban bien pero no le dejaron.

¿Y qué fue de Lengua y Literatura?

Literatura se ha convertido en todo lo que odiábamos: se enseñan datos y no se lee. «Lope de Vega nació nosedónde el año tal». Y la lengua está pésimamente enfocada.El chaval aprende a hacer análisis sintácticos en cuarto de la ESO y se pasa repitiendo lo mismo dos años más. En cambio, nadie le enseña a leer. No entiende qué pone la frase que ha analizado. Se ha jodido todo. Y así quedamos como quedamos en el Informe Pisa, a la altura del betún.

Bueno...

Leer exige concentración, tranquilidad, respeto. Antes, yo le daba a mis alumnos El guardián entre el centeno y lo leían como obsesos.Cómo no iban a hacerlo, si la adolescencia está ahí, perfectamente actual. Ahora, no lo entienden, así de sencillo. Eso si no ha aparecido antes un padre que vete el libro porque hay una escena en la que Caufeld llama a unas prostitutas. Y yo pienso: debe de ser que soy un hombre muy viejo porque el que no entiende nada soy yo.

Pero se venden muchos libros para críos. Aunque estén más dirigidos al entretenimiento que a desarrollar una educación literaria...

Los niños leen. Hasta los 12 años sí que leen. Después... Yo lo entiendo, hay tantas distracciones a su alcance.

El hecho de que para algunos de nosotros sea importante la literatura no significa que lo tenga que ser para todo el mundo.

Estoy de acuerdo, se puede vivir y ser un buen ciudadano sin que la literatura te importe mucho. Pero sin leer es imposible. En España estamos en un 50% de población que no lee nunca. En Suecia, es un 30%. Y en Estados Unidos es mucho más. Luego no hay que sorprenderse si votan a Donald Trump.

sábado, 18 de noviembre de 2017

La utopía de las bibliotecas ideales

Jordi Llovet "La utopía de las bibliotecas ideales" El País, 17-XI-2017:

La democracia diluye los dogmas y el canon cambia según las épocas y los lectores. Siempre fue así. Hubo un tiempo en el que Tennyson merecía más espacio en las enciclopedias que Flaubert

Preguntarse hoy por una “biblioteca ideal” resulta casi una utopía, además de un anacronismo: este es el daño que le ha hecho a la producción literaria la mercadotecnia y la falta de un conocimiento consolidado por parte del lector común en materia de literatura.

Es posible que en la Grecia del siglo V existiera algo así como una “biblioteca ideal”, como lo atestigua la colección, perdida en buena parte pero documentada, de la biblioteca de Alejandría. Salvo en casos de pérdida irremisible de muchas obras de la antigüedad, aquella biblioteca helenística debió de poseer lo que la tradición había llegado a considerar la gran literatura en lengua griega. Sucedió lo mismo en Roma, cuyos “rollos” de escritura, aun cuando fuesen de una calidad literaria menos homogénea que la griega, demostrarían que los rétores, los gramáticos y los filósofos tuvieron claro qué era lo que podía considerarse ideal —de acuerdo con baremos religiosos, estéticos, políticos y didácticos—, y qué debía ser considerado non classicus, es decir, de poca categoría.

También en la Edad Media resultaron vigentes varios criterios, además del que concibió el de Aquino, tan aristotélico —ad pulchritudinem tria requirintur: integritas, consonantia, claritas—, para considerar qué era lo bueno, o lo ideal, y qué lo secundario, gracias a la autoridad de la compleja red de valores propia de los largos siglos tardorromanos, y luego neolatinos, basada primero en la teología cristiana, y luego en el no menos poderoso código —a partir del siglo XII—, de la sociedad caballeresca y feudal. La producción de literatura era entonces tan escasa, y se encontraba tan anclada en modelos que, directa o indirectamente, procedían del dogma cristiano, que era poco concebible la creación de poesía, teatro o épica contraria a una ideología y unos mitos que, como la realeza, se hallaban por fuerza impregnados de símbolos y argumentos predeterminados e ineludibles. Las bibliotecas medievales —dejando a un lado los clásicos conservados por las órdenes monásticas y las casas nobles— fueron casi siempre representaciones de un mundo simbólico en el que tenían un papel muy poco significativo las muestras “heréticas”, paganas o no canónicas, de expresión literaria.

