miércoles, 18 de abril de 2018

E·l buen maestro

Olivier Ayache-Vidal: "No por ser más serio eres más inteligente"
ENTREVISTA
JAVIER ESTRADA

14 ABR. 2018 16:58

El director parisino debuta como realizador de largometrajes con un drama con toques de comedia que reivindica la educación pública a través de la figura de un profesor que lucha contra las injusticias

Crítica de la película: 'Educación pública o nada', por Luis Martínez

Un profesor inflexible con sus alumnos, un instituto de los suburbios de París repleto de alumnos rebeldes y todo un curso por delante. El cóctel que presenta El buen maestro, el debut como realizador de Olivier Ayache-Vidal (París, 1965), no puede ser más propicio para un drama. Pero, en manos de Ayache-Vidal, la cinta contiene momentos cómicos gracias a situaciones, la mayoría de ellas inspiradas en hechos reales, que surgen a partir de la convivencia entre François Foucault (Denis Podalydès, De Nicolas a Sarkozy, Monsieur Chocolat) y sus jóvenes alumnos, así como con el resto de profesores que sufren en sus carnes los problemas de todo educador hoy en día.

¿Fue complicado encontrar el colegio en el que rodar y los alumnos idóneos para aparecer en pantalla?

La verdad es que, cuando me puse a pensar dónde grabaría la película, tuve muchas dudas. Pero enseguida cambié mis ideas sobre lo que es hoy una escuela llena de jóvenes. Por ejemplo, que en ellas no siempre se dan las mejores condiciones para educar. Todo vino poco a poco y, por suerte, profesores y alumnos acogieron la idea con entusiasmo. En el caso de los maestros, les ilusionaba que alguien viniera de fuera a contar la verdad.

¿Puede que esos profesores vieran en ti, como director, una persona que comparte ideales con ellos?

Puede que sí (risas). Como dices, nuestras profesiones tienen bastantes puntos en común. Y hasta el protagonista de esta película se parece mucho a mí. No en la parte intelectual, pero sí en cómo se comporta con sus nuevos alumnos y en sus ganas de descubrir cosas.

¿Y cómo te has visto al lado de tanto joven sin experiencia previa ante las cámaras?

Eso ha sido muy curioso. No quise contar con actores profesionales, sino que decidí que aparecieran los mismos chicos que estudian en el colegio donde se ha rodado todo. Ahí me di cuenta de lo difícil que es ser profesor. Cuando iba a un chaval y le decía "tienes que hacer esto, colocarte ahí, etc...", muchas veces me encontraba con caras de enfado. Fue paradójico verme como un profesor intentando generar interés en adolescentes que, en apariencia no lo tenían. Y llegué a la conclusión de que no vale de nada hablarles mal y enfadarse. Es mejor dialogar y ser "un buen profesor". Pero entiendo que éstos pierdan los nervios. Al fin y al cabo, tratan con niños que están en camino de convertirse en adultos.

¿Y cómo recibió Denis Podalydès, con una amplia experiencia actoral, la idea de trabajar con tantos jóvenes?

¡Muy bien! Estaba muy animado y se alegró cuando se lo propuse. Él me dijo que, cuando era joven, soñaba con ser profesor. Al fin y al cabo, su madre lo fue. Así que, de alguna manera, ha cumplido su objetivo con esta película. Encima, ¡con estudiantes de verdad! Él se ajustó al guion cuando fue necesario, pero también improvisó mucho para que todo resultara más real. Es decir, se convirtió en profesor.

No es la primera cinta que viene de Francia y retrata a un profesor que debe aprender a tratar con sus alumnos. ¿Que crees que hace tu filme diferente a otros?

El sentido del humor. Para mí, la vida es una comedia. Ya tenemos suficientes problemas graves y afrontamos situaciones duras en nuestras existencias como para ponernos serios. Ojalá nos divirtiéramos todos en nuestros trabajos tanto como cuando estudiábamos en el instituto. Cuando me puse a escribir esta película vi que, pese a que retrata un asunto serio, se muestra multitud de emociones por parte de los personajes que aparecen en la historia. Así que, para conmover, debes reflejar la realidad. Y hacerlo con humor y de una manera divertida. Siempre he pensado que no por ser más serio eres más inteligente. Ni más profundo.

Por cierto, ¿cómo se han visto esos alumnos cuando les mostraste la cinta ya terminada?

Fue un momento muy bonito y mágico. Me sentía como si fuera su profesor. Me cuesta decirlo, pero he de admitir que ha sido una experiencia única en mi carrera. Y, a ellos, participar en este filme les ha hecho madurar. Todavía hoy coincidimos en festivales y charlas a las que acudimos para presentar el largometraje. Para esos chicos, viajar y hablar en público significa mucho. La mayoría nunca antes habían salido por ahí. Ni siquiera de su barrio...

¿Cree que el público adulto agradecerá ver lo que ocurre, aunque sea en la ficción, en el interior de una escuela?

Puede que sí. No todo el mundo puede ver lo que pasa hoy en día en clase. Pero, más que eso, a mí me ha sorprendido la reacción que tienen espectadores de la misma edad que los alumnos que aparecen en esta historia. Mi propio hijo, por poner un ejemplo. Y yo que pensaba que era una historia que sólo iba a resultar interesante a los adultos... (risas).

¿Ha podido conocer la opinión de algún profesor que la haya visto?

Sí. Y, por suerte para mí, les ha encantado. Me han señalado que les agrada que haya incluido a buenos profesores tanto como a otros que no lo son tanto. Casi como ocurre en la vida real. Esa opinión me deja mucho más tranquilo. Pensaba que, tras rodarla, muchos estarían cabreados conmigo... 

El buen maestro
Género: Comedia

Cada vez que Francia nos envía una película sobre la educación necesariamente laica y pública (ni privada ni concertada) se nos saltan las lágrimas. No es tanto envidia, que también, como estupor. ¿Por qué les preocupa tanto algo que nosotros o ignoramos o simplemente despreciamos? Desde Cero en conducta a La clase pasando por Adiós muchachos, la tradición les asiste. La tradición, el gusto y la capacidad para abrir un espacio de libertad en el territorio siempre inexplorado de la infancia o primera juventud. El buen maestro, de Olivier Ayache-Vidal, es otra cosa. Mucho más obvia, por predecible, la cinta se limita a reproducir, con sencillez y buen tono, el patrón anglosajón del maestro que, de repente, descubre que las reglas, las de siempre, no sirven. Piensen en Rebelión en las aulas. Y sin embargo, cuesta ponerse en contra. Todo es evidente, sí; pero oportuno. Y aquí, de nuevo, la envidia.

Un profesor de Literatura encarnado por el siempre convincente Denis Podalydès es trasladado de un instituto de élite en el centro de París a lo más profundo de la banlieue de extrarradio. De nuevo, como en la recientemente estrenada Una razón brillante, se trata de enfrentar a las dos "francias", a la privilegiada y a la condenada. Lo que sigue no está pensado para sorprender. Y pese a ello, qué placer. La consciencia de una educación pública, republicana, universal y no segregadora se impone con la claridad del que se sabe poseedor de una verdad cada vez más interesadamente discutida y, por ello, más necesaria y reivindicable.

Cuando los políticos no son creíbles, cualquier populista puede serlo

La periodista de la Cadena Ser Pepa Bueno ha recurrido a una afirmación del presidente de Francia, Emmanuel Macron, para lanzar una contundente advertencia al presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, tras la renuncia de la presidenta madrileña, Cristina Cifuentes, a su máster fantasma en la Universidad Rey Juan Carlos.

"Dice Macron que las democracias europeas deben escuchar la cólera del pueblo para evitar que caigan en brazos de los populismos autoritarios", ha comenzado su reflexión Bueno, antes de avisar a Rajoy de que "ese aviso de la cólera debería obligar a reflexionar a Mariano Rajoy".

"La presidenta de la Comunidad de Madrid sigue huyendo de su máster y no ha encontrado ya mejor manera de hacerlo que renunciar a un título que tiene bajo sospecha", ha continuado la periodista, quien ha matizado que "no se sabe muy bien a qué renuncia Cifuentes".

En este punto, Bueno ha recalcado "el hartazgo, la cólera que provoca una manera de actuar tan repetida en el PP: primero negar la evidencia, después de esparcir basura alrededor, y por último, quizás al borde de perder el poder, entonces ya sí dejarla caer".

Según Bueno, con este modo de proceder, los populares "se llevan por delante lo que sea menester, la dignidad y el respeto a instituciones como la Presidencia regional o la universidad pública y la propia credibilidad de los políticos".

Sentencia Bueno: "Cuando los políticos no son creíbles, cualquier populista puede serlo".

jueves, 5 de abril de 2018

El método Froilán

El Quijote es obra pesimista. "Cada uno es como Dios lo hizo, y aun peor muchas veces", dijo el gobernador de gobernadores Sancho Panza. Hogaño vemos incluso cómo una política al parecer impodructa y nada fangosa, doña Cristina Cifuentes, recurre al método pedagógico Froilán, infalible para que niñatos bitongos y descerebrados alcancen rango académico, a fin de pasar un grado que nombran máster. Pero hay quien dice, y yo lo creo, que doña Cristina no es rubia tonta, ni una Pajín, aunque se haga pasar por tal en un partido tan entero y aun entérico como el suyo, así que el hecho resulta tanto y más inexplicable. A lo mejor es que padece un trastorno por déficit de atención, un comienzo de alzhéimer, y se le olvida presentarse a los exámenes o presentar trabajos. Pero quia, no hay tal: no se le olvidó presentarse en las listas o cobrar la suculenta nómina. Ni siquiera olvida las palabras o la lógica como su jefe, que es el modelo de desmemoria de su partido, aunque por lo menos empieza ya a asimilar el narcinismo de la missing Esperanza Aguirre, que era de aguírrete y no te menees. Todos los poderosos terminan pareciéndose entre sí, como si los hubiera parido el mismo gilipollas ancestral.

Tal vez se trate en el fondo de El Método Grönholm de Jordi Galceran (2003), donde se demuestra que la competencia por los puestos cría no precisamente a gente eficaz para resolver los problemas, sino a psicópatas maestros en el arte de aislarse de un sufrimiento que necesitan para perpetuarse en el poder.

Quizá el extraño trastorno de la señorita Cristina Cifuentes se curara con una dimisión. Pero este procedimiento sanador es propio de épocas oscuras y de moralidad primitiva y bárbara. Además de muy embarazoso: en tiempos más democráticos, incluso se recurría a motoristas para producirlo o a jubilaciones emeritadoras. Pero como una reina de la colmena debe estar rodeada de pieles y mieles y no de hieles, de obreros obedientes y de soldados cumplidores, no se le puede imponer algo que no se impone siquiera don Marrano Rayado. Lo suyo es poner huevos para que los fecunden los zánganos de su monárquica colmena, donde ya solo cabe esperar que le den, ahora que ha demostrado sin género de dudas que también es corrupta,  fuera de la cera necesaria para los cirios que proclaman su santidad, una patada hacia arriba por el estilo de la que dieron a la aromática, o según algunos, pestífera Rosa Romero, repelenta niña Vicenta.

