martes, 7 de noviembre de 2017

Pervivencia del franquismo

Teodoro León Gross, "El pacto (urgente) contra el franquismo‘", en El País, 7-XI-2017:

El relato de un Estado autoritario bajo la sombra del dictador resulta ridículo si se tienen en cuenta los ‘rankings’ sobre la calidad de la democracia española.

Tener un protagonista en la campaña del 21-D muerto hace 42 años no hace sino acentuar los mimbres delirantes del procés. El protagonismo de Franco es una anomalía asumida, sin embargo, con toda naturalidad. Sin güija. Y desde luego no sucede por un capricho del destino sino por tacticismo oportunista, y en todo caso por la irresponsabilidad de todos, en particular la resistencia de la izquierda a abandonar un fetiche muy rentable pero también la miopía de la derecha a entender que no caben medias tintas. Unos y otros, entre todos, están causando un daño muy considerable a España y fomentando un lastre que nos pesará a todos durante años.

Estas últimas semanas, Franco parece más vivo que nunca. Cuando menos se le mantiene vivo con un respirador ideológico. Incluso en el entorno internacional, donde acaba de mencionarlo arbitrariamente el presidente de los socialistas belgas Elio di Rupo, con un tuit de una profundidad a la altura de su prestigio. Pero sobre todo en el plano doméstico, donde el nacionalpopulismo percute una y otra vez. Puigdemont pedía el voto para redactar una Constitución “sin militares franquistas”. Junqueras ha abundado en la inercia del “Estado autoritario”, identificando los tribunales con el Tribunal de Orden Público del franquismo. Rufián advertía: “El franquismo no murió el 20 de noviembre de 1975 en una cama en Madrid, morirá el 1 de octubre de 2017 en una urna en Cataluña”. Después ha hecho saber que sigue vigente. Marta Rovira: “Esto recuerda a los tics del franquismo, hemos vuelto a 1975”. También Tardá, y suma y sigue mientras en las calles de Barcelona prolifera el grafiti de Franco ha vuelto. Y el mantra ha traspasado fronteras, con la prensa de correa de transmisión.

Todo esto ha servido, por supuesto, de alpiste para los pollos. Y sobre todo entre los anglosajones que han evolucionado sus visiones del romanticismo orientalizante al franquismo sociológico. “El fascismo de Franco está muy vivo en España”, escribía Jake Wallis Simons, nacido en 1978, para The Spectator. En la carta abierta de setenta académicos e intelectuales contra la represión en el referéndum privando a Cataluña de libertad de expresión —desde el inevitable Noam Chomsky a la decepcionante Saskia Sassen— mencionan, cómo no, a Franco como referencia de los acontecimientos actuales. Jon Lee Anderson, con un dogmatismo delirante, ha insistido en el peso del franquismo en España. Incluso escritores que han decidido vivir en España caen en el tópico. ¿Les gusta vivir en una mala democracia o les gusta disfrutar de ese espíritu colonial supremacista de sentirse entre inferiores a los que aleccionar?

La izquierda no acaba de entender que en realidad se desprestigia a España, no al PP

Esto de la mala democracia naturalmente debería ser revisado, en el supuesto de que les interesara lo más mínimo la realidad. Según el reputado ranking Democracy Index de The Economist, España está en el grupo de Full Democracy igualada con el Reino Unido, poco detrás de Alemania, y supera a países, ya en la segunda categoría de Flawed Democracy, como Estados Unidos, Francia, Italia, Portugal y, mon dieu!, Bélgica. Para Freedom House, España obtiene cuatro puntos más que Francia, cinco sobre Polonia, seis más que Estados Unidos o Italia. Sobre libertad de prensa, para quienes dan lecciones, RSF sitúa a España en el segundo nivel tras centroeuropeos y nórdicos, más de diez puntos por delante de Reino Unido o Estados Unidos.

Por supuesto se trata de una democracia imperfecta. Pues claro, todas lo son. De hecho sigue teniendo validez la máxima de Churchill: “Democracy is the worst form of government except all those other forms that have been tried”. La calidad democrática de España, más allá de sus debilidades, que en la administración de Justicia son notorias, está reflejada en esos rankings. Es homogénea con los estándares europeos. Por eso resulta tan ridículo el relato del Estado autoritario bajo la sombra de Franco, que, por lo visto, en esta reencarnación permite todo lo que antes estaba prohibido. Qué curiosa sociedad franquista esta que encabeza rankings de integración racial y tolerancia con la homosexualidad, donde los nacionalistas son hegemónicos en sus territorios desde donde desafían el Estado, y hasta el Barça es el club más favorecido por los árbitros. Pero se ve que algunos contra Franco viven mejor, aunque lleve más de cuarenta años, más de un franquismo, muerto.

En España habrá que tomar alguna vez conciencia del inmenso perjuicio colectivo de todo esto. Hasta cierto punto con el nacionalismo se puede descontar: su objetivo es manifiestamente romper con España, y eso pasa por el desprestigio de ésta con técnicas de propagandismo impropias del juego democrático. Respecto al populismo, es más dudoso, aunque los Iglesias, Echenique, Montero o Garzón, siempre activísimos contra Franco, se rijan por la consigna de "el fin justifica los medios". Si hay que acusar de fachas a Sartorius o a Paco Frutos, perseguidos por el franquismo real, pues se les acusa. La izquierda en general no acaba de entender que donde hoy ven un beneficio rentable para degradar al PP, en realidad se degrada a España, léase a todos los españoles, y se contribuye a prolongar tópicos siniestros y desprestigiar todo lo que lleva la Marca España. Resulta desmoralizador. Alguna vez esto merecerá, definitivamente, un pacto contra el franquismo para enterrar esa sombra y desterrar semejante oportunismo de la conversación pública.

Bajos fondos a principios de siglo

Noelia Fariña, "Fuera de la ley: así eran los bajos fondos de España", en El País, 6-XI-2017:

El segundo volumen de La Felguera Editores vuelve a profundizar en la historia de la delincuencia de nuestro país entre los años 1924 y 1936. Una radiografía criminal protagonizada por pistoleros, anarquistas y maleantes

Dice Servando Rocha, el responsable de la editorial La Felguera, que "vivimos en una ciudad oculta". Porque no hace mucho, las calles que pisamos eran más oscuras, estaban mucho más sucias y servían de refugio para maleantes con pistola en mano, anarquistas que convivían con aristócratas curiosos y travestis que confabulaban por la revolución social. Un escenario tan violento y siniestro como literario.

Fuera de Ley vol.2. Pistoleros, revolucionarios y noctámbulos vuelve a sumergirse en los bajos fondos de nuestro país entre 1924 hasta 1936. El nuevo recopilatorio de la Felguera recoge ese periodo con olor a pólvora y morfina, desde la dictadura de Primo de Rivera hasta la Guerra Civil. Un trabajo de investigación concienzudo que reúne con espíritu casi enciclopédico informes, crónicas y datos para elaborar una radiografía criminal del momento.

"España, quizás por complejo, miopía y cierto desprecio hacia su propio pasado, ha pasado por alto el fascinante mundo que discurría en sus barrios tenebrosos y en los que no había día en que no sonasen las detonaciones de una star o los sótanos y locales a pie de calle con nombre de batalla no vibrasen con la música popular que puso banda sonora al hampa y lo diferente", apuntan los editores, cuya intención es reflejar el espíritu de aquel momento casi secreto.

El barrio chino

"Hay una frase muy bonita de Baroja que explica muy bien como era Madrid: luz en el centro y oscuridad en los alrededores", recuerda Rocha. Los límites de la ciudad se podrían trazar desde Antón Martín hasta Cuatro Caminos, un espacio bastante reducido en el que convivían, y no precisamente en armonía, toda clase de maleantes al margen de la ley y bajo la dictadura de la pistola. Los bajos fondos de la capital propiciaron tanta delincuencia como literatura: "Fueron paseados por Pío Baroja, por Arturo Barea y hasta por Trotski, cuando huía de la Revolución Rusa". El "conocido agitador en aquel imperio y evadido de Siberia", como le llamaban en el periódico católico La Acción, fue arrestado en Madrid al ser considerado un delincuente. Vivió en España unos cuatro meses hasta que consiguió viajar a Nueva York, y a él también le gustaba pasear de noche por esos callejones tan deprimentes como absorbentes.

En Lavapiés, entre las calles del Amparo y la Esgrima se situaba el barrio chino. No despertaba el mismo interés internacional que el de Barcelona con su cabaret La Criolla -refugio de espías, anarquistas, matones y travestis- o el barrio de Valencia -entre las calles del Hospital y San Vicente, tranquilas hasta que el reloj marcaba las 10 de la noche y se transformaban en un espacio de vicio y sombras-, pero también estaba lleno de tascas, forajidos y curiosos. "En el Teatro Barbieri por la tarde había mítines de anarquistas y por la noche se convertía en un cabaret. Creo que eran los sitios a los que había que ir, si viviéramos en esa época estaríamos ahí", apunta el editor.

Pero Lavapiés no era el único sitio en el que se concentraba el hampa, "aunque sí el más temido por la Policía". Tetuán y Cuatro Caminos también tienen su protagonismo en esta crónica negra. "Los informes policiales dicen cosas tan curiosas como, por ejemplo, que Tetuán era refugio de gente proscrita y perseguida por la ley. En estos años se está introduciendo la moto policial y se incluyen declaraciones de comisarios en contra porque se oye desde lejos. Los propios delincuentes tenían solidaridad entre ellos y cuando la escuchan, silban y desaparecen".

Noctámbulos y tabernas

En esos barrios ya de por sí lúgubres y caóticos, la noche marcaba el ritmo de los acontecimientos. Ahora nos gusta llorar por los bares de viejos y antes lo hacían por las tabernas, por esos antros oscuros donde corría el alcohol y la sangre al ritmo de la pianola. En Madrid, la calle de la Encomienda y de La Ruda estaba lleno de cafés cantantes. "Eran sitios donde había actuaciones de flamenco, pero también donde iba el lumpen y el hampa de Madrid. ¿Has visto esas películas con alguna cupletista o cantante de flamenco y gente con una boina y un cigarro medio acabado en la comisura de los labios? Pues ese era el ambiente de los cafés cantantes. Había muchísimos: el café de la Amancia, el café de la Magdalena...", enumera Rocha.

El entramado nocturno lo completaban las tabernas y las casas de dormir: "Pagabas unos reales por un café con leche y podías dormir en la propia taberna. Dormían en el suelo y algunos incluso se ataban a la mesa para evitar caerse". Pero la noche no solo atraía a los seres más marginales de la ciudad. "Todo este mundo fascinaba a los aristócratas y muchas veces se mezclaban con ellos, e incluso se disfrazaban. Hay una historia muy interesante y es la relación de Miguel Primo de Rivera con una tanguista de la que se enamoró".

La Acera Roja

Fuera de la Ley recoge innumerables crónicas y reportajes de lo que sucedía en los bajos fondos de las ciudades. Los periodistas encontraron en ese abismo una fuente inagotable de historias. "En varios textos aparecen fotografías de periodistas disfrazados como apaches para mezclarse entre ellos y luego contarlo. Eso sí que es nuevo periodismo", apunta Rocha. Sin embargo, los reporteros no eran los únicos que asumían riesgos. "En los años 30, el tramo desde Montera hasta el inicio de la calle Alcalá se conocía como la Acera Roja porque era donde los anarquistas vendían su propaganda, pero también lo hacían los falangistas. Había siempre enfrentamientos e incluso un día apareció José Antonio Primo de Rivera, pistola en mano. Los propios vendedores tenían que ir armados para evitar ser tiroteados".

Las mecheras

El espectro criminal estaba formado por pistoleros, carteristas, traficantes, chulos o atracadores. Servando Rocha destaca el papel de las mecheras que solían operar por la plaza de Antón Martín a la luz del día. "Eran mujeres que entraban en determinados sitios, como joyerías o tiendas de víveres, y utilizando falsos bolsillos dentro de los vestidos, con una habilidad increible -a veces incluso utilizaban los dedos de los pies-, podían robar joyas o lo que fuera".

En esta historia de delincuencia también hay protagonistas como Felipe Sandoval, líder de una de las checas más temidas de la capital instalada en el Cine Europa. "Era un atracador anarquista, considerado el enemigo público número 1. Nació en el barrio de las Injurias y participó en numerosos atracos a mano armada", apunta Rocha. Uno de esos asaltos fue el de la cárcel Modelo de Madrid, en 1936, que terminó en la matanza de políticos de la derecha.