Solo a partir del humanismo, o a partir de fenómenos como la invención de la imprenta, el redescubrimiento de la grandeza de las literaturas griega y latina, la consolidación de las lenguas vulgares, la labor de los traductores o el contacto frecuente entre hombres de letras de países muy diversos, solo entonces, y de un modo progresivo, la literatura proliferó de un modo extraordinario; y los marcos conceptuales, o los “campos” de lo literario se volvieron tan distintos, que surgió por vez primera, en nuestra civilización escrita, una enorme disparidad de criterios, de géneros literarios, de asuntos y de públicos lectores u oidores de lo que empezó a constituirse, con mucha entidad y cada vez mayor autonomía, el ámbito universal de lo literario.

A partir de los primeros siglos modernos, el panorama literario presentó tal variedad de formas, de recursos y de regulación estética, que ya entonces podría haberse iniciado la disputa —tan poderosa durante el siglo XVIII— acerca de lo clásico y lo moderno, lo bueno y lo malo, lo ideal y lo rechazable. Cada vez más, escribir se convirtió en un trabajo independiente de nuestra herencia clásica, y los libros, cuando ya eran propiamente los códices asequibles que seguimos usando, respondieron a criterios desgajados de todo dogmatismo, proclives a satisfacer gustos distintos, amigos de la novedad y la singularidad. No cabe duda de que los clásicos grecolatinos, o la propia Biblia, siguieron aquilatando una gran parte de las literaturas modernas y contemporáneas —véase Moby Dick, de Melville, por ejemplo, e incluso Ulysses, de Joyce—, pero esta influencia, en el seno de producciones enteramente libres, pasó a convertirse en solo una referencia de autoridad, un vestigio agradecido del acervo antiguo.

Las bibliotecas medievales fueron casi siempre representaciones de un mundo simbólico en el que tenían un papel muy poco significativo las muestras “heréticas”, paganas o no canónicas, de expresión literaria

Más varió aún el panorama cuando, en la época posterior a la Ilustración, las literaturas conocieron un despliegue de una osadía fabulosa —así las literaturas del Romanticismo—, los índices de alfabetización se multiplicaron de manera exponencial, y la lectura se convirtió en un hábito cada vez más extendido, más “democrático” y menos sujeto a cualquier forma de mitología colectiva o de dogmatismo teológico. Si todavía en los siglos renacentistas o en el Grand Siècle francés se pudo hablar de una “biblioteca ideal” o de lo que podía ser idealmente la “buena literatura”, parece claro que, entre el siglo XIX y nuestros días, la literatura rebosó por completo los márgenes de la tradición y lo “canónico”; de modo que actualmente no hay casi ninguna instancia que pueda arrogarse el derecho a establecer el listado de lo que llamaríamos “la biblioteca ideal”.

Harold Bloom presentó uno, muy famoso, en su libro El canon occidental, en el que, sin disimulo alguno, privilegiaba a la literatura inglesa, y a Shakespeare en especial, con la más absoluta tranquilidad. Una tarea así resulta siempre inútil, por cuanto existen, en nuestro continente, muchos autores y libros hoy poco leídos, pero de gran categoría, que durante un tiempo ascendieron al canon literario o cayeron de él por razones que suelen ser circunstanciales, ideológicas o partidistas. No hay más que ver la lista de los autores premiados con el Nobel de literatura para darse cuenta de que muchos de ellos subieron al Parnaso del canon literario —como pasó con el parnaso cervantino— para caer de él al cabo de pocos decenios, si no años: véase el caso de nuestros Echegaray y Benavente, o los casos de R.C Eucken (Alemania), W. Reymond (Polonia), o E.A. Karlfeldt (Suecia).