Pero tardaremos en ver algo así, ya que aquí nunca pasa nada para que todo siga igual... o peor, como dice ese antepasado del señor Murphy, Sancho Panza.

martes, 3 de abril de 2018

50 años de los Novísimos

Antonio Lucas, en El Mundo, 1 de abril de 2018: "50 años de los novísimos: la última tormenta de la poesía española":

Una nueva estética sacudió el final de los 60. Gimferrer, Félix de Azúa, Carnero, Vázquez Montalbán, Panero, Martínez Sarrión... rompieron amarras y tripularon la modernidad en tiempo de miseria

Cuando Mayo del 68 en París, algunos de los poetas españoles que forzarían un cambio de agujas en la literatura del final de la dictadura no habían publicado aún su primer libro. Estaban haciéndose a su manera y mirando a los predecesores con recelo aniquilador. Varios de aquellos pimpollos dieron cuerpo algo después, en 1970, a la antología firmada por el crítico Josep Maria Castellet, Nueve novísimos poetas españoles (Seix Barral). No fue el único trabajo de la época que intentó acuñar un relevo de juventud en la poesía. (Antes lo apuntaron José-Miguel Ullán en la revista malagueña Caracola; la selección de nuevos poetas en la revista leonesa Claraboya; o las ediciones de Enrique Martín Pardo y de Francisco J. Carrillo en la colección El Bardo). Pero la de Castellet levantó más ruido, más estímulo y más animadversión. Fue el trabajo que determinó que algo mudaba de nuevo en la poesía. Y no sólo anunciaba un cambio modal, sino de espíritu. Los Nueve novísimos (y Castellet como zahorí) apostaban por fundar una nueva astronomía con la potencia del que busca inaugurar su sitio. En sólo unos meses la antología vendió los 5.000 ejemplares de la primera edición, una cifra insólita para el momento y, sobre todo, para la poesía de un grupo de jóvenes aún por descubrir.Los escogidos eran ocho hombres y una mujer: Manuel Vázquez Montalbán, Antonio Martínez Sarrión, José María Álvarez, Félix de Azúa, Pedro (hoy Pere) Gimferrer, Vicente Molina Foix, Guillermo Carnero, Ana María Moix y Leopoldo María Panero. Habían nacido entre 1939 y 1948. Tenían Barcelona y Madrid como sedes comerciales. Casi todo sucedía entre las dos ciudades, infestadas de franquismo. Ellos ondeaban contra la dictadura un fuerte desprecio. «Aunque no todos podíamos ser considerados activistas de izquierdas. Y los cambios políticos y culturales no empezaron en este país ni en 1968 ni en 1970. En ese mismo año, por ejemplo, ocurre el Proceso de Burgos. Y en 1974 el asesinato de Puig Antich», apunta Gimferrer. Eran días de soflamas en medio mundo. De apetito por lo nuevo. En España existía la censura, dominaba el ambiente un nacionalcatolicismo paralizante, la mojigatería sexual y una moral cuartelera y casposa. Aquellos jóvenes buscaban otras tradiciones literarias fuera de este terruño, que a la vez mostraba algunos síntomas postizos de evolución en el ámbito del arte: el informalismo español se había desplegado en la Bienal de Venecia de 1958 y algunos de esos creadores protagonizaron en 1960 la exposición New Spanish Painting and Sculpture en el MoMA de Nueva York. Aún así, la cutrez medioambiental todavía tiznaba como el monóxido. Los poetas de la Generación del 68 (término acuñado, entre otros, por el profesor Juan José Lanz) acumulaban referentes mundanos que extraían del cine europeo y norteamericano («verdadero aglutinante del grupo», según Molina Foix), de la música, del pensamiento, del arte. Lo sugerente venía para ellos de cualquier lugar que no fuese este. Rechazaban el intimismo primario y el realismo social que habían sido seña de identidad de generaciones anteriores. Su desafecto era el correlato estético de una corriente de cambio social y político. Mantenían, de algún modo, afinidad con el espíritu volatinero que impulsaron los hombres y mujeres del 27, rebanado pronto por la Guerra Civil. Los jóvenes poetas que dieron sentido a la Generación del 68 tomaron el testigo contra todo lo demás. Contra todos los demás. «Éramos gente culta y muy exhibicionista», subraya Martínez Sarrión. Algunos de sus primeros libros pasaron a ser casi manifiestos fundacionales de lo por venir: Teatro de operaciones (1967), de Martínez Sarrión; Museo de cera (1978), de José María Álvarez; La muerte en Beverly Hills (1968), de Gimferrer; Dibujo de la muerte (1967), de Guillermo Carnero; Baladas del dulce Jim (1969), de Ana María Moix; Así se fundó Carnaby Street (1970), de Leopoldo María Panero.Castellet tomó la idea de su antología de aquella otra que Einaudi publicó en Italia, I novíssimi (1961). El grupo que confeccionó el crítico catalán, con Gimferrer de consejero áulico, no tenía vocación generacional, pero sí articulaba una promoción. Tampoco practicaban una estética común, aunque sí cómplice. No todos eran amigos. Y entre los mayores y los más jóvenes existía una cierta distancia emocional. Pero la propuesta funcionó. Medio siglo después de aquella aventura, seis de los protagonistas (tres han fallecido) repasan aquel tiempo que algunos de ellos han fijado en libros de memorias, en textos misceláneos o en novelas documentales. Medio siglo después, mantienen impresiones dispares sobre lo que entonces sucedía. Lo único más o menos claro es esto: unos jóvenes vinieron a postularse como recambio de la poesía española. Aunque algunos de esos jóvenes (con otros que quedaron fuera de la antología tutelar) se dispersaron después por distintas sendas (todas literarias). España estaba revolviéndose contra el bozal de otro modo. Y el hombre, entretanto, ensayaba saltitos para pisar la Luna.

MAYO DEL 68 ESTABA IMPLÍCITO EN EL ÁNIMO DE MATAR A TODOS LOS PADRES POSIBLES Y EN EL INTENTO DE ESCRIBIR DE OTRO MODO. EN NUESTRA POESÍA Y EN NUESTRA INTENCIÓN
VICENTE MOLINA FOIX

¿Qué significó Mayo del 68 para los poetas novísimos? Antonio Martínez Sarrión dispara: «Influyó, pero creo que de una manera bastante oblicua. Por mandato de las autoridades fascistas, la prensa obvió menciones sobre el asunto que pudieran perjudicar a la dictadura. Algunos pudimos ir a París y a Londres, donde vimos mucho cine y comprábamos libros que en España no se encontraban. En los que teníamos la suerte de poder salir, Mayo del 68 sí influyó de algún modo». Félix de Azúa no cree, sin embargo, que aquello dejara huella clara en lo que fueron los Novísimos: «Poco o casi nada. Se cabrearon los poetas del Régimen y también los del Partido Comunista. Hubo críticas histéricas y comentarios soeces, pero ni un sólo artículo serio. Típico». Guillermo Carnero sí encuentra algún eco favorable: «Entre el Mayo de 1968 en París y la resistencia antifranquista de los 60 hay semejanzas y analogías que los historiadores y los sociólogos conocen mejor que nadie. Para quienes éramos jóvenes entonces, aquel tiempo significó el descubrimiento de la lectura, del cine, del sexo y de la escritura en una Barcelona que fue enormemente generosa con nosotros. Viva moneda que nunca se volverá a repetir». Y Vicente Molina Foix detecta algún vaso comunicante entre lo que ocurrió en París y ellos: «El espíritu de Mayo del 68 estaba implícito en el ánimo de matar a todos los padres posibles (salvando a Luis Cernuda, Vicente Aleixandre y algunos autores extranjeros) y en el intento de escribir de otro modo. Eso estaba en nuestra poesía y en nuestra intención. Era una lucha pública y privada a la vez».Junto a los Novísimos había también otros poetas que buscaban senda nueva de expresión y completaban la Generación del 68: Antonio Colinas, Jaime Siles, Luis Antonio de Villena, Luis Alberto de Cuenca, Antonio Carvajal, Marcos-Ricardo Barnatán, Diego Jesús Jiménez, José-Miguel Ullán... La aparición de Arde el mar de Pere Gimferrer, en 1966, fue un acontecimiento que comenzó de algún modo el principio de desalojo. Preferían a autores como Ezra Pound, T.S. Eliot y ee cummings frente a Celaya, Blas de Otero o José Hierro. Respetaban a Valente y a Gil de Biedma, pero arremetían contra el realismo social con más desinterés que esfuerzo. Rescataban a autores coetáneos. «Uno de los que más me interesan de los mayores es Carlos Edmundo de Ory, que vivió una suerte de olvido quizá porque pasó más de la mitad de su vida en Francia. No tenía nada que ver con nadie», recuerda Gimferrer. Carnero también echó la vista a los poetas del Grupo Cántico. La poesía que entonces circulaba era de alta gradación masculina. Los referentes también buscaban otros espacios distintos: cine, jazz, el barroco, lo camp. El poema asumía una condición collage y los estímulos eran múltiples y lejos de cualquier sentimentalismo. Su escritura significaba un ventarrón necesario. Les asestaron el título de venecianos (por la Oda a Venecia ante el mar de los teatros, de Gimferrer) y culturalistas. La suya era una militancia cultural que apostaba por romper costuras en todas direcciones. Incordiaban y eso les seducía. Aunque hoy no se ponen de acuerdo en concretar si eran o no una generación, a la manera del 27. Gimferrer lo plantea así: «Más que una generación fuimos un momento y un movimiento respecto a otras poesías. Estábamos menos configurados que los poetas del 27 cuando aparecen en la antología de Gerardo Diego de 1931. Luego hay quien afirmó que los Novísimos fueron la última manifestación sociológica del franquismo, que suena paradójico». Molina Foix también descarta la vitola generacional: «Compartíamos intereses, nos leíamos, pero no teníamos ese espíritu. Predominaba una mezcla de lo político con lo pop, igual que un extremo esteticismo con un cierto desgarro de lo popular en algunos. Fueron los detractores que nos salieron al paso los que hicieron de los Novísimos una generación, no nosotros». Carnero carga con distinta pólvora: «No éramos un grupo cohesionado. Castellet hizo una apuesta con gran riesgo, y sólo en parte acertó. La antología se limitaba a los poetas, y varios de los nueve no habían demostrado serlo entonces, ni lo han demostrado después, aunque hayan destacado en novela o ensayo. La antología era sólo una parte, prematuramente configurada, de la generación, si bien algunos habíamos publicado libros que permitían presentir un fenómeno colectivo. Pero creo que sí nos considerábamos generación».