 Los camerinos de La Criolla en una de las pocas fotografías de Pepe el de la Criolla (traje oscuro y el más mayor) y, a su izquierda, el travesti Flor de Otoño, con chaqueta negra y camisa blanca. El pistolero Trotzky es la persona con gafas y sentado en un lateral. Mundo Gráfico, 29 de noviembre de 1932.

Los camerinos de La Criolla en una de las pocas fotografías de Pepe el de la Criolla (traje oscuro y el más mayor) y, a su izquierda, el travesti Flor de Otoño, con chaqueta negra y camisa blanca. El pistolero Trotzky es la persona con gafas y sentado en un lateral. Mundo Gráfico, 29 de noviembre de 1932.

Flor de Otoño y 'los invertidos'

La homosexualidad en esa época estaba proscrita. "Hay una entrevista de muchísimas páginas con los comisarios de todos los distritos de Madrid en los años veinte. Cada comisario habla de los delincuentes que hay su zona y dicen que en los últimos meses ha habido varias redadas, y cito textualmente, de ‘invertidos’. Es decir, de homosexuales que generaban reuniones secretas en pisos". En esta escena destaca un gran personaje del barrio chino barcelonés, Flor de Otoño, al que años más tarde José Sacristán daría vida en la peli de Pedro Olea, Un hombre llamado Flor de Otoño. "Era un travesti y espía anarquista que frecuentaba el café de La Criolla y del que hay solo cuatro fotos. Participó en el intento de asalto a un cuartel en Barcelona en los años 20 que se llamaba el cuartel de Atarazanas. Los dueños del cabaret dicen que a pesar de su aspecto angelical, era una persona con numerosos antecedentes penales y anarquista veterano, estaba muy perseguido por la policía. Dudo que se sepa algo más en un futuro sobre Flor de Otoño".

'Fuera de la Ley vol. 2'
Fuera de la ley: así eran los bajos fondos de España
LA FELGUERA EDITORES
Pistoleros, revolucionarios y noctámbulos. Los bajos fondos en España (1924-1936)

Autor: VV.AA

Editorial: La Felguera (2016).

Formato: tapa blanda (566 páginas).

domingo, 5 de noviembre de 2017

Ahores y arpagos

Los ahores eran entre los gentiles los niños que habían muerto o que habían muerto violentamente y por eso permanecían ante las puertas del báratro o infierno sin entrar hasta que llegaban a la edad en que debían hacerlo. La palabra significa en griego "el que no ve". Los arpagos (de arpago, "yo arrebato") eran entre los latinos más o menos lo mismo: niños demasiado jóvenes para morir. Forman parte de una serie de espíritus o entes que, según algunos autores, pululan entre la vida y la muerte formando otro mundo poblado sobre todo por los llamados longaevi o seres de larga edad, de los cuales habla algo la mitología y la superstición.

Cuando Lucifer se rebeló contra Dios no se pusieron ni a favor ni en contra del Supremo Hacedor, y por eso se pospuso su destino hasta el día del juicio final y se establecieron entre la tierra y el cielo. Según los que saben o creen saber de eso, tienen cuerpo, aunque no como el nuestro, y lo único que sabemos de ellos es que más vale no tener tratos con ellos: pueden ser muy buenos o muy terribles si se los ofende. 




Son muy antiguos también los libros que hablan de ellos. Cualquiera que quiera profundizar en el tema puede empezar por el erudito C. S. Lewis, La imagen del mundo (1964). Encontrará allí lo que los textos clásicos dicen sobre el origen de toda esa fauna preternatural que habita en el mundo sublunar: duendes, elfos, diaños, hadas, elementales, salamandras, trasgos, encantadas, gnomos, genios y demás criaturas feéricas que solo puede ver el que tenga la llamada "segunda mirada" de la que hablaba Robert Kirk, un clásico de estas chaladuras que desapareció en extrañas circunstancias, como muchos de los que llegaron a obsesionarse con el tema. Su libro The Secret Commonwealth es un exitazo entre los hiperfrikis del barrio de las Terreras. Pero tampoco hace falta ver cuadros de John Martin o Richard Dadd, ver Fotografiando hadas de Nick Willing o leer los nebulosos y mortecinos poemas del desmayado Charles Algernon Swinburne para darse cuenta de que este mundo tiene muchos más barrios que los que conocemos. Basta con entreabrir un poco la razón para que entren los aires de lo que se nos escapa. Si uno no se pierde y puede volver a los brazos de la cómoda lógica aristotélica, o incluso de las gilipolleces zombis de los que se creen raritos, estupendo. Si no... Ya lo he dicho. Hay que saber cerrar la puerta y como mucho oír algo de lo que se dice tras ella.

Una distopía global

La segunda guerra civil americana

Algunas novelas nos hacen sentir que situaciones que ahora parecen inverosímiles quizás no lo sean tanto

MOISÉS NAÍM
5 NOV 2017

La segunda guerra civil que estallará en Estados Unidos será más devastadora que la que comenzó en 1861. En ese primer conflicto murieron más estadounidenses que los que han fallecido en todas las guerras en las que ha participado ese país desde entonces.

Pero la segunda guerra civil que ocurrirá a finales de este siglo será mucho peor. La nación quedará dividida entre los Estados rojos del sur y los azules del norte. El cambio climático habrá alterado drásticamente fronteras y formas de vida. El Estado de Florida, por ejemplo, ya no existirá y más bien se podrá navegar por lo que para entonces se llamará el mar de la Florida. Un ataque terrorista esparcirá un nuevo agente biológico que desencadena una pandemia que dura una década y mata a más de 110 millones de personas.

Estos no son los pronósticos de un futurólogo, sino los de un novelista. Omar el Akkad (35 años) nació en Egipto, creció en Qatar y trabajó como periodista en Canadá. Ha cubierto la guerra en Afganistán, la prisión de Guantánamo, la primavera árabe y los conflictos raciales en Ferguson (Misuri). Esos y otros acontecimientos le sirven de inspiración para su inquietante primera novela, American War (La guerra americana).

Últimamente han proliferado las novelas distópicas, historias que ocurren en un futuro espantoso, y esta, ciertamente, puede incluirse en esta categoría.

La guerra americana de este libro ocurre entre 2074 y 2095 y, si bien el desencadenante más inmediato es el asesinato del presidente de Estados Unidos a manos de un terrorista suicida, el contexto que la nutre es una sociedad profundamente dividida en sus valores, estilos de vida y preferencias políticas. Esta extrema polarización se desborda a raíz de la promulgación de una ley que prohíbe el uso de combustibles fósiles en todo el país. Inmediatamente Misisipi, Alabama, Georgia, Carolina del Sur y Texas rechazan la ley y declaran su independencia, comenzando así la segunda guerra civil.

El Akkad desarrolla la trama a partir de los Chestnut, una familia “normal” de esos tiempos. Parte de esa “normalidad” es que la guerra les alcanza y terminan viviendo durante largos años en un campamento de refugiados que, cruel ironía, se llama Campo Paciencia. El autor conoce bien los campamentos de refugiados de Oriente Próximo y usa lo que ha visto para transmitirnos vívidamente las terribles condiciones de estas precarias ciudades temporales que casi siempre terminan siendo permanentes.

Las circunstancias de la familia Chestnut se ven constantemente sacudidas por conflictos políticos que se nutren de odios ancestrales, y que son potenciados por el cambio climático y las nuevas tecnologías. El personaje central es una de las hijas, Sara T. Chestnut, a quien todos llaman Sarat. Dana, su hermana gemela, muere cuando su autobús es atacado con misiles disparados desde un avión sin tripulantes, un dron. En esta historia los drones son una presencia constante. También el terrorismo. En el Campamento Paciencia, la joven Sarat es reclutada y radicalizada por un hombre mayor que resulta ser un agente del Imperio Buazizi. Este inesperado imperio ha surgido después de que múltiples revoluciones en los países árabes y regiones de Asia Central crearan las condiciones para formar una sola nación, cuya capital es El Cairo. China y el Imperio Buazizi tienen las economías más prosperas del planeta, y millones de europeos emigran al norte de África para buscar allí las oportunidades de trabajo que no consiguen en sus países, después del colapso de la Unión Europea.

El nombre de este nuevo imperio está cargado de significado: Mohamed Buazizi fue el joven tunecino cuya inmolación a finales de 2010 provocó las revueltas populares que terminaron derrocando al dictador de ese país y estimulando la primavera árabe. En la novela, el Imperio Buazizi hace lo que puede para fomentar los conflictos y divisiones en Estados Unidos e impedir que este potencial rival se recupere. Y obtiene un triunfo en este sentido cuando su agente Sarat logra infiltrarse en la ceremonia que marca la reunificación de Estados Unidos e introduce el agente biológico que desencadena la pandemia que postrará al país durante largos años.

El propósito implícito de muchas novelas distópicas es ilustrar el mundo de hoy a través de la descripción del futuro. Esto lo logra muy bien El Akkad. Él ha dicho que cuando comenzó a escribir el libro, hace tres años, su propósito era “acercar a sus lectores a los horrores producidos por la violencia sectaria y mostrarles como el deseo de venganza es universal”. También reconoce que no había anticipado que su entonces muy especulativa premisa —que una potencia foránea interviene en la política estadounidense para ampliar las fisuras existentes— pudiese llegar a ser la realidad que hoy domina la conversación nacional americana.

Pero quizás el mayor logro de esta novela es que nos hace sentir que ominosas situaciones extremas que ahora nos parecen inverosímiles quizás no sean tan improbables y remotas como creemos. Y que todo depende de nosotros y lo que hagamos ahora.

jueves, 2 de noviembre de 2017

Chesterton. El error de conservadores y progresistas

“Después de haber dicho tanto sobre los errores del progresista, me gustaría decir algo sobre los errores del conservador. De hecho, el conservador cae exactamente en el mismo error que el progresista. Ese error consiste en que cada uno de ellos permite que la verdad esté determinada por el tiempo. Es decir, juzga una cosa basándose en si es de ayer, de hoy o de mañana, y no por lo que es en la eternidad.

[…] El problema con el conservador es que asigna una importacia sobrenatural a su propio nacimiento. En lugar de contar las fechas desde el nacimiento de Cristo o (si lo prefiere) desde el nacimiento de marco Aurelio […], las cuenta desde su propio nacimiento. Lo que había cuando nació, como la Constitución británica (1), debe reverenciarse. Lo que aún no había sucedido en esa fecha en particular, como la Revolución bolchevique, debe rechazarse (2). En lugar de considerar un proceso y someterlo a la prueba de los principios, solo le importa cuánto tiempo lleva en marcha y únicamente lo somete a la prueba de si continúa avanzando o no.

Esa es la verdadera irracionalidad que en ocasiones se percibe de algún modo en cierto tipo de conservadurismo. No es que ame el pasado, sino que ama el presente, un tipo de pasión mucho más absurda. Es una ilusión imposible en su misma esencia, porque se destruye a sí misma perpetuamente. Cada avance del progresista se convierte en un estatus para el conservador. Cada revolución perversa se transforma en una valiosa institución. Cada cosa abominable que se intenta lograr se convierte en algo admirable porque se ha logrado; no porque sea una institución eficaz, sino porque ha sido el resultado de una revolución eficaz. A menudo, conservador solo significa alguien que conserva revoluciones.

Podría expresarlo diciendo que puede que yo sea un reaccionario, pero estoy seguro de que no soy un conservador. Soy un reaccionario en el sentido auténtico de que reaccionaría contra muchas cosas del pasado así como del presente. No las sometería a la prueba de un calendario que registre si ya han sucedido o no, sino a la prueba de un credo, que determine si deberían suceder. Algunas de las cosas que deseo ya han sucedido y, por lo tanto, yo las conservaría; otras no han sucedido aún y, por lo tanto, me uniría a una revolución para obtenerlas.

[…] Lo cierto es, por supuesto, que todo lo que hay de realmente pedante o inhumano en la campaña de los progresistas debe casi todo su éxito al hecho de que solo se le oponen los conservadores. No hay reaccionarios razonables que se opongan a ello, que tengan un ideal alternativo del Estado; lo único que hay es gente que comparte el mismo ideal y solo rechazan que ese ideal continúe avanzando. Los socialistas tienen una cualidad sólida y respetable: saben lo que quieren. Por lo tanto, nadie podrá presentarles una resistencia adecuada a no ser que esté verdaderamente convencido de que quiere algo distinto".