La undécima edición de The Encyclopaedia Britannica (1911, con dos volúmenes complementarios de 1920), en opinión de Borges la mejor edición de cuantas se han estampado de esta enciclopedia ejemplar, apenas sabía en esa fecha quiénes eran Flaubert, Melville o Hölderlin, pero dedicaba a Alfred Lord Tennyson, un poeta de autoridad muy relativa, doce columnas.

No hay más que ver la lista de premiados con el Nobel para darse cuenta de que muchos subieron al canon literario para caer de él al cabo de pocos decenios, si no años

Basten estos ejemplos para comprender que las listas de una “biblioteca ideal” pecan siempre de alguna arbitrariedad y suelen tener un valor epocal, refigurado con el paso de los años gracias al número de ediciones y de lectores que puede llegar a poseer un libro, por la entronización de determinados autores a cargo de la academia o de colectivos fanáticos, o por el reconocimiento tardío de ciertos valores que han pasado siglos en el desván del olvido.

La academia, y con ella los programas de enseñanza de la literatura en escuelas y universidades, serían desde hace tiempo la única garantía de conservación de un criterio estético en relación con el mercado y la difusión de productos literarios. Invisible e ineficaz, cada vez más, la autoridad de esas instancias, lo que corresponde es suponer que cada lector posee hoy su biblioteca de excelencias. Así lo apreciaba ya Paul Valéry en una entrada de sus Cahiers, bajo el epígrafe “Obras maestras”: “No es nunca el autor quien hace una obra maestra. La obra maestra se debe a los lectores, a la calidad del lector. Lector ceñido, con finura, con parsimonia, con tiempo y una ingenuidad armada [...] Solo él puede conseguir la obra maestra, exigir la particularidad, el cuidado, los efectos inagotables, el rigor, la elegancia, la perdurabilidad, la relectura de un libro”. Valéry se refería a lectores muy capaces, como él mismo, pero es posible que, en estos momentos, ni siquiera existan esos finos lectores en términos generales. Por consiguiente, quizá deberíamos suponer que, para el lector común de nuestros días, no exista mejor biblioteca ideal que aquella que él ha leído con placer y que, en el mejor de los casos, en un gesto nuevamente benedictino, conservará en su biblioteca hasta la muerte.

JORDI LLOVET es catedrático de Literatura Comparada en la Universidad de Barcelona

martes, 24 de octubre de 2017

Libros para algo

Borja Hermoso “El profesor que triunfa en la universidad es el burócrata" El ensayista Nuccio Ordine aspira a ofrecer pistas para quienes el dinero no lo es todo con su nuevo libro, 'Clásicos para la vida' El País, 24 OCT 2017 

A bordo de un impecable look de ejecutivo -traje azul oscuro, camisa blanca y corbata roja- rematado por unas aparatosas botas deportivas color arena viaja Nuccio Ordine (Diamante, Italia, 1958). Estamos ante un ciudadano, un profesor y un ensayista que se ha empeñado en resistir. Resistir, desde la defensa de las humanidades y la enseñanza de los clásicos, a la inercia inexorable de la consabida deriva mercantilista.

Por eso Ordine se indigna contra la transformación de las universidades como templos del saber en factorías de nuevos profesionales perfectamente diseñados para el mercado. Por eso clama contra la derrota del pensamiento frente al dinero, y del corto frente al largo plazo, y por eso lo cuenta en libros-manifiesto de lectura apasionante. Fue el caso de La utilidad de lo inútil (traducido ya a 20 idiomas en 30 países), un verdadero fenómeno editorial consistente en la reivindicación furiosa de las inútiles humanidades -más necesarias que nunca, sostiene- frente a los saberes útiles, con la ayuda de un buen puñado de filósofos y escritores de todas las épocas.