NO ÉRAMOS NI GRUPO NI NADA. GOZÁBAMOS DE LA BOBERÍA PROPIA DE LA EDAD Y TENÍAMOS FOBIAS COMUNES, PERO DESDE LA INDIFERENCIA DE LOS SOMETIDOS A LA DICTADURA 
FÉLIX DE AZÚA

Y Félix de Azúa huye al galope de esa acepción: «No éramos ni grupo ni nada. Algunos teníamos amistad, pero no todos. Y aunque inusualmente leídos, gozábamos de la bobería propia de la edad. Eso de las generaciones nos daba más bien un poco de risa. Teníamos algunas fobias comunes, pero más bien veíamos el panorama con la indiferencia de los sometidos a la dictadura. Con el humor negro de los pobres súbditos soviéticos».El caso es que Nueve novísimos se hizo con el centro de la poesía española de los años 70 y fue uno de los pernios en los que apoyó la hoja de ventana que se abría. Los 80 tuvieron a su grupo opositor, La nueva sentimentalidad o llamada a lo bruto poesía de la experiencia, pero esa es otra historia: guerrillas poéticas que hoy nada dicen. La herencia de la estética novísima tiene su rastro en algunos poetas (mujeres y hombres) de las últimas promociones. Sigue pesando su apuesta. Quizá no fuesen lo que pareció, pero dentro de aquella antología estaba el destello de algo distinto, de una nueva posibilidad de expresión poética por desencofrar. Medio siglo después de la que se denominó (años más tarde) Generación del 68, la poesía española les debe la apertura de compuertas hacia una expresión más libre, más abierta, más dispersa. Un mejor cuarto final de siglo XX.
Gimferrer, la mano que armó a los 'novísimos'

En marzo de 2001 la editorial Península reeditó 'Nueve novísimos'. Se cumplía poco más de 30 años de la antología armada por Josep Maria Castellet. Y de nuevo volvió el bullebulle de lo que supuso la aparición de aquel volumen en el proceloso mundo de la poesía española. Muchos de los convocados volvieron a apuntar a Pere Gimferrer como hacedor en la sombra de la sonora escudería. Él no niega intervención, pero rebaja la leyenda. "Sólo sugerí algunos nombres y di información". El resultado fue un pleno acierto. La poesía tuvo una boya nueva. Castellet le debe mucho (en este caso) a su informante.

miércoles, 28 de marzo de 2018

La sensatez no se oye. Entrevista a Emilio Lledó.

Antonio Lucas entrevista a Emilio Lledó: "Sin las humanidades, nada es posible". El Mundo, 28 MAR. 2018:

Este ilustre profesor que ha enseñado Filosofía durante décadas publica ahora 'Sobre la educación', y del libro y de lo que ahora nos acontece (Universidad, posverdad, nacionalismo, Humanidades) habla aquí

Antes de nada, Emilio Lledó (Sevilla, 1925) es el profesor que no ha perdido la vocación de las aulas, que no ha desfibrado su entusiasmo por enseñar. En Valladolid, en Heildelberg (Alemania), en La Laguna, en Barcelona, en Madrid. En institutos y universidades. Lledó es de esos hombres honestos y satisfechos que han desplegado Filosofía en miles de alumnos, generando gratitudes y una irremediable vocación de pensar. El lenguaje es otra de sus jurisdicciones razonadas. Y todo se concreta en un humanismo claro, desenvuelto, provisto de la lucidez de saber mirar al otro. Lledó no juega a impostar modales de posmodernidad, sabe que la lucidez de su pensamiento tiene mucho de plena vigencia. Como aprende en Platón, Aristóteles, Kant y Nietzsche. La verdad es lo sencillo. Este hombre habla acumulando sentido en lo que dice. El último de sus libros de ensayos y artículos es Sobre la educación (Taurus), donde insiste en algunos de los temas principales de su ideario: la necesidad de la literatura y la vigencia del pensamiento. Por dentro de estos textos asoman igual Juan de Mairena y Clineas, Schiller y Ortega.

La cultura, el saber, es una de las últimas coartadas sociales para la multitud. De ahí el desafío de este conjunto de ensayos. De ahí la palabra de Lledó.

Pero este libro no nace con afán de desafío. Es sólo el resultado de mi experiencia como profesor, que suma más de 50 años. La escritura de estos textos ha sido una tarea espontánea a lo largo del tiempo. Me alegra dejar testimonio de una vida, aunque parezca un desafío cuando tendría que ser una normalidad.

La tecnología va tomando cada vez más espacios de realidad, algo que de algún modo colisiona con los propósitos del Humanismo que usted reivindica, fomenta y defiende. ¿Los pone en peligro?

Ya lo están. Y no es fácil especular hasta dónde aguantará la filosofía y la literatura, tan necesarias sin embargo, en los planes de estudio y en la sociedad. Yo no me encuentro muy cómodo en este presente. Es nuestro mundo, lo sé, aunque también sospecho que estamos cometiendo entre todos un grave error.

¿Cuál?

Creer que las Humanidades son algo secundario de la vida humana. Es cierto que el aspecto utilitario en las Humanidades no parece inmediato como el de la tecnología, pero sin ellas no es posible nada. Nos aportan conocimiento y capacidad de reflexión crítica. La importancia y necesidad de los grandes conceptos (Justicia, Bien, Verdad) es algo que aprendemos de leer filosofía, de leer literatura.

Y en el auge de la confusión irrumpe el concepto de «posverdad».

Ese término me inquieta mucho. No sé qué significa exactamente: quizá sea el suplemento de pasión que ponemos en lo que creemos verdad y luego no lo es. La posverdad desfigura aquello que intentamos interpretar. Es un grave error de la política educativa el que se pueda tener en cuenta la posibilidad, aunque sea de un modo solapado, de abandonar lo que se llama Humanidades. En ellas reside la esencia misma de los seres humanos: la literatura, el lenguaje, el sentido exacto de las palabras para poder detectar quién nos manipula y para qué nos manipulan.

Y a la vez se estrecha la idea de libertad individual.

Naturalmente, la libertad es la libertad de poder cambiar, de poder pensar, de poder mejorar. Y para mejorar hay que ser libre. Si estás atado a unos conceptos que no tienen futuro en tu mente no eres libre, estás esclavizado. La libertad es fluencia y, a la vez, una manera de aprender cómo hay que vivir. Cómo es la vida colectiva, no sólo la individual. Por eso me sorprende tanto el resurgir del nacionalismo.

Que va a más.

El nacionalismo es un error, más cuando lo que necesitamos urgentemente es globalizar algunos sentimientos humanos.

Y razonarlos, ¿no hay un cierto miedo a razonar?

Lo hay. Y es muy desalentador. Hemos aceptado el que sean otros los que nos resuelvan el pensamiento, los que razonen por nosotros. En este sentido, la tecnología también tiene una gran responsabilidad.

Y la política también, que se ha ido vaciando de referentes vitales.

Eso es tremendo. Tiene que ver con la pérdida generalizada de sentido crítico. La cantidad de medios de comunicación que tenemos facilita resbalar si no se tiene una mínima base de comprensión. De ahí que sea tan importante que los chicos y chicas se acostumbren a leer desde temprano, que se familiaricen con la riqueza del lenguaje y con la posibilidad de impregnar de libertad las palabras.

Defiende también el lenguaje como uno de los rasgos constitutivos de la identidad de los individuos.

Lo creo plenamente. Lo más difícil, ya lo decía la tradición griega, es conocerse a uno mismo. Y a esa posibilidad sólo se accede desde el lenguaje. Con un lenguaje lleno de humanidad, de sentimientos, de ideas. No vale sólo patinar por el lenguaje que se nos entrega, sino que hay que profundizar en él.

Las últimas noticias sobre una de las universidades públicas de la Comunidad de Madrid no son muy alentadoras sobre esto que habla, parece que la inmundicia de cierta forma de entender la política se ha instalado en ella.

La Universidad es una apertura, nada tiene que ver con esa inmundicia a la que algunos y algunas la someten. La Universidad ha sido mi vida, así que sé bien de lo que hablo. Al releer estos textos veo que reúnen algunas de mis preocupaciones esenciales, que vienen directamente de la experiencia.

De ahí esa defensa sin fisuras del educador.

Claro. Frente a esos políticos que piden un ordenador por cada alumno, yo reivindico más profesores para más alumnos. Los ordenadores, sin alguien que los llene de sentido, te atropellan.

domingo, 25 de marzo de 2018

Prehistoria hispánica del divorcio

La lectura de las memorias de Pilar Bardem y la de una pieza de Chejov con motivo de la huelga feminista ha motivado este artículo; hablaré de ello más adelante, pero antes diré que para muchos las mujeres han sido y son el sexo fuerte no en corpulencia, sino en todo lo demás. Con el golpe de una mirada, sonrisa, atención o cualquiera de las gracias mil que atesoran, derriban a los mequetrefes como yo. Como si se cumpliera al revés lo que decía Simone de Beauvoir en su clásico ensayo sobre el feminismo, El segundo sexo: que a lo largo de la historia las mujeres nunca han tenido un papel sustantivo, sino que siempre han ocupado una función ancilar, vicaria o adjetiva, esto es, siempre han sido madres, hermanas, esposas, hijas de alguien superior y subordinante. Y eso que muchos nos sentimos hijos, esposos o hermanos rendidos a su servicio, lo que nos gratifica y no nos discrimina hasta el punto de tenerlo no ya por un placer, sino por un honor. 

Y es que esta sumisión suministra una clase de gratificación comparable a la que sentían mujeres más tradicionales, supongo, por servir a los demás. La brutalidad del macho se encerraba antaño en la jaula de control que era el honor o dignidad; pero la sociedad actual no es honorable, aunque pretenda evolucionar a unos valores superiores que no ha podido de ninguna manera engendrar, y mucho menos desde el mero amor al dinero. 

Ahora se entiende que no hay que servir a las mujeres, sino colaborar con ellas (que no ayudarlas) y equipararse en los dominios en que hay dominio por uno u otro sexo. Aunque la neurología y la constitución física hagan menos aconsejable esa igualdad en algunas áreas. 

Pero de lo que no cabe duda es de que del mayor poder físico del varón alienó a la mayoría de las mujeres a lo largo de la historia y en especial en muchas culturas. Por lo cual la actual disolución o redefinición de estructuras antaño consideradas inmutables como el matrimonio o la familia. Que se empezaron a desdibujar cuando Nora dejó a su marido Torvald y a su hijo con un portazo y se dejara de juegos en la Casa de muñecas de Ibsen, ya que "más sagrados que los deberes con ellos eran los deberes consigo misma..." No estará de más decir que muchas mujeres, pese a lo que ha llovido, siguen tan pintadas y cosificadas por normas extrínsecas como las dichas muñecas.

Para ser un varón quizá he leído a demasiadas feministas. La más radical que recuerdo es sin duda una poetisa estadounidense, Susan Griffin. Se me quedó grabado un corto poema suyo, traducido por la recientemente fallecida Claribel Alegría:

Este es un poema para una mujer lavaplatos.
Este es un poema para una mujer lavaplatos.

Debe ser repetido
Debe ser repetido

Una y otra vez
Una y otra vez

Porque la mujer lavaplatos
Porque la mujer lavaplatos

No puede oír bien
No puede oír bien.

De esta cosificación, que padecieron en especial las mujeres españolas durante el franquismo, pueden dar cuenta las caudalosas (seiscientas páginas) memorias de la actriz Pilar Bardem. Admira la dureza de su temple: sobrevivió a dos cánceres y a un exmarido machista y gilipollas que casi nunca sostuvo a su familia, según lo pinta en el libro, que pese a todo parece muy objetivo. Pese a haberse fumado tres paquetes de cigarrillos durante casi toda su larga vida, Pilar Bardem acaba de cumplir 78 esplendorosos años. Quizá por sus apellidos de origen judío por ambos lados estaba genéticamente condicionada a sobrevivir a tan duras vicisitudes.