Gilbert Keith Chesterton, Illustrated London News, 30 de octubre de 1920

miércoles, 1 de noviembre de 2017

Literatura sobre el duelo y la superación de la muerte

Tereixa Constenla, "9 libros de la muerte que hablan de la vida. La literatura del duelo se afianza como un género propio dentro de la autoficción. Seleccionamos, con motivo del Día de los Muertos, algunos títulos publicados en la última década", El País, 1 NOV 2017 - 

Escribir para olvidar o recordar. Escribir para revivir o sepultar. Escribir para curar o sangrar. Escribir porque un escritor no sabe hacer otra cosa. El duelo, un trance universal y al mismo tiempo único, ha alimentado algunas obras excepcionales a lo largo de la historia. Pero es en estos tiempos de la literatura del yo y de la autoficción, en estos días de intimidades descarnadas y públicas, donde el género es más frecuentado. En esta lucha contra los demonios de la pérdida, algunos autores crean pequeñas obras maestras.  

A cada momento seguimos vivos. Tom Malmquist. Turner. 2017.

Tom Malmquist (Suecia, 1978) era un poeta de cierto éxito. Ahora eso ya no tiene importancia. Después de escribir A cada momento seguimos vivos, hay quien le considera el Knausgard sueco por ponerle prosa a su intimidad. Pero no se parecen. No hay rastro de la introspección intimista que a veces desliza el noruego entre sobredosis de realidad en el libro de Malmquist. No hay poesía, no hay lírica, no hay escapatoria. Karin, la pareja del autor, ingresa en el hospital con un embarazo de siete meses y una infección respiratoria. Las 100 páginas iniciales cuentan la rápida progresión de Karin hacia la muerte debido a una leucemia mieloide. Malmquist parapeta su estupefacción tras una labor notarial –anota en un pequeño cuaderno la jerga médica, los diálogos y la atmósfera con el detenimiento de un cazamariposas- mientras hace kilómetros por el pasillo subterráneo del hospital Karolinska, que conecta la unidad de neonatos con la de cuidados intensivos de cirugía torácica. Se prepara para la muerte al tiempo que recibe una nueva vida. Es un libro sobre la pérdida, claro está, pero también es un registro hipnótico sobre el microcosmos sanitario en Suecia. Los familiares de los enfermos disponen de salas que parecen pequeños apartamentos (camas, microondas, frigoríficos, sofás) y, en el caso de Malmquist, pueden acceder a espacios insospechados como el quirófano donde le practican la cesárea que culminará en el nacimiento de su hija, Livia. El poeta escribe con bisturí sobre el desmoronamiento de la vida que tenía y de la vida que esperaba tener. También de la vida que estrena como padre solitario, y que da lugar a algunas de las derivas disparatadas del sistema sueco. Malmquist tendrá que afrontar un esperpéntico periplo administrativo para que se le reconozca como padre de la criatura.

La ternura de las piedras. Marion Fayolle. Traducción de Regina López. Nórdica, 2016

Después de perder a su padre, Marion Fayolle (Ardeche, Francia, 1988) dibujó una despedida poética y surrealista –dibuja a su padre a veces como una piedra, a veces como un rey colérico - en la que participaba toda la familia. El feísmo de la realidad –las difíciles relaciones con un padre distante- se transforma en dibujos oníricos que cuentan sin herir. “Yo creía que la enfermedad y las adversidades acabarían por enternecerlo. Había visto un documental que explicaba cómo las piedras se transformaban en guijarros y luego en fina arena gracias a los embates del mar, el azote enérgico de las olas. Era el principio de la erosión. Sin embargo, yo sentía que, en lugar de pulirlo, la enfermedad se lo había ido comiendo poco a poco, pero sin alisar lo más mínimo sus contornos”. Fayolle no ajusta cuentas, pero tampoco disimula las magulladuras que sufre la familia. “La vida del Rey funcionaba como un reloj. Si alguien modificaba mínimamente sus horarios, se ponía furioso. Suele pasar. La gente que ostenta muchos poderes es temperamental y caprichosa”.

También esto pasará. Milena Busquets. Anagrama, 2015.

Una rareza. Lectores y críticos se pusieron de acuerdo en celebrar la novela sin ficción que la escritora Milena Busquets (Barcelona, 1972) había dedicado a la editora Esther Tusquets. Una hija escritora tal vez no sea el mayor deseo de una madre editora. Ya no se sabrá. Tusquets no podrá leer un libro donde la ligereza no oculta la pena ni el dolor relega el vitalismo. Pero la protagonista, Blanca, despliega una fórmula para seguir adelante, que nada tiene que ver con el enclaustramiento emocional. La vida, con sus frivolidades y sus pasiones, está afuera, bajo la luz de Cadaqués. A esa vida que sigue, aunque ya nunca volverá a ser igual, se aferra Blanca con el instinto tanto como con la inteligencia. Levedad a raudales, frivolidad burguesa, nostalgia contenida, lealtades justitas. Un libro, el segundo de Busquets, que arrasó dentro y fuera de España. Una carta de amor, según la autora, de una hija a una madre que ni fue una catarsis ni un ajuste de cuentas. 

¿Podemos hablar de algo más agradable? Roz Chast. Traducción Rocío de la Maya. Reservoir books, 2015.

Roz Chast (Nueva York, 1954) quería lidiar con la muerte de sus padres y el resultado fue una novela gráfica dolorosa, divertida, inteligente y honesta, que estuvo a punto de recibir el National Book Award en 2014 saltándose las convenciones de la literatura. Cuando publicó el cómic, Chast guardaba las cenizas de sus padres, fallecidos con dos años de diferencia, en dos bolsas en el suelo de su ropero, junto a sus zapatos, camisetas, una plancha y manualidades infantiles. “El director de la funeraria me preguntó si quería que mezclaran sus cenizas. Le dije que mi madre había sido tan dominante cuando estaban vivos que sería mejor que él tuviera un poco de espacio propio. Cerca, pero independiente”. Hasta llegar a este epílogo, Chast reconstruye los últimos años de sus padres, un hombre sumiso y una mujer autoritaria, con su imparable deterioro. La vejez sin paños calientes. También el repaso a su odiosa infancia de hija única en Brooklyn y el higiénico distanciamiento que crea cuando se casa y tiene a sus hijos. Apoyándose sobre fotografías, viñetas, distintas tipografías y una voz narrativa, el cómic traslada una veracidad conmovedora, y a veces tétrica, sobre el desmoronamiento de la vida, el sentido de la responsabilidad o la guadaña de la culpa.

La ridícula idea de no volver a verte. Rosa Montero. Seix Barral, 2013.

En pleno duelo por su pareja, el periodista Pablo Lezcano, fallecido en 2009, la escritora Rosa Montero (Madrid, 1951) descubrió el duelo de la científica Marie Curie por su marido Pierre, atropellado por un coche de caballos en abril de 1906. Ni siquiera un cerebro genial puede mantener a raya el dolor de la pérdida. Marie Curie enloqueció. Guardó sus ropas ensangrentadas. Vagabundeó atrapada en la culpa. Dejó de hablar a sus hijas del padre para hablar con el padre a través de un diario: “Yo me estaba ocupando de las niñas, y te marchabas preguntándome en voz baja si iría al laboratorio. Te contesté que no lo sabía y te pedí que no me presionaras. Y justo entonces te fuiste; la última frase que te dirigí no fue de amor y de ternura. Luego, ya solo te vi muerto”. Al tiempo que avanza en la biografía de la única mujer con dos Premios Nobel (Física y Química), Montero comparte en esta rareza literaria –en la línea deLa loca de la casa- reflexiones, sentimientos y sinrazones. “La pérdida de un ser querido es una vivencia tan dislocada e insensata que resulta increíble cuánto te puede llegar a turbar y emocionar una tarjeta VISA con el nombre de tu muerto escrito en relieve”. La novelista guardó en un cajón el móvil que Pablo odiaba, la agenda, la billetera, el DNI, el permiso de conducir. Los duelos son universales pero únicos. Cada uno lo afronta a su manera. “La muerte”, escribe Rosa Montero, “mancha también nuestros recuerdos: no soportamos rememorar nuestra ignorancia, nuestra inocencia. Esos días que pasé con Pablo en Nueva York, apenas un mes antes de que le diagnosticaran el cáncer, son ahora una memoria incandescente: él estaba malo y yo no lo sabía, estaba tan enfermo y yo no lo sabía, le quedaba un año de vida y yo no lo sabía; ese desconocimiento abrasa, ese pensamiento es persecutorio, esa inocencia de ambos antes del dolor resulta insoportable. Ahora veo la preciosa foto que hice desde la ventana de nuestro hotel en Manhattan y siento cómo se me hiela el corazón”.

Noches azules. Joan Didion. Traducción de Javier Calvo. Mondadori, 2012.

Hay un libro mítico de Joan Didion (Sacramento, 1935): El año del pensamiento mágico. Se publicó en 2006. Se escribió poco después de la muerte de su marido, el escritor John G. Dunne. Estupor, tristeza, cólera, pensamiento mágico: no tirar la ropa de John porque le hará falta cuando regrese. John sufrió un infarto cuando estaban a punto de sentarse a cenar una noche de diciembre de 2003. Regresaban del hospital donde habían visitado a su hija, Quintana Roo, en coma, que fallecería pocos meses después de su padre. Didion tardó mucho más tiempo –cinco años– en llevar el duelo por su hija a la literatura. En Noches azules rehace la vida de su hija, adoptada, al tiempo que desnuda su propia fragilidad. Didion no oculta su conmoción al observar la pérdida de su vigor físico y la desaparición de la vida plena que se esfumó sin avisar. Un libro donde comparte el miedo a la propia muerte.  

Tiempo de vida. Marcos Giralt Torrente. Anagrama, 2010.

En otoño de 2007 Marcos Giralt Torrente (Madrid, 1968) anotó en un cuaderno: “El mismo año en que mi padre enfermó publiqué una novela en la que lo mataba”. Lo consideró un buen comienzo. Llenó páginas. Leyó libros sobre padres e hijos, familias y muertes. Pero el buen comienzo no conducía a ninguna parte. “Me faltaba la idea motriz; no la tenía porque lo único que sentía era un gran vacío. Un duelo es una cosa extraña. Un duelo se siente una vez que ha quedado atrás. Un duelo te aísla incluso de ti mismo”. Finalmente contó cosas y calló otras: “Hay lugares que desconozco y lugares a los que no quiero llegar”. Suficientes para reconstruir la vida del padre, el pintor Juan Giralt, fallecido en febrero de 2007 debido a un cáncer. Ocho meses después el novelista escribió: “En todo este tiempo no he escrito apenas. No tenía tiempo ni cabeza. Tampoco he leído. He vivido hacia afuera, multiplicado en tantas facetas y cometidos como exigían sus muchas necesidades. He sido su principal compañía, su interlocutor ante los médicos, su psicólogo, su ayudante, su brazo ejecutor, su camarero y enfermero. He dejado a un lado mi vida, me he anulado y me he fusionado con él (…) He visitado casi a diario farmacias y ambulatorios, le he curado heridas imprevistas, lo he ayudado a levantarse y a acostarse, lo he llevado y traído del baño, he temido su muerte, la he deseado por momentos y, cuando sólo quedaba sufrimiento y ninguna alegría que el dolor no neutralizara, he hecho la llamada que él me había pedido. He recibido a los médicos que ya no venían a curarlo, me he dejado adiestrar por ellos, he esperado su muerte, lo he visto muerto y lo he amortajado. He cumplido, en fin, su voluntad en todos sus términos y el esfuerzo de todo ello me ha dejado exhausto. Exhausto y vacío”. Por esta obra recibió el Premio Nacional de Narrativa en 2011 y el Strega Europeo.

De vidas ajenas. Emmanuel Carrère. Traducción de Jaime Zulaika. Anagrama, 2009.