Y es el caso de su nuevo libro, Clásicos para la vida. Una pequeña biblioteca ideal, en el que el profesor de la Universidad de Calabria, lejos de pretender establecer un canon literario-filosófico, solo aspira a ofrecer pistas, balizas a navegantes para quienes, definitivamente, el dinero no lo es todo. También están Einstein, Thomas Mann y Montaigne. Tanto La utilidad de lo inútil como Clásicos para la vida están editados en castellano por Acantilado, y en catalán por Quaderns Crema. Ordine estuvo ayer en Barcelona para hablar de su nuevo ensayo y para inaugurar, junto al compositor y violagambista Jordi Savall, un nuevo ciclo de Conversaciones en La Pedrera.

Las grandes obras literarias y filosóficas no deberían ser leídas para aprobar un examen sino para, en primer lugar, experimentar placer y, en segundo, mejorar como personas. Ese es el punto de partida para este experto en el Renacimiento y en la vida y la obra de Giordano Bruno. Pero Nuccio Ordine no es un ingenuo y sabe que la batalla está perdida de antemano. "El poder nunca ha querido gente cultivada, así es más fácil hacerle creer cosas. Cuando no eres una persona cultivada, no tienes capacidad crítica. Maquiavelo decía que la humanidad se divide entre los que saben y los que no saben. El que sabe tiene siempre una posición dominante. El segundo es un esclavo del otro", ha explicado este lunes en una conversación con este diario.

Considera Ordine que el presente en lo que a la educación y la cultura se refiere es un espejo del pensamiento único y de la desidia, cuando no la consciente negación de la enseñanza. Así lo argumenta: "Cada vez más, en los institutos y en las universidades el profesor que triunfa es el profesor burócrata, ese que se dedica a redactar informes sin parar y que frecuenta todos los consejos. Paradójicamente, el profesor que se dedica a hacer de profesor se ha convertido en algo marginal dentro del sistema. Esto es gravísimo". ¿Su propuesta?: "La universidad y la escuela deben volver al espíritu para el que fueron fundadas. La palabra escuela viene del griego skolé, que significa 'tiempo libre', 'ocio'. significa que no debes hacer algo porque te sientes presionado por una exigencia práctica, sino por ti, para mejorar".

Para combatir ese fatalismo, en los últimos 15 años Ordine ha leído ante sus alumnos un gran número de pasajes de obras de escritores o pensadores no necesariamente ligadas al temario que tocaba. Desde Borges hasta Pessoa y desde Maquiavelo hasta Cervantes, pasando por Goëthe, Saint-Exupéry, Ludovico Ariosto, Montesquieu, Homero, Hipócrates o Stefan Zweig entre otras decenas de nombres, los ha relacionado con cuestiones de actualidad. Así ha demostrado lo que perseguía: que los clásicos no solo ofrecen placer. También ofrecen soluciones.

Casi todo es, para él, una cuestión de disyuntiva entre el corto y el largo plazo. Eso afecta a la praxis política. Eso afecta a la educación. Eso afecta al compromiso o no de quienes disponen del dinero a la hora de ayudar a crear mejores generaciones de ciudadanos. "El mercado te exige hoy una cosa que en seis ya no es válida. Eso impide ver las cosas a largo plazo. Las profesiones y los oficios nacen y desaparecen a toda velocidad. Pero en la enseñanza y el aprendizaje en profundidad, los plazos son de 20 o 25 años. ¿Y cómo vas a aplicarle a la enseñanza una lógica de mercado si a los 25 años absolutamente todo habrá cambiado?". Pero queda, asegura, un resquicio de esperanza: "Hay algo que ni todo el dinero del mundo puede comprar: el saber. Eso es fruto de un esfuerzo que solo tú puedes hacer, y ahí nadie puede sustituirte".