En efecto, su matrimonio se fue pronto al garete; el marido, de buena familia, era un calzonazos chulesco que nunca tuvo trabajo fijo: ni siquiera le decía el que tenía o le daba dinero para dar vestido y comida a sus hijos y pagar facturas. Ella tenía que trabajar y robar en las tiendas para mantenerlos. "No había en casa más dinero que el que yo ganaba y la pensión de mi padre": 

Carlos era un hombre encantador, con un gran sentido del humor y muy inteligente. Gran conversador. Lo era la mayoría del tiempo pero cuando le daban esos raptos de enfado y de furia yo no sabía qué hacer. Si me callaba era no te calles, si hablaba era no me des la razón como a los locos. si me iba, tú te quedas aquí para escucharme. si contestaba, tú a mí no me replicas. Las posibilidades de diálogo eran nulas. Me sentía desarmada, sin opciones, salvo la ilusoria de desvanecerme en el aire o que me tragara la tierra. Solo tenía una cosa clara cuando volví a mi casa, que lo único que me importaba en este mundo eran mis hijos. Por ellos aguantaría lo que fuese (p. 199)

Fue a ver a un psicólogo que le recomendó que aguantase al marido... ¡y su confesor desde niña, el jesuita suizo Sthaellin, por el contrario, que se separara!

El psiquiatra pseudocientífico atrezado con su consulta, enfermera y diplomas, me recomendaba paciencia y humildad ante los arrebatos de mi esposo y señor. Sumisión. Pero el cura, convenientemente ambientado en la sobriedad de la casa de su orden, me recomendaba separarme. De locos. [...] Solo la libertad cura, y esto lo digo en el sentido literal de la palabra. El nacionalcatolicismo recetaba paciencia y humildad ante la injusticia, ante la tiranía: del esposo, del jefe, del Generalísimo.

El marido, casi siempre ausente, exigía camisas planchadas y comidas mejores que las de sus hijos y mujer, quien además tenía que cargar con el cuidado de un padre con alzhéimer y alimentar, según dice, algunas bocas más, hasta siete. Resulta curioso que fuera otra mujer, la madre de Carlos, la que con frecuencia socorriese a la mujer de su hijo y solventase los numerosos agujeros que iba dejando a su familia, aunque le tenía más miedo a su hijo que su propia mujer. Carlos, Pilar e hijos se fueron  a Canarias por un trabajo que en realidad no tenía. De nuevo a sobrevivir en el barrio de Escaleritas de Las Palmas. Allí la actriz se encontró con un escenario en plena calle:

Una vez, de visita con mis hijos, rodeé un edificio y descubrí que era como un decorado, una fachada balconada pero sin casa detrás. Había varios trampantojos de estos, construidos con motivo de una visita de Franco. algo así como los pueblos falsos que levantaban al paso de Catalina la Grande, en Rusia, para que no viera la miseria en la que chapoteaban sus mujiks. Detrás de aquellas fachadas de Escaleritas no había nada sino pobreza, desnuda y terrible. 

El trabajo de una actriz es tan discontinuo como el movimiento de una lagartija, y cuando se ejercía en el teatro era agotador: entonces se daban dos funciones, no una sola. Pilar solía hacer de puta, el papel más frecuente para una mujer en la filmografía y comediografía de entonces; respondía a un estereotipo sociológico. Se hacían dos versiones de las películas, unas con desnudos para el extranjero y otras sin ellos para los visigodos franquistas. Pero una vez se confundieron de versión en un cine de Santiago de Compostela y constituyó un taquillazo hasta el punto de que se fletaban autobuses para verla: Las melancólicas, se llamaba la curiosidad sociológica. El libro está lleno de anécdotas por el estilo. Los trámites entonces para poder despegarse de un marido no eran cosa liviana. Así los cuenta:

Había encontrado un abogado [...] me pidió una provisión de fondos para iniciar los trámites. Veinte mil pesetas de la época, un dineral para mí que ganaba mil diarias y vivía con el agua al cuello.

El marido le hizo comer la carta del abogado con sobre y sellos, y le dijo que se llevaría a los hijos y que si había sacado dinero para iniciar los trámites él podía impedir como marido que trabajara, porque las mujeres en su época necesitaban autorización del marido para hacerlo. Una de sus compañeras le dijo que se calmara, que si le impedía actuar en el teatro se le podía denunciar por alteración del orden público y hacerle pagar el aforo completo. Pero el marido revisó sus papeles y encontró la cuenta corriente

Donde estaban las cuatro putas pesetas que había conseguido reunir con mi trabajo. "Bueno, esto mañana lo sacas y me lo das. ya sabes que las mujeres casadas no podéis tener cuentas propias". Era cierto, en aquella España del Caudillo.

Consiguió guardar algo de dinero fiado en una cuenta de otra compañera actriz. Él denunció a su mujer "por ejercer una profesión indigna: actriz". Y la sometió a lo que hoy en día llamaríamos acoso. Llegó al extremo de darle una pistola para que lo matara cuando estaba a punto de explotar y ella, en efecto, apretó el gatillo. Dos veces. Pero él había sacado las balas. Al fin se encontraron los abogados para la separación. 

Recuerdo la separación eclesiástica como una historia macabra y tenebrosa. Yo me presenté en el obispado, en la calle de la Pasa, me recibió un cura y yo, con total ignorancia del proceso, le prenté qué papeles tenía que aportar para dicha separación. Primera sorpresa: -¿Separación o divorcio? -me preguntó como quien pregunta ¿té o café?. ¿Cómo divorcio?, solté estupefacta y aun diría que (a veces me salían las monjas) escandalizada. ¡En España no existe el divorcio! El cura me explicó, de manera un tanto farragosa, que había un procedimiento excepcional y costosísimo de nulidad eclesiástica. Así pues, hecha la ley, hecha la trampa, aprendí que en la católica España de 1973, supongo que desde mucho antes, te podías divorciar si tenías bastante dinero para contentar a la iglesia. [...] El sacerdote insistía en los aspectos más escabrosos o abiertamente sexuales, en si nuestras relaciones eran satisfactorias, en su frecuencia y hasta en sus formas. Me sentí violada. Además, todo aquel interrogatorio iba dirigido a demostrarme mi error, a hacerme ver que estaba equivocada al pedir la separación.

Pilar Bardem empezaba a cabrearse.

Le dije a mi marido que estoy sin trabajo y que me pase la manutención de los niños. A lo que él me ha contestado que si estoy en el paro me lo gane con el coño. El cura carraspeó y empezó a dictar a la señorita auxiliar: "Ponga usted que el marido dijo si estás en el paro gánatelo con el comercio de tu cuerpo".

Pero la Bardem consiguió que figurara en el documento el coño original. Como puede suponerse, el marido jamás dio el dinero de manutención asignado y que firmó ni entonces ni después. En el lenguaje elíptico que se gastaba el obispado incluso se dijo que "andaba en amores con una cananea", esto es, con una iraquí.

En una sesión de espiritismo un mes antes de la muerte de Franco se apareció Carrero Blanco y le preguntaron si sabía cuándo iba a morir. Casi acierta, pues dijo que el 19 de noviembre. Bardem afirma que "o el espíritu mintió, cosa poco probable porque para qué, o al tipo lo mantuvieron vivo para que su fallecimiento coincidiera con la fecha del de José Antonio, convirtiendo así el 20 de noviembre en una fecha simbólica y evocadora para los fascistas españoles". La casa donde vivía con sus hijos se transformó en una especie de comuna libertaria para la chiquillería del barrio y se caía a trozos. Hacía tanto frío que

Mi hijo Carlos, que siempre fue muy teatrero, cuando tenía que salir del comedor donde nos hacinábamos en torno a una estufa de butano, abría la puerta, sacaba un  pie al pasillo y lo recogía veloz diciendo: "¡Los pingüinos, los pingüinos nos atacan, me han mordido! 

En fin, que la separación llegó y con ella una discontinua y difícil felicidad. Trabajó en condiciones tan extremas que incluso tuvo que irse a Macao para comer bacalao. Llegó la democracia y Carlos le dijo a su exesposa "Vota a Fraga que me coloco". Tuvo al gran amor de su vida en Agustín González, pese a compartirlo con otra grande de la escena, María Luisa Ponte; sus conocidos hijos empezaron a despuntar, en especial el pequeño Javier.  Habría mucho que contar también sobre La institutriz de Chejov etcétera,. pero creo que con esto y un bizcocho / hasta mañana a las ocho.

sábado, 24 de marzo de 2018

Superdotación intelectual

Superdotados, el puzle de las altas capacidades, José Luis Barbería, en El País Semanal, 24 MAR 2018

De cada cien personas, dos o tres tienen una mente maravillosa. ¿Pero ser superdotado es el paraíso o el infierno? Las altas capacidades intelectuales hacen pensar y sentir de otra manera. Y obligan a convivir con el estereotipo y los tópicos que provoca el miedo a lo desconocido. Esta es la historia tras las etiquetas.

YA NO BUSCO causas a mi pensamiento desmesurado, ya no me comparo. Conocer mis capacidades era la pieza perdida del puzle y el diagnóstico es la tregua con el pasado que me permite reconstruir el presente y disponer de un filtro precioso con el que ver la vida”. Es la reflexión de una joven universitaria de 20 años diagnosticada como superdotada que en su pasada crisis emocional llegó a creer que padecía un trastorno mental.

Dos o tres de cada cien personas piensan y sienten de manera diferente al patrón general. Discurren, aprenden y procesan más rápido. Son mentes excepcionales, capaces de desarrollar una actividad neuronal tan intensa que los neurobiólogos han acuñado la expresión “cerebro en llamas” para describir las imágenes registradas mediante escáner que dan cuenta de su rendimiento intelectual. Lo suyo es el pensamiento arbóreo: una idea conduce a otra idea y esta a otra creando ramificaciones. Sienten también de manera distinta porque poseen una elevada sensibilidad emocional que puede hacerles más vulnerables. Su hábitat es un bosque intrincado de ideas y sentimientos, cercado por tópicos y estereotipos. Y atacado, a veces, por la animadversión que suscita la diferencia. Los superdotados huyen de ese estigma y reivindican su personalidad, conscientes de que el cociente de inteligencia (CI) puede ser una trampa, un arma de doble filo. ¿Ser superdotado es el paraíso o el infierno, una fortuna o una maldición, motivo de regocijo o de desgracia? ¿Y qué es la inteligencia?

“Miraba a mi hijo y sentía como si tuviera delante a dos personas: una era el adulto a quien se le podía hablar de cualquier cosa; la otra, el niño que en realidad era y que no comprendía ciertas actitudes propias de las debilidades humanas. ¡Y yo nunca podía saber con cuál de las dos personas iba a hablar!”. Es la impresión más vívida que Montserrat Martí Sol, barcelonesa de 53 años, conserva de la niñez de su hijo, Jaume.

El 60% de los niños llamados “superdotados” pueden estar abocados al fracaso escolar

En la infancia de las personas con altas capacidades intelectuales, el niño y el adulto cohabitan en el mismo ser en una simbiosis singular. Su alto grado de desarrollo mental —tres, cuatro, cinco años superior al que les correspondería por su edad— se asienta en un fondo emocional tan infantil y vulnerable como el de sus compañeros, si no más. Bajo su aparente desgana escolar, que les lleva en muchos casos a ser diagnosticados erróneamente con un trastorno de déficit de atención (TDA), late en ellos un desbordante entusiasmo por el conocimiento, una desmesurada pasión por las palabras y una querencia obsesiva por los números. Textos y ecuaciones, problemas y enigmas desfilan incesantemente a gran velocidad por sus bien engrasadas autopistas mentales sin que el sueño pueda actuar siempre de eficaz interruptor.