En la Navidad de 2004 Emmanuel Carrère (París, 1957) mascullaba sobre sí mismo y su incapacidad para amar en un bungalow de Sri Lanka cuando la Gran Ola destrozó el Sudeste asiático. Tanto él como su pareja, Hélène d’Encausse, y los dos hijos (no comunes) que les habían acompañado, salieron indemnes. A última hora habían suspendido la clase de submarinismo a la que se habían apuntado. La muerte puede ser así de esquiva. Emmanuel y Hélène pensaban en separarse. Y eso, que era lo más importante de aquel momento, dejó de tener trascendencia alguna ante las dimensiones de la tragedia, que costó la vida de 35.000 personas en Sri Lanka. Entre ellas la hija de otros turistas franceses, Jérôme y Delphine, a los que acompañaran permanentente desde ese momento y hasta su regreso a Francia. Carrére que, a sus 47 años, nunca había visto un muerto, recorrió escenarios donde lo imposible era no verlos.  A su regreso a París había más urgencias: la recaída en el cáncer de la hermana de Hélène, Juliette. “En cuestión de pocos meses, fui testigo de dos de los acontecimientos que más temo en la vida: la muerte de un hijo para sus padres y la muerte de una mujer joven para sus hijos y su marido. Alguien me dijo entonces: eres escritor, ¿por qué no escribes nuestra historia?”. Y de este encargo, salió uno de los libros más bellos y generosos de Carrère, que aparca el ensimismamiento de otras obras, para contar historias cotidianas de seres extraordinarios, o tal vez historias extraordinarias de seres cotidianos. Un libro que mantiene viva a Juliette, capaz de sentar las bases de un novedoso derecho del consumo desde su pequeño juzgado de provincias, junto a otro colega, tan enfermo y tan cojo como ella. En Francia lo eligieron en 2009 mejor novela del año.

El olvido que seremos. Héctor Abad Faciolince. Seix Barral, 2007

Héctor Abad Faciolince (Medellín, 1958) descubrió el cadáver de su padre, el médico Héctor Abad Gómez, en un charco de sangre en agosto de 1987. Especialista en salud pública –creía en su poder para transformar realidades–, activista contra la corrupción política y profesor universitario mal visto por los acomodados en la élite, fue asesinado por dos jóvenes que iban en moto mientras asistía al duelo de otra víctima de paramilitares. En uno de los bolsillos de su chaqueta, el médico colombiano llevaba un soneto de Borges: "Ya somos el olvido que seremos". Su hijo rastreó en sus propias vivencias de niño privilegiado, distinguido por el padre entre tantas hermanas, y reconstruyó la biografía del hombre público volcado en una causa. "Fue injusto con nosotros", reflexionaba el escritor poco después de publicar la obra, "los héroes siempre son injustos, porque era consciente de que lo iban a matar, y lo mataron y todo ha sido inútil. La violencia siguió adelante. Pero sólo puedes combatirla con palabras. Contar lo que es".

martes, 31 de octubre de 2017

Merece la pena

Hay una serie de gozos humildes y sencillos que la gente no apercibe a causa de la velocidad por la que transita por la vida. ¿Se han parado realmente a escuchar el ruido del viento entre las hojas? Hay que alejarse de los árboles en fila de la ciudad para poder oír sin interferencias algo así, tan simple como maravilloso, buscando otros árboles reunidos en familia en las afueras. Solo el viaje fuera de nuestros senderos rutinarios ya merece la pena y nos hace descubrir gentes y lugares que creíamos ya se habían perdido. Salgan de sus itinerarios y descubrirán otros mundos. 

Al contrario que tantas palabras monótonas, rutinarias y repetidas que nos cansan, el sonido del viento entre las hojas no quiere decir nada, pero lo representa todo y nunca suena igual. Su poder relajante y restaurador proviene de que nos devuelve a un atavismo original. Crea un significado que no ha sido acuñado con signos, con los símbolos humanizadores de las palabras o con las matemáticas de la música, sino en el depósito más hondo de nuestros instintos: cuando escuchamos esa voz ancestral que no necesita palabras para expresarse algo muy primitivo se remueve en nuestro interior que viene de nuestros antepasados milenios hace, y nos sentimos consolados, calmados, devueltos a una realidad verdadera, más inmediata, más plena, sacándonos de esa cadena de pensamientos que invariablemente tira de nosotros hacia la infelicidad. Es un tipo de comunión que  Michel Hulin llamaba mística salvaje.

Algo parecido es lo que se experimenta cuando se llenan totalmente de aire los pulmones, cuando se absorbe por completo de una bocanada todo lo que podemos absorber de la realidad. ¿Cuándo fue la última vez que respiramos a fondo? ¿Que experimentamos la plenitud de comulgar con el todo? 

Con frecuencia me he preguntado cuál sería la sensación más espantosa que podría soportar y he llegado a la conclusión de que era la asfixia. Los dioses griegos antiguos, que eran inmortales, podían ser castigados solo de una manera: a la asfixia eterna, a la perpetua pérdida de aliento si juraban en vano por la laguna Estigia. Era el único juramento que estaban obligados a respetar. ¡Cuán admirable es el saber de los antiguos al considerar que ningún castigo podía ser peor incluso para un dios inmortal! 

La gente suele estar pendiente de muchas pantallas y muy raramente mira directamente las cosas. Vive en una especie de videojuego repetititvo y perpetuo. Si quieren evadirse busquen primero un lugar donde sentarse; yo recomiendo el mercadillo de los sábados en las afueras o cualquier otro lugar concurrido; entre las siete y las ocho de la tarde es una buena hora si quieren hacerlo en la ciudad: a esa hora sale toda la gente de sus trabajos y cierran las tiendas; simplemente observen, piensen, déjense llevar por la gente: su galanura, sus ilusiones, sus vestidos, sus risas. Las madres que pasean orgullosas a sus hijos, los jovencitos que charlan... El mundo se vuelve entonces terriblemente hermoso y deslumbrante. O, sencillamente, mediten. Yo les recomendaría un brevísimo pero enjundioso libro de meditación de Pablo d'Ors que no soy el único en haber disfrutado: Biografía del silencio (Siruela, 2012). Responde muchas preguntas que no tienen respuesta simplemente devolviéndonos al aquí, al ahora, a una vida real y plena que no persigue otra cosa que el mero goce de existir.

domingo, 29 de octubre de 2017

Biografía inédita de Stalin por Trotski

Bernardo Marín, "Retrato de mi asesino. Se publica una biografía de Stalin en gran parte inédita que Trotski escribía cuando fue asesinado", en El País, 28 de oct. de 2017:

“Stalin se divertía en su casa de campo degollando ovejas o vertiendo queroseno en los hormigueros y prendiéndoles fuego. Kámenev me dijo que, en sus visitas de ocio sabatinas a Zubalovka, Stalin caminaba por el bosque y continuamente se divertía disparando a los animales salvajes y asustando a la población local. Tales historias sobre él, procedentes de observadores independientes, son numerosas. Y, sin embargo, no faltan personas con este tipo de tendencias sádicas en el mundo. Fueron necesarias condiciones históricas especiales antes de que estos instintos oscuros encontraran una expresión tan monstruosa”.

Estas palabras forman parte de una biografía singular. Por la relevancia de sus protagonistas, dos de las figuras prominentes de la Revolución Rusa, enfrentadas por una de las rivalidades más encarnizadas del siglo XX. Y porque el perfil quedó inconcluso después de que el retratado ordenara la muerte de su biógrafo. Stalin, la obra que León Trotski escribía cuando fue asesinado por Ramón Mercader en México en agosto de 1940, ha permanecido dormida durante más de siete décadas. Y después de muchas peripecias, mutilaciones y añadidos, vuelve a ver la luz en un volumen de casi mil páginas, en gran parte inédito, coincidiendo con el centenario de la llegada al poder de los bolcheviques.

La historia de este libro merecería la publicación de otro que la contara. Trotski, exiliado en México tras serle denegado el asilo en varios países, se sabía sentenciado por el líder de la Unión Soviética Josif Stalin. Pero no tenía particular interés en escribir la vida de su antiguo camarada. “No fue una venganza. Escribir esta biografía no entraba en los planes del abuelo. Estaba centrado en acabar otra sobre Lenin”, explica Esteban Volkov, nieto del revolucionario, en conversación telefónica desde Ciudad de México, donde reside. “Pero necesitaba dinero y la editorial Harper & Brothers de Nueva York le hizo una oferta generosa”.

Volkov, a punto de cumplir 92 años, ha sido durante décadas el guardián de la memoria de su abuelo. También es director de la Casa Museo León Trotski, entre cuyos muros fue asesinado el revolucionario en agosto de 1940 por un golpe de piolet del agente estalinista Ramón Mercader. El mismo escenario donde se presentará la versión en español del libro, publicada por la editorial mexicana Fontamara, el día 11, coincidiendo con el aniversario de una Revolución de Octubre que por diferencias entre los calendarios gregoriano y juliano, sucedió en noviembre para el resto del mundo. La obra se publicó hace un año en inglés en una editorial marxista de Londres y fue traducida después al italiano y al portugués, pero la noticia no tuvo repercusión en los grandes medios.

SANGRE SOBRE PAPEL, por JORGE F. HERNÁNDEZ

La biografía más trascendental de Joseph Vissarionovich, tristemente celebrado aún por algunos por su apodo: Stalin, es un retrato minucioso del diabólico dictador ruso en 890 páginas, escrito nada menos que por León Davidovich Bronstein, que conocemos como Trotski. Parece increíble que al publicarse en inglés hace un año no haya provocado titulares a ocho columnas o revuelo en las redes ni reseñas diversas. Vivimos en amnesias funcionales que creen saciarse con 140 caracteres donde al menos dos generaciones sólo saben algo de León Trotski por las películas, postales, cafeteras y demás productos que circulan desde que Frida Kahlo se convirtió en marca registrada.

La inmensa biografía firmada por uno de los principales líderes de la Revolución Rusa desmenuza quirúrgicamente la demencia increíble de un sanguinario traidor de esa misma Revolución: un animal que parecería indescriptible de no contarse con miles de documentos, fotografías (incluso las alteradas “por el bien de la Historia”), testimonios, sobrevivientes de las purgas, náufragos del Gulag, proscritos redimidos y seguidores arrepentidos que incluso desde el primer triunfo bolchevique dejaron constancia de su reguero de desgracias y compendio constante de crímenes. Entre los párrafos que pergeñaba Trotski durante su exilio incansable en su frágil fortaleza de Coyoacán, estaban sobre la mesa los papeles que serían su lápida, cuya redacción se interrumpió en cuanto Ramón Mercader clavó su piolet de montañista en su cráneo.

Trotski forcejeó con el enviado, sabiendo que su verdugo se hallaba sonriente en el Kremlin y quizá durante su agonía pensó que al menos gran parte de la escrupulosa biografía del verdugo de él y de casi toda su familia, de millones de seres humanos y de no pocas ilusiones utópicas estaba prácticamente terminada. Había aceptado escribirla por el jugoso pago que prometió una editorial americana, cuyo traductor tuvo a bien mal-traducir, editar e incluso, enmendar y añadirle párrafos de su propia cosecha. Eso ya quedó corregido y contamos ahora con la publicación de un retrato del Diablo hecho en prosa sobre papeles… manchados de sangre.

Harper & Brothers publicó una versión incompleta del libro en inglés en 1946. Antes no era posible, porque EE UU y la Unión Soviética eran aliados contra Alemania. Pero la viuda de Trotski, Natalia Sedova, pleiteó en los tribunales sin éxito para que fuera retirada. Sus objeciones se dirigían, sobre todo, contra el editor y traductor de la obra. “Hizo una deficiente edición del libro, con mutilaciones y múltiples añadidos de su cosecha muy alejados del pensamiento político del abuelo”, explica Volkov. El propio Trotski nunca tuvo demasiada confianza en su traductor, y había montado en cólera cuando supo que había enseñado algunos originales a terceras personas. “Parece tener al menos tres cualidades: que no sabe ruso, que no sabe inglés y que es tremendamente pretencioso”, escribió en una carta al periodista estadounidense Joseph Hansen.

Pero una parte de la obra no llegó nunca a manos de la editorial. Cuando se supo sentenciado, Trotski envió a la Universidad de Harvard, en Estados Unidos, muchos de sus documentos para su custodia. “Los archivos salen esta mañana en tren”, había escrito el revolucionario el 17 de julio de 1940, un mes y tres días antes de su asesinato. Y allí se acumularon 20.000 documentos que ocupaban 172 cajas de artículos, fotografías y papeles manuscritos, mecanografiados, traducidos y sin traducir, con gran cantidad de correcciones que demostraban lo extraordinariamente meticuloso que era con su trabajo.

Capítulos enteros del libro sobre Stalin permanecieron así dormidos hasta que en 2003 el historiador galés Alan Woods comenzó a indagar en la montaña de documentos para rescatar la versión más amplia e íntegra posible del libro. Y después de más de diez años de trabajo el resultado fue una obra un tercio más extensa que el libro publicado en los años 40, sin los añadidos del primer traductor y, ahora sí, con las bendiciones de la familia de Trotski.