Pone a Nietschze y su elogio de la lentitud en el aprendizaje como uno de los modelos a seguir. Y subraya que, mientras los sistemas de educación occidentales avanzan a toda velocidad hacia otro modelo, el consistente en factorías de robots humanos utilísimos, incultísimos y autoconvencidísimos de su excelencia, un país tan hipertecnológico y tan cibernético como Corea del Sur intensifica sus inversiones en educación humanística. "¿Sabe usted que hace cosa de un año la Unesco organizó una especie de campeonatos mundiales de filosofía y que los dos primeros clasificados fueron dos surcoreanos?", pregunta Nuccio Ordine.

"CHOCANDO PARED CONTRA PARED, TODOS PERDERÁN: CATALUÑA Y ESPAÑA"

Nuccio Ordine visitaba Barcelona y la pregunta no se hizo esperar. Una periodista le inquirió acerca de qué autor clásico recomendaría para entender lo que está pasando en Cataluña. El profesor italiano no se anduvo con rodeos: "Chocando pared contra pared todos saldrán perdiendo, Cataluña y España. El pueblo catalán, de gran apertura, tiene que pensar en una Europa unida y en hacer desaparecer las barreras entre Cataluña, España, Italia, Francia. para estar orgullosos de nuestra cultura tenemos que estar orgullosos de Europa". Y acabó así: "Homero no es griego, es de todos. Cervantes no es español, es patrimonio de todos. Y Ausiàs March no es valenciano, es de todos".

La utilidad de lo inútil
NUCCIO ORDINE
2013

SINOPSIS

CHRISTIAN GÁLVEZ para LIBROTEA: "Imprescindible como fuente de inspiración. Este manifiesto resalta la importancia de la curiosidad, esa necesidad innata de saber, frente al único objetivo de generar beneficios desplazando la realización personal."

ANA MILÁN para LIBROTEA: "Bastan 171 páginas para entender que no todo lo que nos nutre tiene un fin económico. Que el alma y el espíritu se nutren a menudo de luces y sombras que no son tangibles más que en el interior."


El oxímoron evocado por el título La utilidad de lo inútil merece una aclaración. La paradójica 'utilidad' a la que me refiero no es la misma en cuyo nombre se consideran inútiles los saberes humanísticos y, más en general, todos los saberes que no producen beneficios. En una acepción muy distinta y mucho más amplia, he querido poner en el centro de mis reflexiones la idea de utilidad de aquellos saberes cuyo valor esencial es del todo ajeno a cualquier finalidad utilitarista. [...] Si dejamos morir lo gratuito, si renunciamos a la fuerza generadora de lo inútil, si escuchamos únicamente el mortífero canto de sirenas que nos impele a perseguir el beneficio, sólo seremos capaces de producir una colectividad enferma y sin memoria que, extraviada, acabará por perder el sentido de sí misma y de la vida. Y en ese momento, cuando la desertificación del espiritu nos haya ya agostado, será en verdad difícil imaginar que el ignorante 'homo sapiens' pueda desempeñar todavía un papel en la tarea de hacer más humana la humanidad. NUCCIO ORDINE "Algunos impenitentes agradecemos a Nuccio Ordine su manifiesto La utilidad de lo inútil en el que repasa las opiniones de filósofos y escritores sobre la importancia de seguir tutelando en escuelas y universidades ese afán de saber y de indagar sin objetivo inmediato práctico en el que tradicionalmente se ha basado la dignitas hominis". Fernando Savater "Un libro necesario… una guía en esta vida adentellada por la crisis, por el ansia de eficiencia, por las quiebras". Roberto Saviano "En medio de este panorama, resulta oportuno que Nuccio Ordine haya publicado un libro en que alaba los saberes tradicionalmente considerados “inútiles” y que llegue, incluso, a darles la vuelta a los conceptos, considerando que los saberes humanísticos son más útiles que los supuestos saberes económicos". Jordi Llovet, El País

jueves, 15 de junio de 2017

Crisis editorial

"La merecida crisis editorial", en El País, 15/06/2017, por Andrés Lomeña, doctor en sociología y colaborador de Common Action Forum (para ver los enlaces, pinchar en el título)

Lamentaciones de una industria que hace mucho por el negocio y poco por la cultura.