El incremento sostenido del cociente medio de inteligencia, registrado a lo largo del siglo XX gracias a la mejora nutricional y tecnológica, ha empezado a detenerse en los países más desarrollados. Mientras tanto, se intensifica la búsqueda global de talentos con que hacer frente a los nuevos retos de la humanidad. Aunque los porcentajes varían en función de los criterios aplicados, es un hecho que al menos el 2,28% de la población mundial está capacitada para alcanzar los 130 puntos en los test de inteligencia, la línea establecida convencionalmente a partir de la cual se declara la superdotación intelectual. El número de alumnos de estas características detectado en España en el curso 2015-2016 ascendió únicamente a 23.745. Se calcula que solo en la enseñanza no universitaria existen otros 180.000 no identificados y, en consecuencia, privados de las ayudas escolares previstas para ellos. El 60% de los niños llamados “superdotados” puede estar abocado al fracaso escolar. Talento que no se cultiva ni identifica correctamente, talento que corre riesgo de malograrse. ¿Es la falta de aprovechamiento del ingente caudal de inteligencia que se pierde por los sumideros de la desinformación, la inercia y la rigidez estructural del sistema educativo lo que explica la pobre representación de los alumnos españoles clasificados como “excelentes” en los informes PISA?

Muchos alumnos con altas capacidades optan por mimetizarse en el paisaje escolar convencional para librarse del sambenito de raro y no desatar rechazo. Hay que olvidarse del arrollador chico listo triunfador líder de la clase. Y fijarse más bien en aquella alumna despistada, habitualmente abstraída en sus pensamientos, que no puede dejar de discutirle al profesor aquello que no le parece razonable. Observe también a ese otro chico que está solo en un rincón del patio mientras los demás corretean tras la pelota. O al niño que cuenta los peces de la pecera y construye su propio mundo de objetos. Los que se autoproclaman sobresalientes y dicen que sacaban muy buenas notas contribuyen al error que lleva a la gran mayoría de profesores a identificar erróneamente como superdotados a alumnos que manifiestan buen rendimiento escolar. Hay de todo en el muestrario de los superdotados ilustres o glamurosos declarados: Stephen Hawking, Steve Jobs, Bill Gates, Bobby Fischer, Gary Kaspárov, Marilyn vos Savant, Arnold Schwarzenegger, Geena Davis, Paris Hilton, Shakira, Nicole Kidman, Sharon Stone, Quentin Tarantino… Pero lo que no resulta extraño es que el estudiante de altas capacidades sea visto como el tonto, por despistado, de la clase.

“Yo veía a mis compañeros de clase como brutos gritones. Y ellos, a su vez, me veían diferente”

Lea Vélez, 47 años, madre de Michael (10) y Richard (8), tiene en casa sendas muestras del cambio brusco de personalidad que experimentan muchos estudiantes con altas capacidades. Es la prueba de cómo niños comunicativos, dinámicos y felices en casa se transforman en estudiantes pasivos, retraídos e infelices en el colegio. “Los mismos que en casa no se callan ni debajo del agua y no paran de hacer preguntas y observaciones difíciles e ingeniosas enmudecen en clase porque se aburren mortalmente”. Guionista y escritora, Vélez sostiene que el sistema no sabe muy bien qué hacer con los superdotados pese a que, sobre el papel, se ofrece la posibilidad de ampliarles o enriquecerles el temario, añadirles dos asignaturas e, incluso, pasarles de curso. “Nuestros métodos educativos están basados en la reiteración, cuando, precisamente, estos niños, que tienen su fuerte en las áreas intelectual y verbal, abominan de la repetición y la rutina”, prosigue Vélez. “Los profes los consideran vagos, pero ¿cómo no se van a aburrir de conjugar el verbo croar si ya a los cinco años me pedían que les indicara las partes del oído, me preguntaban de qué estaba hecha la lengua por dentro y me explicaban que los cables son la venas de la electricidad? Fíjese, cuando tenía ocho años, Michael me planteó la siguiente cuestión: ‘Mamá, ¿por qué los astrofísicos creen que el origen del universo fue el Big Bang? Si es el inicio de todo, ¿cuál es el detonante? ¿Cómo puede una explosión ser el origen de todo sin detonante?’. A mí me han enseñado a fascinarme por cuestiones de física, química y astronomía. Aprendo mucho con ellos”.

A juicio de esta escritora, la alternativa pasa por mejorar la formación del profesorado y aumentar las clases extraordinarias de enriquecimiento escolar. “El mismo niño que a grito pelado se aferraba a la barandilla porque no quería ir al cole, se levantaba, se vestía él solo y me esperaba impaciente junto al coche para que le llevara al curso de enriquecimiento de física y química”, dice Vélez. “Y al revés: uno de mis hijos ha tenido soriasis y ataques de asma ante la proximidad de una de esas pruebas tediosas que tanto les horrorizan. Ver el ejercicio y empezar a rascarse por el cuerpo es todo uno”. Los estudios de la asociación internacional de superdotados Mensa confirman una prevalencia mayor de las enfermedades asociadas al estrés y la ansiedad entre las personas con alto cociente intelectual.

Muchos superdotados han pasado por la escuela, la vida social y el trabajo sin problema alguno. Más bien, bendecidos por sus capacidades: su potencia de aprendizaje, su creatividad, facilidad para los idiomas o las matemáticas. Pero otros conocen bien, por experiencia propia, el acoso escolar. “Yo era el pitagorín que no caía bien a nadie, tampoco a los profes, dada mi tendencia a hacerles preguntas incómodas”, dice José Beltrán-Escavy, doctorado en Robótica por la Universidad de Tokio y examinador en la Oficina Europea de Patentes de La Haya. “Con 14 años, un grupo de alumnos me colgó del cuello con la cuerda de una persiana y les faltó poco para haberme matado. Me quedó una marca morada en el cuello durante tres semanas. A los 21 años, entré en la asociación Mensa. Probablemente, eso me salvó de convertirme en un amargado insoportable y solitario”.

—¿Qué le ha aportado tener un alto CI?

“Hay quienes no manifiestan su condición de superdotados ni siquiera a sus parejas”

—Una capacidad de sintetizar muy grande que me permite retener información y encontrar conexiones entre datos separados. También una memoria bastante buena y facilidad para los idiomas: aprendí catalán en 15 días, japonés en 6 meses, alemán básico en 2 meses y rumano en 6 días. A cambio, tengo una ligera discalculia (dislexia para los números). Para cualquier cálculo matemático necesito tirar de lápiz y papel, o de calculadora.

—¿El CI ha contribuido a su felicidad?

—En conjunto, supongo que sí. Si me hubieran hecho esta pregunta a los 14, mi respuesta habría sido diferente.

Muchos superdotados no han olvidado la percepción de ajenidad que les produjo el primer encuentro con sus compañeros de clase. “Yo los veía como unos brutos gritones y ellos, a su vez, me veían a mí diferente”, recuerda Ramón Campayo, 52 años, natural de Albacete, campeón del mundo de memoria en nueve ocasiones. “Me mantuve en mi mundo, en un rincón, sin amigos. Supe que tenía que tratarme a mí mismo con cariño y aprendí a aceptar que siempre habrá personas a las que les caerás mal”. Con más de 190 de CI, este hombre puede leer 2.500 palabras por minuto y memorizar 124 números en cuatro segundos. Dice que la técnica y el ejercicio memorístico pueden más que las capacidades innatas. Y añade que, cuando compite, el voltaje de su actividad neuronal se le dispara hasta los 42 grados de temperatura. En una ocasión tuvo que ir al médico porque su cabeza estaba a punto de estallar con “la fiebre de la inteligencia”.

La maldición de la inteligencia es el título del libro en el que la psicóloga clínica Carmen Sanz Chacón aborda los problemas que conducen, según ella, al fracaso personal y profesional a la mayor parte de las personas superdotadas. En Demasiado inteligente para ser feliz, la psicoterapeuta francesa Jeanne Siaud-Facchin sostiene que las altas capacidades conllevan fragilidad emocional y sufrimiento asociado a la sensación de inadaptación permanente y grandes dificultades para seleccionar, gestionar y organizar la ingente información que reúnen. Algunos expertos han detectado de manera inequívoca en los superdotados un dolor existencial intrínseco. Les atribuyen un particular compromiso con la justicia, la verdad y la solidaridad/empatía hacia quienes sufren. Cabría añadir una acusada sensación de incomprensión permanente y la necesidad de salir de la soledad y de buscar al “otro” entre sus pares, preferentemente. De ahí que sean tan frecuentes las parejas formadas por personas con altas capacidades.

“No está probado que la inteligencia y las altas capacidades supongan mayor tolerancia”

“La superdotación es una forma de ser, pensar y sentir distinta, pero por sí misma no impide alcanzar la felicidad”, indica Maite Garnica, pedagoga y autora del libro ¿Cómo reconocer a un niño superdotado? “Las características cualitativas emocionales se manifiestan como diferentes a la mayor parte de la gente”, prosigue Garnica. “Tiende a cuestionar su valía, posee una baja tolerancia a la frustración, es altamente susceptible, soporta mal los motes y resulta víctima de un afán perfeccionista que conduce a la insatisfacción”. Establecido que cada superdotado posee un perfil diferente, esta pedagoga detecta en esos niños individualismo derivado de la falta de intereses compartidos con sus compañeros y de su gran capacidad de comprensión de los conceptos abstractos, además de una curiosidad temprana por las cuestiones filosófico-religiosas trascendentales. Disponen, igualmente, de un elaborado sentido del humor y una percepción sensorial de la vista, el oído, el olfato, el gusto y el tacto más acusada de lo normal. La precocidad y la memoria serían indicativos de un alto CI, aunque no marcadores definitivos. El mismo CI es visto cada vez más como una referencia mejorable, de contornos difusos. ¿Qué pasa con los que obtienen 129 puntos en lugar de los 130 establecidos? ¿Acaso la distancia entre estos últimos y los que superan los 160 puntos no es mayor que la que existe entre los “raspados” y el resto que, en el 70% de los casos, se sitúa en la banda entre 87 y 114 puntos?

Atendiendo a su experiencia, Garnica subraya la necesidad de combinar la inteligencia intelectual con las técnicas de “inteligencia emocional” que permiten conocerse mejor, gestionar las emociones y desarrollar la empatía y la asertividad hacia los demás, de forma que la tendencia al fracaso que se observa en muchas personas con alto CI se transforme en éxito personal y social, en bienestar anímico. “Si el superdotado no aprende a controlar y a poner consciencia sobre sus pensamientos, son estos los que dominan su mente, sus emociones y su vida”. Como directora del madrileño Centro Especializado en Superdotados (CES), Garnica ha visto a madres romper a llorar al saber la condición de superdotado de sus hijos. Este es su consejo a los padres: “No teman, su hijo podrá ser feliz. Hay que contarle que tiene un alto cociente intelectual y que no es raro, sino especial. Este es un paso primordial, cuestión de salud pública, porque ellos se sienten mejor cuando saben lo que les pasa y constatan que no es nada malo”.