Woods coincide con Volkov en que Trotski no quería escribir este libro. “Pero una vez que se puso a ello, lo hizo concienzudamente, con mucha documentación y detalles incluso del periodo más desconocido de la vida de Stalin, su infancia. Para cualquier lector es un estudio psicológico fascinante”, explica desde Londres, donde reside. El historiador es un activo miembro de la Corriente Marxista Internacional. Participó en la lucha contra el Franquismo en España y fue firme defensor de la revolución bolivariana y amigo personal de Hugo Chávez, aunque en los últimos tiempos se ha distanciado de la deriva del Gobierno venezolano.

Los dirigentes del Partido Bolchevique eran en general gente muy capacitada, y entre ellos brillaba Trotski, que dominaba cinco idiomas y escribía varios libros a la vez. Stalin aparece en cambio retratado por su gran rival político como un hombre de horizontes limitados. Ese perfil mediocre coincide con el que hicieron otros observadores, como el periodista estadounidense John Reed, que en su crónica Diez días que estremecieron al mundo menciona a El hombre de acero solo dos veces y a Trotski nada menos que 67.

Pero, por lo que se cuenta en el libro que ahora se presenta, las cualidades de Stalin eran otras:  la astucia y el arte de la manipulación. “La técnica de Stalin consistía en avanzar gradualmente paso a paso hacia la posición de dictador, mientras que representaba el papel de un defensor modesto del Comité Central y de la dirección colectiva. Utilizó a fondo el período de enfermedad de Lenin para colocar a individuos que le eran devotos. Se aprovechó de cada situación, de cada circunstancia política, de cualquier combinación de personas para promover su propio avance que le ayudara en su lucha por el poder y lograr su deseo de dominar a los demás. Si no podía elevarse a su altura intelectual, podía provocar un conflicto entre dos competidores más fuertes. Elevó el arte de manipular los antagonismos personales o de grupo a nuevas alturas. En este campo desarrolló un instinto casi infalible”.

Sin embargo, Woods no atribuye la llegada al poder de Stalin a su carácter. “Era un niño maltratado por su padre, rencoroso y con tendencias sádicas. Pero no todos los maltratados se vuelven monstruos. Como no todos los artistas fracasados se vuelven Hitler”. Y propone un argumento marxista para explicar su ascenso. “En todas las revoluciones hay un periodo que necesita héroes, gigantes. Cuando llega a un periodo de declive, necesitan mediocres. La degeneración burocrática hubiera tenido lugar sin o con Stalin, porque Rusia era un país aislado y atrasado. Pero en este caso la burocracia se encarnó en un personaje sanguinario”.

¿Pudo acelerar el libro el asesinato? Stalin estaba muy bien informado de lo que hacía su rival. Cada mañana tenía los últimos artículos de Trotski sobre su mesa. Y Volkov recuerda cómo Robert Sheldon Harte, guardaespaldas de su abuelo a quien se atribuye la traición que facilitó un primer atentado contra él en mayo de 1940, le preguntaba siempre por la marcha de la obra. “Como cualquier criminal tenía que eliminar los testigos”, coincide Woods.

ESTEBAN VOLKOV: “UNO DE LOS GRANDES CRÍMENES DE STALIN FUE MUTILAR LA MEMORIA”

B. M.

Esteban Volkov (Yalta, entonces Unión Soviética,1926), nieto de León Trotski y heredero de su legado, prepara estos días los actos para conmemorar el centenario de la Revolución Rusa en Ciudad de México, donde preside la Casa Museo en la que fue asesinado su abuelo. Allí llegó en 1939 para acompañarle en su exilio siendo apenas un adolescente, después de que su padre desapareciera en el Gulag y de que su madre muriera acosada por los sicarios de Stalin. Fue herido en un pie en el atentado que el pintor David Alfaro Siqueiros organizó para acabar con la vida del revolucionario en mayo de 1940 y pocos meses después fue testigo de la agonía de su abuelo tras ser atacado por Ramón Mercader. Pese a los terribles acontecimientos que ha presenciado, mantiene un espíritu sereno y un humor envidiable y a sus 91 años dice que espera vivir muchos más “para compensar todos los años que Stalin arrebató a sus familiares”.

Ha dedicado gran parte de su vida y de sus energías a defender la memoria de su abuelo. ¿Qué le ha movido a hacerlo?

Fui testigo de su asesinato y de la campaña de calumnias y difamaciones contra él de la prensa estalinista. Mentiras que muchos se encargaban de repetir una y mil veces para tratar de convertirlas en verdades. Uno de los más grandes crímenes de Stalin ha sido mutilar la memoria histórica. Si es un delito darle un mapa falso a un explorador que va a entrar en el Amazonas, dar falsos planos a la humanidad es un crimen aún más grave, dejar con una venda en los ojos al género humano entre profundos abismos es uno de los peores crímenes que se puede cometer.

¿Qué valor tiene la publicación de su biografía de Stalin tantos años después?

No era el libro que mi abuelo quería escribir, y lo hizo acuciado por las estrecheces económicas. Pero es muy interesante, porque fue escrito en la época de mayor madurez política de Trotski y cuenta el entorno en que un personaje de las características de Stalin, que rebasa la escala ética de cualquiera, puede llegar al poder. No hay duda de que fue un individuo sui generis, de una crueldad como pocas veces se ha visto en la historia. Personajes como Nerón o Atila se quedan chiquitos a su lado. Y por ello posiblemente aceleró la sentencia de muerte que había lanzado contra mi abuelo cuando supo que se estaba escribiendo su biografía.

¿Qué queda del pensamiento de Trotski cien años después de la Revolución Rusa?

Mi abuelo dejó un arsenal de ideas políticas para cambiar la sociedad. Para construir un mundo que vele por el ser humano y no por la codicia. Estudió a fondo el proceso estalinista y la contrarrevolución. Y predijo con 70 años de antelación la caída del totalitarismo burocrático en la Unión Soviética

sábado, 28 de octubre de 2017

Cualidades de las personas productivas: capacidad, sociabilidad y fuerza de voluntad

M. Victoria S. Nadal, "Productividad. Los rasgos que tienen en común las personas con mucho potencial", en El País,   28 OCT 2017

Hay tres claves para identificar a los trabajadores que son diamantes en bruto: su capacidad, sus habilidades sociales y su fuerza de voluntad

En un mercado laboral con recursos limitados resulta necesario desarrollar estrategias para identificar no solo cuáles son los empleados mejor preparados para el puesto, sino aquellos que tienen mayor potencial. Investigaciones llevadas a cabo durante los últimos años han demostrado que invertir en esos profesionales maximiza los rendimientos de las organizaciones. Es algo que parece obvio pero que da resultados curiosos. El trabajo de los empleados con mucho potencial mejora también el nivel de desempeño de sus compañeros. Esto está muy bien, pero, ¿cómo podemos identificarlos? La clave está en su capacidad, sus habilidades sociales y su fuerza de voluntad, según explican Tomás Chamorro y Seymour Adler, profesores de psicología laboral.

Uno de los puntos más importantes para detectar a estos diamantes en bruto es mirar más allá de las aptitudes específicas que se solicitan para cada puesto concreto. Es necesario evaluar otros criterios que tienen más que ver con las habilidades personales e incluso con la personalidad. "La primera pregunta y la más importante es: '¿Qué posibilidades tiene?", explican los profesores en HBR. "Hasta ahora, la mayoría de las intervenciones se centran en el éxito profesional individual, en su capacidad para ascender dos puestos en cinco años. Pero la capacidad de avanzar en la propia carrera no garantiza que se haga una contribución crucial a la organización".

Desde su punto de vista, es necesario esforzarse en predecir quién se convertirá en "un impulsor clave del desempeño en la empresa". La ciencia revela que esos individuos comparten una gama de cualidades medibles que se pueden identificar fácilmente durante el proceso de selección. En el estudio Employability and career success: bridging the gap between theory and reality, Chamorro, Adler y Robert B. Kaiser, de Kaiser Leadership Solutions, identifican tres marcadores generales de potencial alto, que desgranamos a continuación.

Capacidad

Un criterio básico es que el candidato tenga los conocimientos y habilidades necesarios para desarrollar el trabajo en cuestión. Pero lo que nos interesa en este tema es ver si esa persona tiene la capacidad de amoldarse y estar a la altura si en el futuro tiene que desarrollar un trabajo más complejo del que se le exige en el momento de la contratación. Por eso también es necesario que el trabajador sea capaz de aprender y dominar las nuevas habilidades. "El mejor indicador de esto es el cociente intelectual o la capacidad cognitiva", explican Chamorro y sus colegas. "La capacidad de aprendizaje incluye la motivación para adquirir nuevos conocimientos y habilidades de forma rápida y flexible".

Habilidades sociales

El informe The future of jobs destaca la coordinación con otros y la gestión de equipos como algunas de las habilidades más solicitadas para ocupar un puesto de trabajo. Los empleados deben ser capaces de llevarse bien con sus compañeros y sus jefes y de apoyar y recibir feedback de sus colegas de profesión. Esta capacidad para relacionarse con los demás facilita tener una red de trabajo más amplia y ser influyentes y persuasivos con sus interlocutores.

Las habilidades sociales implican dos cualidades fundamentales: la capacidad de administrarse y la de gestionar a los demás. Estos son los elementos centrales de la inteligencia emocional, por eso podríamos valorar este tipo de inteligencia como un indicador temprano de alto potencial.

Fuerza de voluntad

La motivación para trabajar arduamente, lograr y hacer lo que sea necesario para conseguir hacer el trabajo es otra de las categorías a tener en cuenta. "Se identifica fácilmente como ambición: la capacidad de permanecer insatisfecho con los logros", se lee en el estudio. Esta capacidad se puede identificar al prestar atención a la diligencia con la que trabaja una persona, su disposición para asumir deberes y tareas y su deseo de más responsabilidad.

Una vez en la empresa, las personas con estas cualidades sirven de modelo y enseñan conductas a sus compañeros que facilitan instaurar una cultura de alto rendimiento en la empresa. Según el estudio Stargazing: An integrative conceptual review, theoretical reconciliation, and extension for star employee research, el simple hecho de incluir a un empleado con alto potencial aumenta la efectividad de otros miembros del equipo entre un 5% y un 15%. No es de extrañar que estudio tras estudio se demuestre un desempeño financiero más sólido en las empresas que se esfuerzan más en identificar y desarrollar los mejores talentos.

Trabajadores que parece que tienen mucho potencial... pero no

Hay algunas características que pueden despistarnos cuando queremos identificar a los candidatos con potencial. Tendemos a pensar que aquellos con mucha experiencia, responsables o que se ajustan a los principios de la organización son los trabajadores ideales. Pero no.

Experiencia técnica y profesional. Es más probable que se valore como trabajadores con alto potencial a aquellos que tienen más conocimiento y experiencia. En realidad las personas con alto potencial son aquellas que tienen unas habilidades concretas que no están necesariamente vinculadas con sus conocimientos concretos sobre el trabajo.

Cumplir con los compromisos de forma constante. Las personas que cumplen siempre con los plazos generan confianza y una imagen de responsabilidad que se puede confundir con alto potencial.

Ajustarse a la cultura de la organización. Una investigación de Jack Zenger y Joseph Folkman, al frente de la consultora que lleva sus apellidos, mostró que las personas con potencial bajo tendían a resaltar un rasgo valorado por su organización. Esto puede dar información sesgada al pensar que porque una persona presente una cualidad importante para la cultura de la compañía —como, por ejemplo, ser amable— implica que es más válido.