Primera tirada

Las grandes editoriales se quejan de lo poco que leemos. Y será verdad, pero fíjense también en lo que pretenden vendernos... y en lo que han despreciado.

Apoyo abierta y descaradamente un modesto proyecto editorial que nos traerá una colección de cuentos en homenaje a Ray Bradbury. Ojalá el crowdfunding tenga un éxito apabullante.

En esa colección hay historias cortas de Neil Gaiman (el creador de American Gods, ahora convertida en serie de televisión), de Joe Hill (el hijo de Stephen King) y de muchos otros novelistas de primera categoría. ¿Por qué las grandes editoriales han dejado escapar semejante antología? Parece que por la misma razón que dejaron morir a autores como Ballard. Es inconcebible que escritores de la talla de Melville o Trollope aún tengan obras inéditas en español.

La lista de novelistas condenados al olvido es interminable. Un gigante del género fantástico como Richard Matheson (el autor de Soy leyenda) ya no importa demasiado, por mucho que nos transporte a otros reinos. En realidad, ya hay pocos que ostenten un gran capital literario como para mantenerse en la industria por sus obras. Si los ingresos no acompañan, su trayectoria quedará cercenada.

Tapa dura, el formato preferido de algunos caradura.

La industria editorial es un negocio que se cansó de esperar. No quiere retornos lentos de la inversión, sino grandes lanzamientos que lo peten. Y si a una editorial de las grandes le falta un trocito del pastel, afloja cuarenta milloncejos de nada (como ha hecho Random House con Ediciones B) y se vuelve más competitiva.

Que conste que estas concentraciones empresariales me ponen. Hasta creo que pueden traer algo bueno, aunque normalmente empobrecen los sellos editoriales. Demuestren que me equivoco y escribiré otro artículo pidiendo perdón, o si lo prefieren me crucificaré como en He aquí el hombre, una novela corta descatalogada (luego se quejarán de la piratería).

La industria editorial ha hecho mucho por el negocio y podría hacer mucho más por la cultura. Si se lo proponen, puede que no solo compremos más libros, sino que además los leamos.

El día de las editoriales

Tengo traducida una novela inédita de Michael Moorcock. Regalo la traducción. Han leído bien, la doy sin cobrar nada. No es la primera vez que hago tal cosa. Me arriesgo, eso sí, a que los traductores me peguen una paliza o a que ese gremio me denuncie por tirar los precios sin garantizar los máximos estándares de calidad.

Me puse en contacto con varias editoriales y ninguna, de momento, ha manifestado el menor interés por comprobar si la traducción es buena o no. Una buena novela tiene dificultades para ver la luz porque las grandes editoriales se han enrocado en un circuito que comprende gigantescas agencias literarias, autores extranjeros que vienen recomendados y un sistema perverso de cazatalentos, anticipos, pujas y contrataciones millonarias.

Alguno se preguntará si Moorcock es tan buen autor como para merecer estar en las librerías. Pasee por alguna y ante la avalancha de banalidades se convencerá de que cualquier escritorzuelo merece estar en los escaparates. Es ridículo que autores consagrados no lo consigan porque algunos editores hayan decidido que ser rentables no es suficiente.

Tsundoku

El arte de comprar libros y dejarlos amontonados sin leerlos se conoce como tsundoku. Esa palabra también hace referencia al guion de un cortometraje que escribí sobre las mentiras de la industria editorial.

Espero que de aquí a un año el homenaje a Ray Bradbury, la novela inédita de Michael Moorcock y el cortometraje Tsundoku sean realidades.

La industria editorial ha hecho mucho por el negocio y podría hacer mucho más por la cultura. Si se lo proponen, puede que no solo compremos más libros, sino que además los leamos.

Estimados editores, hagan un esfuerzo para que el título de este artículo pierda todo su sentido.