De hecho, abundan los testimonios que ratifican la compatibilidad entre las altas capacidades y un razonable bienestar emocional. “No comulgo con quienes lo asocian con la desgracia”, señala Jesús Landart, 57 años, vecino de Irún. “Más vale ser listo que tonto, pero no tenemos mérito ni demérito por ser como somos. Todo el misterio es que nacemos con mayor dotación intelectual. El esfuerzo, el tesón y el trabajo pueden dar mejores resultados que la inteligencia no aprovechada”. Landart piensa que el rasgo común es la curiosidad por el conocimiento resultante de la mayor facilidad para entender conceptos abstractos. “Es lo que en euskera llamamos jakinmina (dolor, ansia de saber)”, concluye.

Matemático, ingeniero electrónico y filósofo, Jesús Landart forma parte de Mensa, el club de superdotados que en España cuenta con 2.300 socios y 160.000 en todo el mundo. Agrupa a personas que superan la barrera de los 130 puntos de CI en los test psicológicos, un espectro en torno al 2% de la población. “Somos una asociación de gran biodiversidad que se propone fomentar la inteligencia y crear un ambiente estimulante en la educación”, dice Elena Sanz, 54 años, química, natural de Errenteria (Gipuzkoa). “La inteligencia es una herramienta para la vida y el desarrollo de la razón. Pero ya sabemos que la razón no da la felicidad, de la misma manera que ser alto no te convierte en el mejor jugador de baloncesto ni en mejor persona”. Sanz no padeció el acoso de niña. “Me juntaba con las chicas malas de la clase. Con la diferencia de que yo aprobaba sin estudiar y ellas no”. Presidenta de Mensa entre los años 2013 y 2016, Sanz niega que este club responda al propósito de formar una comunidad dentro de la comunidad, aunque acepta la imagen de refugio que permite compartir inquietudes en un ambiente festivo, aderezado de refinada ironía humorística. “Hay socios que fuera de aquí no manifiestan su condición de superdotados, ni siquiera se lo cuentan a sus parejas. Los expertos en recursos humanos nos aconsejan no incluir el CI en los currículos. Hay que preguntarse por qué gente que acepta con naturalidad las diferencias en la estatura, el pelo o el color de los ojos, y aplaude a los deportistas de élite, soporta mal que otros tengan mayor capacidad intelectual”.

Carmen Po Marquina, de 44 años, trabaja de teleoperadora en un call center de Zaragoza y, como tantos otros superdotados, particularmente las mujeres, está habituada desde pequeña a disimular. “He tenido que callarme muchas veces. Supongo que tampoco es fácil mandar sobre personas de nuestras características porque nos gusta que nos expliquen las cosas para luego analizarlas. Esto es algo que yo no puedo evitar, pese a que con frecuencia mi opinión se toma como un ataque”. Po Marquina dice que en el cole se aburría. No entendía por qué los profesores explicaban una y otra vez lo mismo. Perdió los hábitos mínimos de estudio y renunció a ir a la universidad. “No he tenido una vida de éxito profesional, nunca me sentí más inteligente que los demás. Ser lista no te soluciona la vida”.

Tampoco Joseba, 35 años, vecino de Vitoria, soldador de profesión, llegó a la universidad. “Al contrario que otros chicos superdotados que optaban por aislarse, yo supe adaptarme. Pero preferí ponerme a trabajar y no me arrepiento porque vivo feliz. Siento alivio al mirar hacia atrás. Cuando mis compañeros de clase todavía se comían los mocos, me dio por reflexionar intensamente sobre la muerte. Pasé por un periodo de gran ansiedad. Ahora veo que lo mío no era tan raro”.
A la teoría, casi nunca explicitada pero subyacente, de que las personas con altas capacidades son también más bondadosas, sinceras y solidarias, a causa de su supuesta mayor sensibilidad y conciencia de los problemas, la psicóloga Cristina Surroca, de 55 años y vecina de Barcelona, con dos hijos de 19 y 18, contrapone: “No está probado que la inteligencia suponga mayor tolerancia”. Su experiencia como socia y supervisora de los test que se exigen para ingresar en Mensa le lleva a concluir que el mundo no iría necesariamente mejor si los órganos de decisión estuvieran formados por superdotados. “La tolerancia reina entre nosotros, pero tenemos opiniones muy dispares. Tampoco estamos libres de las disputas, ni del peligro de creernos en posesión de la verdad. No disponemos de soluciones únicas ni contamos con unanimidad en nada. Entre personas, lo mejor es la mezcla”.

¿Qué es la inteligencia? A falta de un criterio unificado sobre la superdotación —tampoco hay un protocolo de actuación escolar común a todas las comunidades autónomas españolas—, el doctor en Psicología Roberto Colom define la inteligencia como “la capacidad general que nos permite razonar, resolver problemas y aprender de la experiencia”. Contra lo que establece el psicólogo Howard Gardner en su Teoría de las inteligencias múltiples (intelectuales, lingüísticas, lógico-matemáticas, visual-espaciales…), Colom reconoce una inteligencia general que controla las demás capacidades cognitivas: “Hay una inteligencia general compuesta de diferentes capacidades que están relacionadas. El alumno que hace bien las pruebas de matemáticas hace bien también lenguaje y ciencias, aunque puede haber excepciones”. Profesor en la Universidad Autónoma de Madrid, Colom encuentra en la figura del candelabro —una base única con varios brazos—, la analogía más adecuada para su tesis. Tener conocimientos enciclopédicos, buena memoria, dominio del lenguaje o ser muy creativo no implica, en su opinión, por sí solos, ser muy inteligente. “Si quieres medir la capacidad atlética de una persona no le pongas solo a correr los 100 metros, ponle también con saltos de altura, a levantar pesas…”.

Este especialista español asegura que las altas capacidades pueden objetivarse gracias a las nuevas técnicas de neuroimagen. “Podemos analizar lo que ocurre en el cerebro, comprobar hasta qué punto las conexiones entre diferentes áreas cerebrales cambian según el nivel intelectual de los individuos”. Colom considera necesario combatir los estereotipos y contradicciones ambientales. “La idea de que la inteligencia del grupo es mayor que la suma de las inteligencias individuales de sus componentes es objetivamente falsa. Las altas capacidades mentales son vistas como algo perturbador y hasta facha, cuando resulta que tenemos que movernos en contextos muy competitivos que nos obligan a cuidar el capital humano, a no desperdiciar el talento. De hecho, la sociedad sí premia a los más inteligentes. No hay más que ver quiénes se sientan en la dirección de las compañías de éxito: o son superdotados o son personas que suplen con esfuerzo y tesón su menor potencia intelectual. Sería interesante que la selección para los puestos de responsabilidad estuviera en manos de la gente más capacitada, aunque ser más inteligente no te convierte en mejor persona”. Seguro que es así, aunque uno termine el reportaje con la sensación de haber estado en contacto con almas delicadas, hermosas

jueves, 22 de marzo de 2018

Las palabras más antiguas conservadas

De Strambotic:

La frase más antigua de la humanidad incluye ‘fuego’, ‘gusanos’ y a tu madre.

21 MAR 2018

Si nos subimos en nuestra máquina del tiempo y retrocedemos 15.000 años hay una frase que podríamos decir en más de 700 idiomas modernos y que, posiblemente, los cazadores-recolectores de Asia con los que nos encontremos lleguen a entender. Y esa frase es:

“¿Quién? ¡Escucha! Yo le doy fuego a ese hombre que ladra. Tú fluye y saca el gusano negro de la corteza con la mano para dárselo a tu madre vieja. ¡Y no escupas en las cenizas!”

Y es que, todas las palabras contenidas en estas cuatro oraciones son palabras que han evolucionado prácticamente sin cambios desde un lenguaje antiquísimo que se extinguió con la retirada de los glaciares de la última Edad de Hielo. Por eso, en la mayoría de idiomas modernos, esas pocas palabras significan lo mismo y suenan casi igual que sonaban entonces.


La idea más común sobre el uso de las palabras es que éstas no pueden sobrevivir más de 8,000 a 9,000 años porque la evolución, la “meteorización” lingüística y la adopción de términos de otros idiomas suelen conducir a la extinción de palabras antiguas. Sin embargo, un estudio realizado en 2013 identificó 23 palabras que han permanecido prácticamente sin cambios durante más 150 siglos.

Yo no ladro, ¿vale? es que soy de la Edad de Hielo.

El equipo de investigación, dirigido por Mark Pagel de la Universidad de Reading en Inglaterra, acotó 23 “palabras ultraconservadas“ que nos remiten al Mesolítico, cuando el Sáhara todavía era húmedo y fértil, y los cerdos acababan de ser domesticados.

La existencia de palabras de tan larga vida sugiere la existencia de un lenguaje “protoeurasiático” que es el antepasado común de alrededor de 700 lenguas contemporáneas, es decir, de las lenguas maternas de más de la mitad de la población mundial. Nunca hemos escuchado este lenguaje y no está escrito en ninguna parte pero parece claro que esta lengua ancestral fue hablada y escuchada, y dio a luz a siete familias lingüísticas.



Familias lingüísticas del mundo.

Pese a ello, varias de las familias lingüísticas más importantes del mundo están fuera de ese linaje, como el chino y el tibetano, varias familias de lengua africana, y las de los indios americanos y aborígenes australianos.

Para llegar a las conclusiones del estudio, Pagel y tres colaboradores estudiaron los ‘cognados‘ que son palabras que tienen el mismo significado y un sonido similar en diferentes idiomas. Father (inglés), padre (italiano), pere (francés), pater (latín) y pitar (sánscrito) serían cognados. Claro que estas palabras pertenecen todas a idiomas de una misma familia, el indoeuropeo, por lo que los investigadores buscaron mucho más allá, examinando siete familias lingüísticas en total.



Luke, no te hagas el loco que esto, si te descuidas, lo entiende hasta un neandertal.

Además de indoeuropeo, las familias lingüísticas incluyeron Altaico (cuyos miembros modernos incluyen turco, uzbeko y mongol); chukotko-kamchatka o luorawetlano (idiomas del lejano noreste de Siberia); Dravidica (idiomas del sur de la India); Inuit-Yupik (idiomas árticos); Kartveliano (georgiano y tres idiomas relacionados) y Urálico (finlandés, húngaro y algunos otros).

En su conjunto, todos estos idiomas componen un grupo diverso. Algunos no usan el alfabeto romano; otros no tenían forma escrita hasta los tiempos modernos… Y todos ellos suenan muy diferentes a los oídos desentrenados por lo que parecen candidatos poco probables para compartir ‘cognados.’

Así que para comenzar su investigación el equipo de Pagel usó como material de partida 200 palabras que los lingüistas saben que constituyen el vocabulario principal de todos los idiomas y a partir de ahí crearon artificialmente proto-palabras con lo que imaginaban que eran los vocablos ancestrales de los ‘cognados’, una tarea que requiere saber cómo cambian los sonidos entre las lenguas.

¿Cog-qué?