La caluidad educativa depende de pocas cosas

Olga R. San Martín, Trabajo de la Universidad Camilo José Cela. Un estudio advierte que la Lomce "ignora" los factores que mejoran los resultados de los alumnos, El País, 23 OCT. 2017 18:32

La investigación denuncia que la ley no ha tenido en cuenta, entre otras cosas, al profesorado, que es lo que más incide en la calidad educativa

El objetivo de la norma educativa del PP era mejorar los resultados de los alumnos, de los colegios e institutos y del sistema, en general. Lo dice bien claro su nombre: Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad Educativa. Pero la Lomce "ha ignorado" los factores que tienen un mayor impacto positivo en el rendimiento, según un estudio realizado por Francisco López Rupérez, director de la Cátedra de Políticas Educativas de la Universidad Camilo José Cela de Madrid.López Rupérez fue un alto cargo educativo del PP. Ex presidente del Consejo Escolar del Estado, ha sido secretario general de Educación y FP del Ministerio de Educación, viceconsejero educativo de la Comunidad de Madrid y consejero en las delegaciones permanentes de España ante la OCDE y la Unesco. Se conoce, por tanto, todos los pormenores de la Lomce y, sobre todo, la evidencia empírica disponible en relación a aquellos factores que tienen más impacto en la calidad del sistema educativo.En Un análisis de la Lomce a la luz del principio de Pareto, que se ha hecho público este lunes, este catedrático aplica a la Ley Wert el conocido principio del sociólogo y economista italiano, también llamado Ley Universal de las Prioridades, según el cual un número pequeño de prioridades bien establecidas supone un gran impacto en la mejora de resultados.Lo que ocurre es que con la Lomce ha sucedido al revés, viene a decir López Rupérez. "En educación hay muchas cosas que influyen poco en los resultados y pocas cosas que influyen mucho. El Gobierno ha escogido las que influyen poco", explica. ¿Por qué? "Por una falta de conocimiento de la realidad educativa y de la realidad política", responde."Orientación cortoplacista"Su investigación señala que "la orientación cortoplacista, los planteamientos oportunistas y los intereses corporativistas suelen, con frecuencia, prevalecer".¿Qué factores de éxito se ha dejado la Lomce fuera de sus prioridades? Para empezar, a los profesores, que explican el 30% del éxito escolar, según los trabajos publicados en 2003 por el investigador John Hattie. "La atención a la calidad del profesorado es nula", dice López Rupérez. "Con lo cual, se está ignorando el factor que más impacto tiene, con diferencia, sobre los resultados de los alumnos. Esta ausencia, de acuerdo con el principio de Pareto y con la evidencia disponible, cuestiona seriamente la validez empírica de la ley"."Tampoco hay ninguna referencia significativa a cómo mejorar la implicación parental", prosigue López Rupérez, que es otro factor a tener en cuenta, pues explica más del 5% de la calidad educativa. Se ha excluido también al alumnado y a la interacción entre iguales por parte de los estudiantes. En definitiva, que sólo dos de los cinco factores citados por Hattie están presentes en la Lomce: la influencia del liderazgo de la dirección y las características de la escuela. "La ley sólo ha tenido en cuenta dos factores, que apenas explican el 10% de los resultados", señala la investigación, que también ha evaluado los factores de éxito que se tienen en cuenta en el Informe PISA.Aquí la Lomce tampoco ha estado muy acertada, a juzgar por los resultados. Por ejemplo, PISA considera que las notas de los alumnos son mejores cuando se evita la orientación precoz hacia los distintos programas educativos: López Rupérez recuerda que, en este sentido, la Ley Wert no cumple con lo recomendado por la OCDE, al hacer una "auténtica constricción" de los itinerarios.Autonomía de los centrosLa ley sí aborda, en cambio, la espinosa cuestión de la repetición de curso, pero "no explicita ningún mecanismo de coordinación que permita una actuación coherente" a las comunidades autónomas. Respecto a la autonomía de los centros, hay mejores resultados cuanto mayor es la autonomía, pero la Lomce "no entra en un nivel de concreción ni prevé abordarlo mediante el desarrollo de normas de rango inferior". Otro factor que eleva la calidad del sistema es, según la OCDE, la evaluación. Pero también aquí pone pegas, porque considera que se ha tratado "de manera confusa" desde un punto de vista legislativo. En definitiva, que la redacción de esta norma ha sido un despropósito: "La Lomce apenas se alinea con las prioridades que reposan en la evidencia científica disponible, sino que se apoya, en mayor medida, en otras cuyo impacto sobre los resultados de los alumnos es francamente inferior". La conclusión del trabajo es que, "de esta definición defectuosa de prioridades" sólo cabe inferir "un escaso impacto de la ley sobre la mejora de la calidad de la educación medida por los resultados de los alumnos". Es decir, no hará honor a su nombre.

martes, 24 de octubre de 2017

Libros para algo

Borja Hermoso “El profesor que triunfa en la universidad es el burócrata" El ensayista Nuccio Ordine aspira a ofrecer pistas para quienes el dinero no lo es todo con su nuevo libro, 'Clásicos para la vida' El País, 24 OCT 2017 

A bordo de un impecable look de ejecutivo -traje azul oscuro, camisa blanca y corbata roja- rematado por unas aparatosas botas deportivas color arena viaja Nuccio Ordine (Diamante, Italia, 1958). Estamos ante un ciudadano, un profesor y un ensayista que se ha empeñado en resistir. Resistir, desde la defensa de las humanidades y la enseñanza de los clásicos, a la inercia inexorable de la consabida deriva mercantilista.

Por eso Ordine se indigna contra la transformación de las universidades como templos del saber en factorías de nuevos profesionales perfectamente diseñados para el mercado. Por eso clama contra la derrota del pensamiento frente al dinero, y del corto frente al largo plazo, y por eso lo cuenta en libros-manifiesto de lectura apasionante. Fue el caso de La utilidad de lo inútil (traducido ya a 20 idiomas en 30 países), un verdadero fenómeno editorial consistente en la reivindicación furiosa de las inútiles humanidades -más necesarias que nunca, sostiene- frente a los saberes útiles, con la ayuda de un buen puñado de filósofos y escritores de todas las épocas.

Y es el caso de su nuevo libro, Clásicos para la vida. Una pequeña biblioteca ideal, en el que el profesor de la Universidad de Calabria, lejos de pretender establecer un canon literario-filosófico, solo aspira a ofrecer pistas, balizas a navegantes para quienes, definitivamente, el dinero no lo es todo. También están Einstein, Thomas Mann y Montaigne. Tanto La utilidad de lo inútil como Clásicos para la vida están editados en castellano por Acantilado, y en catalán por Quaderns Crema. Ordine estuvo ayer en Barcelona para hablar de su nuevo ensayo y para inaugurar, junto al compositor y violagambista Jordi Savall, un nuevo ciclo de Conversaciones en La Pedrera.

Las grandes obras literarias y filosóficas no deberían ser leídas para aprobar un examen sino para, en primer lugar, experimentar placer y, en segundo, mejorar como personas. Ese es el punto de partida para este experto en el Renacimiento y en la vida y la obra de Giordano Bruno. Pero Nuccio Ordine no es un ingenuo y sabe que la batalla está perdida de antemano. "El poder nunca ha querido gente cultivada, así es más fácil hacerle creer cosas. Cuando no eres una persona cultivada, no tienes capacidad crítica. Maquiavelo decía que la humanidad se divide entre los que saben y los que no saben. El que sabe tiene siempre una posición dominante. El segundo es un esclavo del otro", ha explicado este lunes en una conversación con este diario.

Considera Ordine que el presente en lo que a la educación y la cultura se refiere es un espejo del pensamiento único y de la desidia, cuando no la consciente negación de la enseñanza. Así lo argumenta: "Cada vez más, en los institutos y en las universidades el profesor que triunfa es el profesor burócrata, ese que se dedica a redactar informes sin parar y que frecuenta todos los consejos. Paradójicamente, el profesor que se dedica a hacer de profesor se ha convertido en algo marginal dentro del sistema. Esto es gravísimo". ¿Su propuesta?: "La universidad y la escuela deben volver al espíritu para el que fueron fundadas. La palabra escuela viene del griego skolé, que significa 'tiempo libre', 'ocio'. significa que no debes hacer algo porque te sientes presionado por una exigencia práctica, sino por ti, para mejorar".

Para combatir ese fatalismo, en los últimos 15 años Ordine ha leído ante sus alumnos un gran número de pasajes de obras de escritores o pensadores no necesariamente ligadas al temario que tocaba. Desde Borges hasta Pessoa y desde Maquiavelo hasta Cervantes, pasando por Goëthe, Saint-Exupéry, Ludovico Ariosto, Montesquieu, Homero, Hipócrates o Stefan Zweig entre otras decenas de nombres, los ha relacionado con cuestiones de actualidad. Así ha demostrado lo que perseguía: que los clásicos no solo ofrecen placer. También ofrecen soluciones.

Casi todo es, para él, una cuestión de disyuntiva entre el corto y el largo plazo. Eso afecta a la praxis política. Eso afecta a la educación. Eso afecta al compromiso o no de quienes disponen del dinero a la hora de ayudar a crear mejores generaciones de ciudadanos. "El mercado te exige hoy una cosa que en seis ya no es válida. Eso impide ver las cosas a largo plazo. Las profesiones y los oficios nacen y desaparecen a toda velocidad. Pero en la enseñanza y el aprendizaje en profundidad, los plazos son de 20 o 25 años. ¿Y cómo vas a aplicarle a la enseñanza una lógica de mercado si a los 25 años absolutamente todo habrá cambiado?". Pero queda, asegura, un resquicio de esperanza: "Hay algo que ni todo el dinero del mundo puede comprar: el saber. Eso es fruto de un esfuerzo que solo tú puedes hacer, y ahí nadie puede sustituirte".

Pone a Nietschze y su elogio de la lentitud en el aprendizaje como uno de los modelos a seguir. Y subraya que, mientras los sistemas de educación occidentales avanzan a toda velocidad hacia otro modelo, el consistente en factorías de robots humanos utilísimos, incultísimos y autoconvencidísimos de su excelencia, un país tan hipertecnológico y tan cibernético como Corea del Sur intensifica sus inversiones en educación humanística. "¿Sabe usted que hace cosa de un año la Unesco organizó una especie de campeonatos mundiales de filosofía y que los dos primeros clasificados fueron dos surcoreanos?", pregunta Nuccio Ordine.

"CHOCANDO PARED CONTRA PARED, TODOS PERDERÁN: CATALUÑA Y ESPAÑA"

Nuccio Ordine visitaba Barcelona y la pregunta no se hizo esperar. Una periodista le inquirió acerca de qué autor clásico recomendaría para entender lo que está pasando en Cataluña. El profesor italiano no se anduvo con rodeos: "Chocando pared contra pared todos saldrán perdiendo, Cataluña y España. El pueblo catalán, de gran apertura, tiene que pensar en una Europa unida y en hacer desaparecer las barreras entre Cataluña, España, Italia, Francia. para estar orgullosos de nuestra cultura tenemos que estar orgullosos de Europa". Y acabó así: "Homero no es griego, es de todos. Cervantes no es español, es patrimonio de todos. Y Ausiàs March no es valenciano, es de todos".

La utilidad de lo inútil
NUCCIO ORDINE
2013

SINOPSIS

CHRISTIAN GÁLVEZ para LIBROTEA: "Imprescindible como fuente de inspiración. Este manifiesto resalta la importancia de la curiosidad, esa necesidad innata de saber, frente al único objetivo de generar beneficios desplazando la realización personal."

ANA MILÁN para LIBROTEA: "Bastan 171 páginas para entender que no todo lo que nos nutre tiene un fin económico. Que el alma y el espíritu se nutren a menudo de luces y sombras que no son tangibles más que en el interior."


El oxímoron evocado por el título La utilidad de lo inútil merece una aclaración. La paradójica 'utilidad' a la que me refiero no es la misma en cuyo nombre se consideran inútiles los saberes humanísticos y, más en general, todos los saberes que no producen beneficios. En una acepción muy distinta y mucho más amplia, he querido poner en el centro de mis reflexiones la idea de utilidad de aquellos saberes cuyo valor esencial es del todo ajeno a cualquier finalidad utilitarista. [...] Si dejamos morir lo gratuito, si renunciamos a la fuerza generadora de lo inútil, si escuchamos únicamente el mortífero canto de sirenas que nos impele a perseguir el beneficio, sólo seremos capaces de producir una colectividad enferma y sin memoria que, extraviada, acabará por perder el sentido de sí misma y de la vida. Y en ese momento, cuando la desertificación del espiritu nos haya ya agostado, será en verdad difícil imaginar que el ignorante 'homo sapiens' pueda desempeñar todavía un papel en la tarea de hacer más humana la humanidad. NUCCIO ORDINE "Algunos impenitentes agradecemos a Nuccio Ordine su manifiesto La utilidad de lo inútil en el que repasa las opiniones de filósofos y escritores sobre la importancia de seguir tutelando en escuelas y universidades ese afán de saber y de indagar sin objetivo inmediato práctico en el que tradicionalmente se ha basado la dignitas hominis". Fernando Savater "Un libro necesario… una guía en esta vida adentellada por la crisis, por el ansia de eficiencia, por las quiebras". Roberto Saviano "En medio de este panorama, resulta oportuno que Nuccio Ordine haya publicado un libro en que alaba los saberes tradicionalmente considerados “inútiles” y que llegue, incluso, a darles la vuelta a los conceptos, considerando que los saberes humanísticos son más útiles que los supuestos saberes económicos". Jordi Llovet, El País

lunes, 23 de octubre de 2017

Entrevista a Steven Pinker

UNA ENTREVISTA DE CAYETANA ÁLVAREZ DE TOLEDO. Steven Pinker: "Los progresistas detestan el progreso", en El Mundo, 23 OCT. 2017 09:59

¿Me da tres minutos para arreglar mi habitación? No vaya a ser que me haya dejado un calcetín tirado por ahí". Espero en un pasillo de un hotel de Londres. Fuera diluvia, claro. De pronto: "¡Todo listo!" Habla un hombre sonriente, melena rizada blanca, entre Camarón abuelo y un angelito. Es uno de los más grandes intelectuales de nuestra época y va rumbo a Bruselas, invitado por Euromind. Cada uno de sus libros es un big bang y en febrero sale el próximo, un alegato en defensa del progreso y la razón.

¿Qué es un pinkeriano?

¿Un pinkeriano?

Sí, un pinkeriano.

Ah. Humm... Pues una persona que suscribe alguna de mis teorías.

¿Pero cuáles? Defínase. ¡Y defíname!

Pues... Acabo de recibir un paper en el que me califican como un liberal hobbesbiano. Pero aún no lo he leído, ¡así que no sé qué quiere decir exactamente! Digamos que soy un defensor de los valores de la Ilustración: la razón, la ciencia, el progreso y el humanismo.

¿Es un optimista condicional?

Soy un optirrealista, término acuñado por el psicólogo Jacques Lecomte. Y un posibilista, como lo entiende Hans Rosling. Yo no profetizo. No digo: cosas buenas van a pasar. Digo: cosas buenas pueden pasar. Y lo digo porque los hechos corroboran el progreso. Por supuesto, pueden suceder desgracias que no anticipamos. Pero los seres humanos tenemos recursos para sobreponernos a ellas. Y lo más probable es que los utilicemos. Es el tema de mi nuevo libro Enlightenment now: The case for reason, science, humanism and progress, que se publicará en febrero. Precisamente hoy me han llegado los primeros ejemplares. ¿Le envío uno?

Sí, por favor. ¿Y en qué se distingue del libro de Matt Ridley, The rational optimist?

El núcleo se solapa con el de Matt. Pero yo me centro en las ideas que han hecho posible el progreso, que identifico claramente con las ideas de la Ilustración. También analizo las fuerzas que niegan el progreso: el nacionalismo, el populismo, la religión, la hostilidad de los intelectuales hacia las ciencias... Y amenazas existenciales, como el terrorismo.

Es su libro más político.

No es un manifiesto ni de izquierdas ni de derechas. Pero sí aborda asuntos políticos.

Parece un manifiesto contra el populismo.

Lo es.

Dice que los valores de la Ilustración necesitan una defensa comprometida, militante. ¿Quiénes son sus principales enemigos?

Para empezar el populismo autoritario, del que un particular líder americano es un moderno avatar.

¿Pero entonces es un libro contra Trump?

Unos me decían: "No puedes escribir sobre el progreso y sus amenazas sin hablar de Trump". Otros: "Tu libro será leído durante décadas. Trump es un bache. No pierdas el tiempo". Creo que el libro mantiene el equilibrio.

Pero la cuestión no es tanto Trump como que Trump tiene votantes. Estamos en Londres. La mayoría de los británicos decidió abandonar la UE, que con todos sus defectos es un espacio de progreso, convivencia y razón.

Sí, la irracionalidad tiene votantes y a veces son mayoría. Pero fíjese en la edad de los votantes de Trump, Brexit y los partidos populistas europeos de los últimos 15 años. La curva es clara: los jóvenes son mucho menos pro-populistas que los viejos. Y, frente a lo comunmente aceptado, la mayoría de la gente conserva las mismas opiniones políticas a lo largo de la vida. De forma que el futuro no será populista. El populismo decaerá a medida que los jóvenes de hoy se hagan mayores y los mayores abandonan este mundo.

¿Pero qué hacemos hoy? ¿Cómo logramos que los jóvenes voten y voten opciones racionales y no populistas?

Yo no soy un estratega político. Lo que hago es ofrecer los datos objetivos y, por tanto, los argumentos para defender un orden de democracia, ley y libertad. Las instituciones democráticas liberales han sido determinantes en el impresionante progreso de la condición humana. Y esto no se dice lo suficiente. La cultura política e intelectual lo oculta.

¿Por qué?

Porque los progresistas detestan el progreso. Hoy lo que define la percepción del mundo son los titulares y las anécdotas en lugar de los datos y las tendencias. Y además hay una equiparación absurda entre el pesimismo y la sofisticación. Los pesimistas son considerados más serios y moralmente superiores. Tienen prestigio intelectual.

¿Por qué?

Lo explicó un escritor económico americano: un pesimista parece que quiere ayudarte; un optimista, venderte algo. A los optimistas nos llaman ingenuos, panglosianos o directamente portavoces de la Cámara de Comercio o de Silicon Valley.

¿Y el pesimismo tiene una base biológica?

En parte, sí. La naturaleza humana tiene un sesgo negativo. Somos especialmente sensibles a la pérdida. Nos interesan más las noticias malas que las buenas. Nos afectan más las críticas de lo que nos animan los elogios. Existen más palabras negativas que positivas. Estamos pendientes de lo que pueda ir mal.

Pero el pesimismo también tiene fundamentos empíricos.

La Segunda Ley de la Termodinámica: una cosa puede ir mal de muchas maneras y bien de pocas. Esto da una oportunidad a los demagogos. Dicen: "Todo va mal, el sistema no tiene remedio, y como no tiene remedio vamos a destruirlo o a drenarlo, y como da igual a quién votes, vótame a mí". Pero yo insisto en la responsabilidad de las élites intelectuales. Éstas compiten por influencia y autoridad moral. Y nada otorga más prestigio que señalar desde fuera del poder todo lo que el poder hace mal. El intelectual siempre se siente superior al político, el economista o el funcionario.

Es una explicación un poco cínica.

Lo parece. Hay otro factor que contribuye al pesimismo colectivo: la ilusión cognitiva. Las cosas malas suelen ocurrir de golpe: un atentado, por ejemplo. En cambio, las cosas buenas, como el aumento de la esperanza de vida o el descenso en la criminalidad, se producen lentamente, porcentaje a porcentaje.

Se lo he oído decir: "Nunca hay un jueves de marzo que merezca un gran titular".

Así es. Esto se vincula con un rasgo de la naturaleza humana descubierto por Daniel Kahneman y Amos Tversky: la disponibilidad heurística. Los humanos valoramos el riesgo en función de recuerdos que nos vienen fácilmente a la mente. Recordamos las imágenes de los años 70, de niños africanos con sus barrigas hinchadas. Pero no tenemos imágenes de un niño africano desayunando, yendo al colegio, regresando a casa, un día tras otro. Lo mismo ocurre con el terrorismo. Las imágenes distorsionan nuestra percepción de la amenaza.

Su libro aborda la desigualdad, asunto especialmente querido por los populistas. Entiendo que discrepa de las tesis de Piketty.

Sí, yo creo que la desigualdad no es un elemento determinante del bienestar. Lo que es determinante es la pobreza. La cuestión no es si todos tenemos lo mismo, sino si todos tenemos lo suficiente. Siempre puedes lograr que una sociedad sea más igualitaria quemando la riqueza de la mitad más rica de la población. Pero eso no convierte a la otra mitad en más próspera. Históricamente, las fuerzas más eficaces en la generación de igualdad económica han sido las guerras, las epidemias, el colapso del Estado y las revoluciones violentas.

Pero la Historia es materia de olvido.

Siempre he puesto el énfasis en las ciencias. Pero ahora también lo hago en la Historia. La gente olvida los horribles hechos del pasado. Hay que recordar de dónde venimos. Y no me refiero a siglos atrás. Los índices de terrorismo en Europa occidental eran mucho mayores en los años 70 y 80 que ahora. E incluyo los ataques del ISIS. Hay que recordar los pubs de Cardiff arrasados por el IRA. Los cien asesinatos anuales de ETA. Ahora hay atentados del ISIS, pero matan a menos personas que entonces. Lo mismo ocurre con las guerras.

¿Y cuál es la explicación del estado de malestar de la juventud? ¿Es la cara b del estado del bienestar?

En parte. En mi libro reproduzco un monólogo del comediante americano Louis C.K., en el que dice: "¿Te quejas de que tu avión se ha retrasado 40 minutos? ¿Lo calificas como el peor día de tu vida? ¿Y luego qué ocurrió? ¿Te pusiste a volar por el aire como un pájaro? ¿Estabas sentado en medio del cielo, como un dios griego? ¿Y luego qué? ¿Tu avión aterrizó suavemente gracias a unas ruedas que ni siquiera sabes cómo se inflaron?" Damos por hecho las comodidades de presente como si fueran inevitables. No lo son.

Todo parte, entonces, de una incomprensión básica del estado natural de las cosas

Por eso empiezo el libro con un capítulo que se titula: Entro, Evo, Info. Entropía, Evolución, Información. El estado natural del universo es que la cosas se caigan a pedazos. No podemos esperar facilidades, suficiente comida, casas cómodas. Al contrario: miseria y caos. Tampoco la misión de la evolución es convertirnos en hombres y mujeres felices. Lo natural es una lucha entre organismos: unos queremos comernos a otros; otros quieren evitar ser comidos, y los terceros -las enfermedades- quieren matarnos a todos. Lo increíble es que hayamos logrado prosperar mediante la aplicación acumulada del ingenio humano. Pero la gente quiere creer que la riqueza y la felicidad son el estado natural de las cosas. Y cuando no las obtienen buscan culpables.

Como los niños.

Exactamente. Es un impulso infantil.

Usted describe un mundo adulto, del que se deriva una política adulta. Si no hay culpables, el responsable soy yo: mis genes, mis dones, mis decisiones. Este concepto de responsabilidad no está de moda.

No lo había formulado así. Pero el concepto de política adulta me gusta y coincide con el texto fundacional de la Ilustración -¿Qué es la Ilustración?- en el que Kant escribió: "La Ilustración es la emergencia del hombre de su autoimpuesta inmadurez".

Ha dicho que el progreso no es inevitable. ¿Por qué? El conocimiento es acumulativo.

Puede haber horribles retrocesos: guerras, epidemias como el Sida... El progreso no es una ley del universo. Pero cuanto mejor entendamos el universo mejor equipados estaremos para procurar el bien de la humanidad. Esa gran frase de Chéjov: «El hombre será mejor cuando le enseñes cómo es». La ciencia, la razón y el humanismo no nos vienen dados de fábrica. Pero están sus semillas. Tenemos la capacidad para la simpatía y la compasión. Por defecto, sólo las extendemos al círculo de familiares y amigos. Una de las innovaciones de la Ilustración fue precisamente coger esa nuez de simpatía y extenderla a toda la humanidad.

Esta simpatía restringida se exhibe ante un atentado o accidente. Inmediatamente pensamos: ¿ha muerto uno de los míos? Y luego: ¿ha muerto un español? En su caso, un canadiense, supongo. Es el llamado "kilómetro sentimental"..

Kilómetro sentimental! Formidable. Sucede con el debate sobre una posible guerra en la península coreana. Incluso sin un ataque nuclear, podrían morir millones de personas. "¡Incluyendo a 40.000 americanos!", dicen.

Describe usted una sociedad con dos capas. Unos expertos que toman decisiones racionales en aras del bien común, frente a una sociedad parcialmente arrastrada por sus pasiones. ¿No es una visión maniquea, injusta?

Tiene que haber una hipocresía benigna. El Gobierno tiene que estar dirigido por expertos y al mismo tiempo ser capaz de responder a los intereses de los ciudadanos. Los votantes deben sentir que ellos guían la política, aunque lo hagan otros por delegación. En todo caso, antes de abandonar toda esperanza y decir que las masas son irracionales y punto, hay que fijarse en una circunstancia. Existe un proceso, que aún no entendemos bien, en el que los argumentos racionales de las élites devienen mainstream. Son asumidas por todos. Un ejemplo es la criminalización de la homosexualidad o el propio matrimonio gay. Ha dejado de ser un asunto polémico. Lo mismo ocurrió con la segregación racial. O con el derecho de las mujeres a trabajar fuera de casa. Es un proceso viral, que afecta a toda la población. Y una gran esperanza para el progreso.