El equipo de Pagel comparó estas palabras inventadas con diversas familias de idiomas haciendo miles de comparaciones y preguntándose cosas como: ¿la proto-palabra para “mano” en la familia de idioma inuit-yupik y la proto-palabra “mano” en la familia de lengua indoeuropea suenan similares? Pues, sorprendentemente, la respuesta a esa pregunta y a muchas otras fue afirmativa y de ahí surgió el listado de las 23 palabras que tendrían hasta 15.000 años de antigüedad.

Y esta es la lista de palabras viejunas más antiguas, agrupadas por la cantidad de familias de idiomas que las comparten:

Siete: tú
Seis: yo
Cinco: no, eso, nosotros, dar, quien
Cuatro: esto, qué, hombre, viejo, madre, escuchar, mano, fuego, tirar, negro, fluir, ladrar, cenizas, escupir, gusano
Y ahora que las sabéis todas, si os animáis a crear más frases usando todas estas palabras, en Strambotic estaremos encantados de difundir vuestras creaciones lingüísticas de la Edad de Hielo

viernes, 16 de marzo de 2018

Los felices finlandeses

Las razones que han convertido a Finlandia en el país más feliz del mundo
El país nórdico ocupa el primer puesto en el Informe Anual de la Felicidad de Naciones Unidas

PABLO CANTÓ  14 MAR 2018 - 20:26 CET

Si en España aplicamos aquello de "soy español, ¿a qué quieres que te gane?" al ámbito deportivo, Finlandia podría hacerlo en el ámbito social, económico, político y educativo. Y lo muestran con orgullo: la página del instituto de estadística finlandés tiene un apartado llamado Finlandia, entre las mejores del mundo que recoge decenas de estudios internacionales en los que ocupan los primeros puestos. Este 14 de marzo tienen uno más que añadir: ha sido elegido como el país más feliz del mundo por la ONU en su Informe Anual de la Felicidad.

El estudio, realizado por el Departamento de Investigación de la Felicidad de Copenhague para las Naciones Unidas, tiene en cuenta variables como el producto interior bruto, las ayudas sociales, la esperanza de vida, la libertad, la generosidad, la ausencia de corrupción y la calidad de vida de los inmigrantes. España, por segundo año consecutivo, ocupa el puesto 36, seguida de Colombia y Trinidad y Tobago. 

Los puestos delanteros de este ranking cambian poco. Durante los dos últimos años, el top10 ha sido ocupado por los mismos países, aunque con algunos cambios de posición. Finlandia, por ejemplo, era quinta en 2017, y este año se ha movido al primer lugar, que antes ocupaba Noruega.


Top 10 del ranking mundial de felicidad de la ONU de 2018: Finlandia, Noruega, Dinamarca, Islandia, Suiza, Países Bajos, Canadá, Nueva Zelanda, Suecia, Australia. De izquierda a derecha, las barras de colores representan: PIB per cápita, ayudas sociales, esperanza de vida, libertad para tomar decisiones, generosidad, percepción de la corrupción y diferencia respecto a los valores más bajos de tabla.
El informe de 2018 ha hecho hincapié en la felicidad de los inmigrantes de los 117 países estudiados, y concluye que estos alcanzan el nivel de felicidad del país al que se mudan. No solo los finlandeses son los más felices según el estudio, sino que sus inmigrantes también lo son.

Para Eva Hannikainen, agregada de Prensa y Cultura de la Embajada de Finlandia en Madrid, la clave de la felicidad finlandesa es la confianza, tanto entre sus habitantes como hacia sus políticos. "Es una sociedad muy transparente y con muchas políticas de apoyo social", cuenta a Verne. "Además, es un país muy seguro e igualitario". Estas son algunas de las razones por las que los finlandeses se consideran tan felices:

Una sociedad sin grandes desigualdades

"Desde el nacimiento de Finlandia como país, hace ahora cien años, los dos pilares fundamentales de la sociedad han sido la igualdad y la educación", cuenta Hannikainen. Fue el primer país europeo que otorgó el derecho de voto a las mujeres, en 1906, y en sus últimas elecciones tres de los ocho candidatos de los principales partidos eran mujeres. En España, ninguno de los principales partidos a nivel nacional propuso a una mujer como candidata.

Finlandia es uno de los tres países con menor brecha de género en el mundo, según el Foro Económico Mundial. Además, al igual que la mayoría de los países nórdicos, cuenta con un largo permiso de paternidad que puede extenderse hasta seis meses.


Encabezamiento del ranking de países con menor brecha salarial, según el informe del Foro Económico Mundial. Para elaborar el estudio, se tuvieron en cuenta cuatro factores: participación económica y oportunidad de la mujer en el mundo laboral, nivel educativo, salud y esperanza de vida y poder político.
En el ámbito económico, según UNICEF, Finlandia es el segundo país del mundo con menor desigualdad entre niños. Fueron los finlandeses los inventores, durante los años 30, de la popular caja-cuna con ropa, pañales y accesorios que el gobierno ofrece a las familias con recién nacidos, y que ahora muchos países están importando. Además, este país es el cuarto con menor índice de pobreza del planeta.

La educación es un pilar básico

Seguro que habrás escuchado en más de una ocasión la frase "Finlandia tiene el mejor sistema educativo del mundo". No es un cliché: según el Foro Económico Mundial, la educación primaria finlandesa es la mejor del mundo, mientras que la universitaria se encuentra en tercer lugar. "La educación no es cuestión de dinero en Finlandia", cuenta Hannikainen. "Es gratuita hasta el bachillerato, y no existen las universidades privadas".

Además, según Hannikainen, en la sociedad ha calado profundamente la idea de que la educación no termina con el bachillerato o la universidad. "La formación es algo que debe darse a lo largo de toda la vida, y se fomenta tanto en casa como con formación continua tanto en las empresas como las administraciones". Los adultos finlandeses ostentan el tercer puesto en el ranking de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) en conocimiento de Lengua y Matemáticas. 

Buena salud, aunque la nuestra es mejor

Una de las variables que tiene en cuenta la ONU en su estudio anual sobre la felicidad es la esperanza de vida. Españoles, podéis estar contentos: en esto, les ganamos. En España la esperanza de vida es de 83 años, mientras que en Finlandia no llega a los 82.

Finlandia, al igual que España, tiene un sistema de salud público, pero con copago en todos sus servicios. Los pacientes tienen que pagar por la atención primaria, los ingresos en el hospital, las urgencias y los fármacos con receta. En España, el copago solo está instaurado en los fármacos. También tenemos más médicos por cada mil habitantes –3,9 frente a 3,3–, aunque la mitad de enfermeros: 5,3 frente a 10,3. Si nos encontramos con un finlandés, al menos podemos decirle aquello de "lo importante es tener salud".

Poca policía, mucha seguridad

Otro de los motivos por los que existe una gran confianza entre el pueblo finlandés, según Hannikainen, es la seguridad. Y no tiene nada que ver con la dureza de sus cuerpos policiales y sus penas. Al contrario: Finlandia es, según los datos de la Oficina europea de estadística, uno de los países europeos con menos policías por habitante: 140 por cada 100.000 personas. España, por ejemplo, tiene más del doble, 365 por cada 100.000. Sin embargo, según el Foro Económico Mundial, Finlandia es el país más seguro del mundo para viajar. El Índice de la paz global 2017, elaborado por el Instituto para la Economía y la Paz, lo incluye entre los países más pacíficos del planeta. 

El país europeo con más bosques

Aunque el sistema sanitario es un pilar fundamental en la salud, no lo es todo, y Finlandia destaca en otros aspectos. Sobre todo, en lo relacionado con naturaleza y medioambiente: es el tercer país a nivel mundial en cuanto a calidad del aire y el país con más bosques de Europa. Estos son algunos de los paisajes que pueden disfrutar los finlandeses:

jueves, 8 de marzo de 2018

Realidad y no ficción

Édouard Louis: 

"...Zola está algo devaluado en Francia, como todos los autores que uno aprende en el colegio, pero tiene una belleza y un poder infinitos. Introduce la cuestión de la verdad en la literatura, como hoy siguen haciendo autores como Svetlana Alexiévich, Karl Ove Knausgård o Ta-Nehisi Coates. El mundo ya tiene suficiente ficción. Hasta los Gobiernos crean ficción. Yo no me opongo programáticamente a la ficción, pero cuando empecé a escribir me dije que no podía permitírmela. Me acuerdo de que, cuando Le Clézio ganó el Nobel en 2008, vi un reportaje en la televisión donde explicaba cómo creaba sus novelas. Y recuerdo que me pregunté: ¿Y por qué no habla de nosotros? Mi padre está paralizado, mi madre no tiene derecho a trabajar por ser mujer y mi primo está en la cárcel, pero él prefiere inventarse personajes… La escritora Christa Wolf dice que, cuando se habló por primera vez de los campos de concentración, la gente también creyó que era mentira. El mundo se protege girando la vista. Es como cuando ves a un sin techo por la calle y miras a otro lugar. Eso también pasa con mis libros: la reacción más común es decir que es imposible que cuenten la verdad... Céline o Faulkner reflejaron una visión burguesa de la forma de hablar de los obreros. Es una fantasía bonita, pero que no tiene nada que ver con la realidad. Es como si la propia condición de la literatura excluyese ciertas formas de expresión. Cuando James Baldwin o Zora Neale Hurston hablan de la experiencia negra en sus libros, se oponen a eso. El caso de Hurston me influyó, porque se plantea esa exclusión a través del lenguaje, dando una forma literaria al vernáculo afroamericano. Yo he intentado hacer algo así. Si no muestras el lenguaje de esas personas, no estás mostrando su vida...Termina su libro con una frase de Kertész. “Resultó que escribir sobre la felicidad era imposible”, dice la cita. “Resultó que, al escribir, buscaba el sufrimiento más agudo posible, en el límite de lo insoportable, porque el sufrimiento era la verdad"

Barreras psicológicas y sociales que impiden a la mujer demostrar su valía

I

Tres barreras psicológicas que nos impiden ascender (y explican que haya menos mujeres en la ciencia): El efecto pigmalión, el síndrome del impostor(a) y el efecto Dunning-Kruger. Así funcionan y así se pueden combatir

IDOIA SOTA, 15 FEB 2018, El País:

El 63% de los españoles cree que las mujeres no sirven como científicas de alto nivel (no sabemos cuántas de las encuestadas eran mujeres); quizá esta creencia se deba a que solo el 18% de los premios recaen sobre ellas y solo el 3% de los Nobel.

No es solo que se presenten menos. Estos resultados supuestamente meritocráticos son, para algunos expertos, fruto del mismo mecanismo del que adolecen los Recursos Humanos: los sesgos en la selección de personal. En el informe Científicas en Cifras 2015, del Ministerio de Economía, se recogía que el porcentaje de mujeres que recibían ayudas estatales para I+D+i sobre el total que las solicitaban era "sistemáticamente inferior al de los hombres, ya fueran convocatorias de recursos humanos o de proyectos". Esta tendencia, cambió en 2013 y la tasa de solicitudes que reciben ayudas son ya iguales para ambos sexos.

El Ministerio de Economía analizó las asignaciones públicas de ayudas al I+D+i y encontró que el porcentaje de las dotaciones a proyectos de mujeres era "sistemáticamente inferior al de los hombres"

Decía Flora de Pablo, profesora de investigación en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), para la campaña Cambia las cifras: "En el momento actual, el 60% de las becarias del CSIC son mujeres, pero en el escalón más alto, el del profesorado de investigación, estamos al borde del 25% de mujeres. O sea que se pierden mujeres a lo largo de la carrera científica".

¿Ingeniería? No, gracias

Ese es un problema común a otros ámbitos profesionales. Sin embargo, el caso de las ciencias es paradigmático desde la universidad (e incluso desde la infancia): mientras el porcentaje de mujeres en las carreras de las ramas de arte y humanidades es del 61% o del 60% en ciencias sociales y jurídicas, en las ingenierías y en Arquitectura tan solo representan el 26%, y el 51% en otros estudios de ciencias (no biosanitarios, donde Enfermería eleva el porcentaje). ¿Por qué?

El problema no está en el contenido de los estudios. Como reconocía Alexander Mendiburu, decano de la Facultad de Informática de la UPV, con motivo de la celebración del 40 aniversario de la carrera de Informática, en el momento en que comenzó a llamarse Ingeniería "se redujo notablemente la ratio de mujeres matriculadas, no solo en España, sino internacionalmente".

Entonces, ¿es el nombre lo que separa a las mujeres de las carreras de ciencias? Sí y no.

Cosas de chicos

La falta de role models es para Natalia González-Valdés, doctora de L'Oréal Unesco For Women in Science en España, una de las razones de que las niñas no elijan estos estudios. "Por eso en la Fundación trabajamos mucho por acercar esos referentes a las niñas: llevando testimonios de mujeres científicas a las aulas de jóvenes entre 12 y 14 años, promovemos que den conferencias, organizamos una exposición con la historia de la mujer en la ciencia, celebramos editatones de Wikipedia para dar más visibilidad a las científicas en Internet...".

Las matriculaciones de mujeres en Informática cayeron desde el momento en que empezó a llamarse Ingeniería Informática, dice Alexander Mendiburu, decano de la Facultad de Informática de la UPV

Pero antes incluso de buscar los modelos en los que reflejarse, las niñas rehúyen las ciencias: "La brecha de género empieza a edades muy tempranas", denuncia González-Valdés. "En un estudio se vio cómo las niñas de entre cinco y seis años no se sentían capaces de desarrollar actividades vinculadas socialmente a estereotipos masculinos. Y esto se debe a la educación". Son cosas de chicos.

"Hay muchos casos de éxito de mujeres en ámbito científico o matemático, por lo general desconocidos", explica la doctora Saskyn, experta psicóloga de Top Doctors. "El reto está en la promoción social del potencial femenino y de todas las aportaciones a la ciencia que han hecho las mujeres. En fomentar actitudes igualitarias donde se prioricen los valores y la diversidad en la inteligencia por su condición de seres humanos instruidos, y no por razón género".

El efecto Dunning-Kruger y el sesgo positivo

En 1999, los psicólogos David Dunning y Justin Kruger indagaron en el mecanismo por el que evaluamos nuestras propias habilidades. Estudiando a personas con habilidades especialmente bajas encontraron que, precisamente debido a su falta de conocimiento, tienden a sobreestimar sus propias capacidades. Al contrario, las personas con más habilidades las infravaloran pues no son conscientes de que se encuentran por encima de la media.

Los resultados de las niñas son mejores en la mayoría de asignaturas, incluidas las matemáticas y las ciencias, según los estudios, pero el efecto del sesgo positivo hace que se sientan inferiores

Este efecto interviene también en la autoevaluación de las personas con capacidades medias, que difiere entre hombres y mujeres. Son muchos los estudios que demuestran que las niñas obtienen mejores resultados que los niños en la mayoría de las asignaturas, incluidas las matemáticas y la ciencia. Sin embargo, esto las llevaría a infravalorar sus aptitudes frente a los chicos, quienes sentirían sus capacidades superiores a lo que de verdad son.

Es lo que se ha denominado como sesgo positivo y fue objeto de estudio reciente por un grupo de investigadores de la Universidad A&M de Texas y la Universidad de Washington. Mientras las mujeres tendían a evaluar cómo habían respondido en su último examen de matemáticas con criterios más ajustados a la realidad, los hombres, en cambio, consideraban que lo habían hecho mucho mejor de lo que en realidad les había salido.

Esta es la razón, según los investigadores, de que ellos se sientan más animados a dedicarse a carreras relacionadas con matemáticas y ciencias: "El sesgo positivo puede ayudar a reforzar los deseos de una persona a emplearse a fondo a una materia", reconocía Heather Lench, directora de la investigación.

El efecto Pigmalión y el efecto Golem

"El efecto Pigmalión hace referencia a que las expectativas que tenemos sobre el rendimiento de una persona incitan a actuar a esa persona conforme a dichas expectativas", explica Mónica Quintana, psicopedagoga experta en género y diversidad y directora de Mindset, empresa dedicada a la gestión del talento y la innovación. "Esto lo demostraron Rosenthal y Jacobson son su famoso experimento. Es lo que denominamos 'profecía autocumplida'. Por ejemplo, si tengo un profesor que piensa que voy a obtener muy buenas calificaciones o un jefe que está convencido de que haré un trabajo excelente, esto elevará mi autoestima y me incitará a trabajar para conseguir los resultados que se esperan de mí".

Pero lo mismo sucede en sentido inverso, "o el efecto Golem, que produce que la autoestima disminuya", añade. "Si en una clase cuando interviene una niña no se la toma en serio y al niño se le refuerza de forma positiva se produce un bloqueo en ella. Es lo que sucede con el campo de la ciencia y la tecnología, históricamente asociado a capacidades masculinas".

Y este efecto se extiende a todos los terrenos. “La sociedad espera que una mujer sea sensible, tierna y empática, y el hombre fuerte, valiente y agresivo", explica el doctor Cristian Toribio, miembro del Centro Psicopediátrico Guía: "Esto se vincula a la representación que nos hacemos de nosotros mismos, la interiorizamos, y nos dirige inevitablemente en nuestra toma de decisiones".

Los principales estereotipos que ponen barreras al acceso de la mujer en el mundo de la ciencia están relacionados directamente con la predisposición biológica de las mujeres a ser más "emocionales" y la de los hombres a ser más "lógicos", de modo que "nos hacemos una imagen mental de la mujer como una buena cuidadora, madre, artista o modista", continúa el experto.

Frases como "la ciencia no es para mujeres" o "tienes más facilidades para hacer esto o aquello" son estereotipos que van calando a lo largo del desarrollo educativo y madurativo, repercutiendo en la percepción que tienen las mujeres (y los demás) de sus propias capacidades y, por ende, influyendo directamente en ellas y en sus decisiones sobre su futuro profesional (Enfermería, Magisterio, Diseño de interiores, de moda...).

A este efecto Golem indirecto, Quintana, añade el directo: "Salarios más bajos, techo de cristal, discriminación por género, que las mujeres reciban menos premios... Estos hechos objetivos construyen un relato: 'las mujeres están menos capacitadas'".

El síndrome del impostor(a)

Cuando una persona con aptitudes para desarrollar una actividad pero baja autoestima (efecto del sesgo positivo) decide desafiar el efecto Golem y dedicarse a aquello para lo que no tiene la certeza de estar capacitada, muy probablemente será víctima del síndrome del impostor(a): sentirá que está usurpando un terreno que no le pertenece, que en realidad está engañando a su entorno y que no es capaz de realizar aquello para lo que se ha postulado y que, finalmente, terminará decepcionando a quienes han puesto en ella sus expectativas.

"El efecto del impostor(a) consiste en no atribuirte tus propios logros y considerar que son fruto del azar", explica Quintana. "Debemos hacer un ejercicio de toma de conciencia. Hay un malestar invisible de las mujeres, que tiene un origen social, fruto de la dominación patriarcal". Para luchar contra ello, Quintana propone enseñar a las mujeres a comunicarse de forma asertiva: "La comunicación asertiva como vehículo para el desarrollo de la autoestima y crear espacios de mujeres que inviten a la reflexión y a reforzar una visión positiva de nosotras mismas".

MEDIDAS PARA MEJORAR LA AUTOESTIMA DE LAS MUJERES (Y ACABAR CON EL 'MIEDO' A LAS CIENCIAS)

Estas son algunas pautas que pueden ayudar a superar el síndrome del impostor(a) y que, según Mónica Quintana, ayudarían a las mujeres en la elección de carreras de ciencias y tecnología.

- Impartir charlas con perspectiva de género en los momentos críticos antes de la elección de estudios, como las que lleva a las aulas la iniciativa de L'Oréal Unesco For Women in Science

- Que las mujeres y niñas conozcan y escuchen testimonios de mujeres

- Conocer la historia y las biografías de mujeres inspiradoras

- Comprender el origen social del malestar de las mujeres

- Practicar networking con otras mujeres

- Mejorar las habilidades de comunicación asertiva y de negociación

- Participar con otras mujeres en un grupo de desarrollo personal

- Rodearse de personas que nos valoren y aprecien: en definitiva reforzarán nuestra autoestima con mensajes positivos

- Acudir a sesiones de coaching para el desarrollo de la carrera profesional

II

Estoy en huelga
Porque no, no soy ninguna víctima, sino una pija del primerísimo mundo que puede pregonar lo que otras no pueden sin perder lo poco que tienen

LUZ SÁNCHEZ-MELLADO 7 MAR 2018 

Porque ningún hombre me ha acosado y, si lo ha hecho, lo he pasado por alto asumiendo que aguantar babosos me iba en el género, y no quiero que nadie siga asumiéndolo. Porque, aunque cobro lo mismo que mis colegas varones, he rechazado ascensos por no estar dispuesta a pagar el peaje de descuidar a mi prole, y no quiero que mis compañeras sigan rechazándolos. Porque he sentido demasiadas veces que no valía para demasiados retos cuando ellos primero los aceptan y después, gloria. Porque amo a los señores y les he tolerado lo que nunca hubiera debido, y no quiero que mis hijas sigan mi ejemplo. Porque no acepto lecciones de ningún hombre, mujer o transgénero sobre cómo ha de pensar, actuar y vestir una buena feminista. Porque mi madre trabajó como una mula toda su vida limpiando culos y mocos, incluidos los de mis hijas, para que yo pudiera currar como un tío, y yo no pienso hacerlo por sus nietas. Porque las jóvenes han dicho basta y, oh ilusa, me siento una de ellas. Porque soy una contradicción con ovarios y tacones de 10 centímetros. Porque el único íncubo que me posee, que yo sepa, es el endemonie ante la injusticia. Porque es ahora o nunca. Porque el mundo muta por sismos sociales y no solo tectónicos. Porque no, no soy ninguna víctima, sino una pija del primerísimo mundo que puede pregonar lo que otras no pueden sin perder lo poco que tienen. Porque veo más allá de mis progresivas. Porque ni pido permiso ni perdón por exigir y ejercer mis derechos. Porque callada no estoy más mona y, encima, me salen calenturas en los morros. Porque sé de dónde vengo, pero no me conformo con dónde estoy y deseo ir más lejos. Porque sí, mato por salir en la foto y, si no, me lo reprocharía siempre. Porque quiero y puedo. Por las que quieren y no pueden. Por las que pueden y no quieren. Por mí y por todas mis compañeras, por mí la primera: estoy en huelga.