¿La xenofobia es una tara natural?

Sí, el hombre es por naturaleza xenófobo. En Estados Unidos, sin embargo, el auge xenófobo contra el que tantos alertaban como consecuencia de los ataques islamistas no se ha producido. No sé en Europa.

En España lo que hay es xenofobia contra los étnica, jurídica y culturalmente iguales.

¿Catalanes contra castellanos?

Nacionalistas catalanes contra el resto de españoles, incluidos los catalanes no nacionalistas. En su libro usted señala al nacionalismo como uno de los enemigos de la democracia liberal y del progreso. Sin embargo, el 1 de octubre escribió un tuit elogiando un artículo publicado en The Atlantic. Decía: «España debe aprender de Canadá: los referéndums reducen la tensión. El separatismo está muerto sin violencia». Compara el referéndum legal de Quebec con el ilegal de Cataluña. Y sobre todo ignora que el referéndum catalán ataca los derechos de los 48 millones de españoles a decidir sus fronteras, su ciudadanía, su futuro.

¡Esto debería enseñarme a no disparar tuits sin educarme a fondo sobre la materia! Estaba respondiendo desde la inquietud ante la detención de personas por actividades no violentas. Esto choca con el principio de libertad de expresión. Y tiende a generar más oposición, por comparación con las políticas más blandas y pacientes. Pero yo me opuse a la independencia de Quebec y desde luego me opongo al tipo de nacionalismo que cree que el Estado es un avatar de un alma étnica, religiosa, lingüística o racial, y que un grupo étnico sólo puede prosperar si tiene su propio Estado-nación. El mundo tiene más de 5.000 grupos étnicos o culturales, y no todos pueden tener estados. Además, la gente se mueve y se mezcla, así que no hay nada como un estado étnicamente homogéneo salvo que haya una limpieza étnica violenta. Un estado debe basarse en un contrato social entre personas que ocupan un territorio, no en una identidad étnica. Esa idea es el gran regalo de los Estados Unidos al mundo. Estados multiétnicos son la regla, no la excepción.

La crisis de Cataluña ejemplifica la tesis de su libro sobre el vínculo entre los valores de la Ilustración y el progreso. En los últimos días más de 800 empresas se han marchado, empujadas por la tensión social y la inseguridad jurídica generadas por el separatismo.

Algo similar ocurrió en Quebec en los años 70. Empresas se fueron en masa. Yo también me marché. Mi generación se marchó. Yo fui al colegio en Montreal y nuestra reunión de ex alumnos fue en Toronto. Por otra parte, no sé cuál será el futuro de Cataluña, pero en Quebec sufrimos algo de terrorismo a principios de los 70, un muerto, pero luego nada. La gente se irrita. Hay tensión. Malos sentimientos. Pero por oposición a las guerras secesionistas o el terrorismo, al final Quebec fue bastante civilizado. De momento no hay terrorismo en Cataluña...

Lo hubo, brevemente, a finales de los 70. En todo caso, el separatismo es violento por definición. Violenta la convivencia, la razón y, en el caso catalán, también la ley. Sin embargo, a ojos del resto del mundo, a veces logra parecer racional. Esto también tiene que ver con su libro. Le daré un ejemplo: el Estado español tuvo que usar su fuerza legítima para evitar el referéndum ilegal catalán. The Guardian y otros medios han reconocido que muchas de las imágenes publicadas de la presunta represión policial eran falsas. Pero ya era tarde. Líderes e intelectuales de medio mundo criticaron a España por su presunto autoritarismo. ¿Cómo se defiende la democracia en tiempos posmodernos, tan hipersensibles a la imagen y tan vulnerables a la mentira?

Esto es un asunto agónico en el corazón del propio concepto del Estado, y no hay una respuesta definitiva ni algorítmica. Desde luego la verdad está por encima de todo lo demás. Y tanto la prensa como los gobiernos deben estar sometidos a los más altos estándares de objetividad y exactitud. Por otra parte, el Estado debe utilizar la menor violencia posible, salvo para prevenir una violencia o un daño mayor. En mi opinión, esto es casi una definición de la democracia. Dónde trazar la línea, cuando la propia democracia está amenazada, es un problema extraordinariamente difícil. La violencia del Estado debe ser el último recurso. Aunque a veces uno tiene que usar el último recurso.

¿Y cómo se combate el nacionalismo? ¿Cómo se convence a millones de ciudadanos de que vuelvan a la razón? ¿Cómo se les explica que vivimos en la época más próspera y libre de cuantas se hayan conocido?

Para hacer que las masas asuman criterios racionales hacen falta políticos inteligentes con mensajes eficaces. Hay que dirigirse a la gente que sí escucha argumentos. Demostrarles con datos objetivos que las cosas van bien, sobre todo comparado con el trasfondo de caos y miseria que es nuestro estado natural. No vayamos a arruinarlo todo. Intentemos mejorarlo. Como hicimos en el pasado. Sabemos que el nacionalismo en general es atávico, arcaico y condujo a dos guerras mundiales. El orgullo nacional no es incompatible con la cooperación internacional. Tenemos sentimientos tribales, pero somos de muchas tribus.

Tony Judt definió bien el carácter múltiple de la identidad. Somos "edge people" , dijo.

No conozco el artículo de Judt. Envíemelo, por favor. Los demagogos y muchos intelectuales insisten en que las personas sólo tenemos una identidad. No es cierto. La psicología humana admite muchas identidades solapadas... Lo cierto es que el papel de los intelectuales ante el nacionalismo es deprimente.

¿Por simplificadores?

No tanto. El problema es que reúnen todos sus recursos intelectuales para empujar una idea hasta el extremo. En el libro analizo la triste historia de los intelectuales que han servido a déspotas totalitarios. Mark Lilla también ha escrito sobre el tema en The Reckless Mind. Pero el primero en señalar este fenómeno fue Julien Benda en La traición de los intelectuales. No hay un solo dictador del siglo XX que no haya contado con una corte de intelectuales.

En una conferencia, le oí citar la frase que Isaiah Berlín tomó prestada de Kant: el fuste torcido de la humanidad. ¿Es posible emocionar desde la razón? Inténtelo.

No tengo talento oratorio, pero lo intentaré: Creo que debemos comprender que hemos nacido en un universo sin piedad. Somos fuste torcido. Tenemos cantidad de defectos. El proceso que nos engendró no tenía un interés benévolo en nuestra felicidad. Pero fuimos dotados de algunos dones que nos han dado la oportunidad de redención. Tenemos la capacidad de empatía y compasión. Nuestras mentes nos permiten tener pensamientos sobre nuestros pensamientos. Tenemos la capacidad del lenguaje: podemos acumular nuestras ideas y compartirlas. Y al expandirse nuestra simpatía y al acumularse los frutos de nuestro ingenio colectivo podemos lograr pequeñas victorias frente a las fuerzas que nos oprimen. Si prestamos atención al estado del mundo, veremos que hemos logrado estas pequeñas victorias. Y como no hay límite al ingenio humano, no hay límite a las mejoras que podemos prever. Esto no significa que tendremos un mundo perfecto. No puede haberlo porque no somos idénticos. Ese es el gran hallazgo de Berlín: el mejor mundo al que podemos aspirar acepta un compromiso entre intereses y valores. Podrá inquietarnos que el mundo nunca vaya a ser perfecto, pero lo cierto es que existe un inmenso margen para el progreso. Hay fuerzas que naturalmente empujan en esa dirección. Cuando tenemos más conocimiento, nos conectamos más. Al expandirse el círculo de conexión, gentes de diversas culturas se juntan en defensa de intereses comunes. Llaman a priorizar el progreso humano porque tienen en común su humanidad. Y porque a pesar de todas las discrepancias culturales o nacionales, hay un fundamento básico de intereses comunes. Todos coincidimos en que la vida es mejor que la muerte. En que la salud es mejor que la enfermedad. En que la prosperidad es mejor que la pobreza. En que la seguridad es mejor que el peligro. En que la paz es mejor que guerra. Y en que el conocimiento es mejor que la superstición o la ignorancia.

Su alegato dibuja una nueva política. Una política que puede ser compartida por todos los que creen en los valores de la Ilustración y el progreso frente a quienes los atacan: los nacionalistas, los populistas, los identitaristas...

Los gendarmes de la corrección política...

Lo que quiero decir es que, al escucharle, pienso que no sólo hay margen para el progreso, sino también para un nuevo consenso. ¿Eso no debería llevarnos a rediseñar las fronteras ideológicas tradicionales? En vez de izquierda y derecha, ilustrados y reaccionarios.

Sí, o como leí precisamente ayer: upwing y downwing.

Hablemos de los medios. Tenemos un ecosistema mediático fragmentado y polarizado, en el que proliferan las noticias falsas. ¿Cómo afecta esto a la capacidad de los votantes para tomar decisiones racionales y sensatas?

Ya había mucha desinformación en los viejos días de los periódicos de papel. Los hechos que desembocaron en la Primera Guerra Mundial, en Vietnam, en la Guerra de Irak... Muchos intelectuales creían que la Unión Soviética de Stalin o la China de Mao eran éxitos. Teorías conspirativas, rumores virales, fake news y libelos como los Protocolos de los sabios de Sion son propios de todas las épocas.

Pero entonces en la lucha contra la mentira no progresamos.

Hoy tenemos nuevos desafíos, pero también nuevos instrumentos para abordarlos: webs dedicadas al fact-checking, como Snopes o Politifact, o el milagroso Wikipedia. Dicho esto, es crucial que los periodistas dejen de utilizar el corrosivo posverdad, que sugiere que la precisión es imposible y que el único arma contra la demagogia es más demagogia.

¿Cuánto nos importa que nos mientan?

No nos gusta que nos mientan. Pero la gente relaja sus estándares de exigencia, a veces a cero, cuando se trata de afirmaciones que refuerzan la virtud de su grupo y demonizan a sus enemigos. Estas afirmaciones han sido calificadas como "mentiras azules", un juego sobre la expresión "mentiras blancas". El objetivo de las mentiras blancas es adular al individuo. El de las mentiras azules, al grupo. Y las mentiras azules gustan.

¿Y esa vieja falacia periodística: "la verdad objetiva no existe, sólo hay versiones"?

Existe un acuerdo paradójico y perverso entre los ideólogos trumpianos de los hechos alternativos y los posmodernistas de la extrema izquierda. Afortunadamente, la izquierda posmoderna no tiene ningún prestigio entre la gente. Sin embargo, su influencia en el mundo intelectual sigue siendo notable.

De nuevo, los reaccionarios se tocan.

Kellyanne Conway parece una intello francesa de los 70. Trump, ¡la encarnación de Derrida! Pero hay movimientos en la buena dirección. Los periódicos todavía conservan un cierto prestigio. Y empieza a haber profesionales dispuestos a desafiar la vieja idea de que sólo las malas noticias son periodismo serio.

Tiene usted un gráfico que muestra que las noticias son cada vez más negativas a pesar de que el mundo va cada vez mejor.

Como dijo Max Roser, los periódicos podrían titular: "37.000 personas salieron de la pobreza ayer, y cada día de los últimos 30 años". Pero jamás lo hacen. El resultado es que la gente cree que la pobreza mundial ha crecido cuando ha caído de forma drástica.

¿Promueve usted un periodismo positivo?

Llamémoslo periodismo constructivo o periodismo de soluciones. Dos de sus promotores son David Bornstein y Tina Rosenberg, y su columna Fixes en The New York Times tiene cada vez más seguidores.

Vender periódicos con noticias positivas: un verdadero desafío comercial.

Hay una demanda real para un periodismo constructivo y de calidad. Evidentemente, no puedes decir: "Oye, te voy a contar buenas noticias". Pero hay otro criterio que sí funciona y que es propio del periodismo: la rendición de cuentas. Si quieres que los poderosos rindan cuentas no puedes señalar sólo lo malo, porque eso les permite decir: como nada tiene remedio, da igual lo que hagamos. En cambio, si señalas las políticas que sí funcionan, entonces puedes denunciar con credibilidad todo aquello que va mal. Es tácticamente inteligente y además refleja mejor la realidad. Y la realidad es que el mundo no deja de progresar.